“La queja como manera de vivir, como si estuviera en el ADN argentino, como si fuera nuestra única manera de transitar”, dice Mario Massaccesi, autor junto a Patricia Daleiro de “Qué hacer con las quejas”, publicado por Editorial Planeta y que invita a reflexionar sobre convertir la queja en bienestar. El libro aborda las quejas en la pareja, en el trabajo, la queja social, las de la televisión, las personales, entre otras. Conversamos con Massaccesi sobre el libro, la televisión y la Inteligencia Artificial.
Mario Massaccesi: "Nadie le discute a la IA y dan por sentado la verdad que sentencia"
Mario Massaccesi y Patricia Daleiro publicaron el libro "Qué hacer con las quejas", que aborda las quejas en la pareja, en el trabajo, la queja social, las de la televisión y las personales, entre otras.
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Massaccesi: "Advertimos que la gente reconoce el universo quejoso en que estamos metidos, pero por otra parte no se reconoce como quejosa".
Periodista: ¿Cómo apareció la pregunta por la queja?
Mario Massaccesi: Luego de los tres libros previos, “Soltar”, “Saltar”, “Salir”, nos preguntamos cuáles son los temas que nos atraviesan a todos y nos apareció la queja, que está instalada y la hemos naturalizado. La queja como manera de vivir, como si estuviera en el ADN argentino, como si fuera nuestra única manera de transitar. Quisimos desglosar y así surgió el índice de temas.
P.: ¿Qué devolución recibieron de parte de los lectores hasta ahora?
M.M.: Advertimos que la gente reconoce el universo quejoso en que estamos metidos, pero por otra parte no se reconoce como quejosa. Siempre tienen a alguien que es más quejoso que uno. La frase que más recibimos desde que publicamos el libro es “tengo a quien regalarle el libro” pero no nos dicen “me hace hace falta a mi”. Después de leer el libro aparece la dificultad de asumirse quejoso o enredado en la queja.
P.: ¿Cómo podés vincular la queja con la TV y los medios?
M.M.: La tele genera un gran impacto bajo la premisa de que la noticia es el avión que cae y no el que llega. Nos quedamos en el avión que cae y todo aquello que falta, no en lo conseguido. No caen aviones todos los días pero también llegan y hay proezas en lugares bellísimos e historias maravillosas, la idea es ampliar la mirada. Si te quedás en la queja se tapa el bosque en que vivimos. La tele es el cuento del huevo o la gallina, ¿refleja lo que la gente es o somos lo que construye la TV? Es difícil de desmadejar. Yo lo veo como una oportunidad para transformar y que en la tele haya surtido de información y no solo queja.
P.: ¿Cómo encarás tu trabajo en TV?
M.M.: Me he planteado una nueva vida más del lado bienestar, del disfrute, del placer. Me pregunto qué hago quedándome en la tele y la respuesta sigue siendo que es mejor trabajar desde adentro que desde afuera. Si estoy adentro puedo modificar algunas cosas, hay días que gano y otros que pierdo, es la negociación de cada día. Todavía puedo trabajar desde adentro y consigo, desde mi punto de vista, cosas maravillosas. Me dicen que soy la cara amable de las noticias y que aún la noticia más trágica la planteo con menos dolor.
P.: ¿Cómo es esa negociación de la que hablás?
M.M.: Yo hago un juego y pregunto a los productores “¿No pasó nada bueno en este pais hoy? Estamos encerrados en los problemas y tenemos derecho a la queja pero no a trasladar eso a todo el mundo, a la cajera del super, al taxista, porque la queja es una opción y un recurso para mejorar. Este no es un libro antiqueja, pero cuando algo no salió como queríamos o no nos cumplen es distinto a vivir en la queja y hacer de la queja un mundo donde quedar enredado. Una cosa es la queja a partir de una situación para buscar una acción concreta y lograr un resultado, otra es quejarse de que en verano hace calor, o de que mi suegra es de tal forma, dudo que la puedas cambiar.
P.: ¿Qué aprendiste en estos últimos años respecto de tu profesión?
M.M.: Hace tiempo invierto los porcentajes, antes creía que la vida era mi trabajo pero me di cuenta de que mi vida es más amplia. Antes todo estaba centrado en el trabajo y le dedicaba 80% de mi vida, pero me di cuenta que cuando vivo más experiencias por fuera más tengo para aportar al trabajo desde otra mirada. Ahora trabajo un porcentaje de mi vida y hago más por mi crecimiento personal. Así tengo algo real para aportar y sé lo que le pasa a la gente, porque tengo contacto por fuera del periodismo.
P.: ¿Cómo impacta la IA en la vida cotidiana?
M.M.: Estoy crisis con la IA porque por un lado la resisto y por otro la acepto. Por ahora en vez de preguntarle a la IA me pregunto a mi para vivir en tiempo presente, hay en mi cosas que no necesito que la IA me diga. No necesito cosas servidas, me encanta hacer, soy un eterno buscador, en la IA se busca pero muchas veces se equivoca, quizá le pregunto algo y te manda a dormir. No quiero que me mande a dormir ni preguntarle como está mi espalda o mis rodillas o mi cabeza luego de haber trabajado todo el día y haber ido a 10 lugares. Esas cosas me espantan. Siento que hay abuso, eso de preguntarle a la IA que me pongo, prefiero abrir placard y elegir. No me quiero perder el sabor de elegir a partir de mi intuición, emoción, pensamientos, percepción del tiempo. Si hoy tengo ganas de salir y mojarme, eso lo sé yo no la IA que dirá que lleve paraguas. Cuando en TV empiezan a preguntarle a la IA, eso implica un productor menos, un especialista menos, un remisero menos en llevar un invitado, etc. Además de que nadie le discute a la IA y dan por verdad lo que sentencia.
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