4 de octubre 2001 - 00:00
"No es simple dirigir a una estrella pero nos entendimos"
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P.: En este salto a la gran producción ¿resignó algunas cosas del proyecto original?
A.A.: Desde luego, pero yo no hablaría de resignación sino de modificaciones.
P.: ¿Cuáles fueron las más importantes?
A.A.: La más notoria tiene que ver con la ambientación de la película, y ese es un cambio que también influyó en su estilo, en la tradición en la que se inscribe. Yo me proponía rodar «Los otros» en América latina, y había pensado particularmente en el sur de Chile, y con actores latinoamericanos. Durante un viaje que hice por esa zona encontré casas y paisajes fascinantes, que se adecuaban mucho a la idea que yo tenía de la película. Paralelamente, rodarla allí también habría supuesto enfocarla, de alguna manera, desde el punto de vista del realismo mágico. Eso cambió. La película, aunque se haya filmado en el norte de España, simula transcurrir en una isla británica, y su estilo ya no tiene que ver con el realismo mágico sino con la tradición del cuento de fantasmas sajón.
P.: Evidentemente, son fuentes muy distintas.
A.A.: Seguro, pero a esta altura, y a la vista de los resultados, creo que su historia se aviene con más comodidad a esa tradición.
P.: Hablando de tradiciones, «Los otros» ha sido comparada con varias películas, anti-guas y recientes. De las antiguas «Los inocentes» de Jack Clayton, y de las recientes con una en particular (no vamos a mencionarla) por su tipo de resolución y su sorpresa.
A.A.: Desde luego, reconozco que «Los inocentes» (1961), esa maravillosa película sobre «Otra vuelta de tuerca» de Henry James, es una de mis favoritas y la influencia es deliberada. El horror sugerido, el manejo de los silencios y los espacios, los climas. Todo eso me ha resultado siempre fascinante en el cine: esos climas que solían tener muchas películas de los años 40 y 50, en blanco y negro, y que desgraciadamente se fue perdiendo, fue lo que yo quise recuperar para «Los otros».
En cuanto a la película reciente a la que usted se refiere, sí, muchos han establecido comparaciones pero yo no encuentro puntos en común, sobre todo en cuanto a estilo. Pero el cine tiene estas cosas. Mi libro estaba escrito y entregado hace tres años, y todos supimos, cuando se estrenó el film que usted dice, que las comparaciones iban a ser inevitables. Bueno, también se habló de «El intermediario del diablo» («The Changeling») de Peter Medak, y hasta de «La noche del cazador», «Matar a un ruiseñor» y algunos films de Hitchcock. En fin, los fantasmas...
P.: ¿Cómo se entendió con Nicole Kidman?
A.A.: Bien. Hubo una buena aproximación inicial, en la que buscamos coincidencias. Desde luego, ella es una estrella, y no es lo mismo trabajar con una estrella que con una actriz corriente. Pero ella se sintió muy cómoda. Es una mujer muy interesada en el cine, y más de una vez había dicho que le interesaba trabajar en alguna producción independiente. El trabajo fue bueno, y siempre apoyó la película.
P.: Usted, además del libro y la dirección, también compuso la música de la película. ¿Eso le asegura mayor control, sobre todo en este caso tan particular de producción?
A.A.: En realidad, también me reservé la música no por una cuestión de control sino porque la considero un elemento capital en una película. La música no es algo accesorio a un film sino un factor casi tan determinante como la imagen. «Los inocentes» no sería la película que es sin esa canción que se repite una y otra vez, a veces susurrada por algunos personajes. Es un poco como la fantasmagoría de los cuentos infantiles que yo introduje en «Los otros».
P.: El tema de la mirada parece también básico en usted. Su película anterior es «Abre los ojos», los hijos de Nicole Kidman en «Los otros» sufren un problema con los ojos... Y bueno, si seguimos asociando, su actriz es la de «Ojos bien cerrados».
A.A.: ¿Qué director puede olvidarse del tema de la mirada? Es verdad que, en «Los otros», ese motivo tiene mayor significación todavía: la mirada física, la mirada de la cámara que siempre se identifica con la de la protagonista. Creo que el cine debe explotar más aun su poder de sugestión hipnótica. Ese fue también mi propósito con esta película.
Quiero que el espectador también se identifique con la mirada de Nicole, seguir la acción desde su punto de vista. No me interesa la llamada mirada «omnisciente», donde el director muestra cosas que los personajes ignoran. Seguir la mirada de uno de los personajes intensifica la sugestión del cine y compromete más al propio Andy McNab trabajó para un grupo de élite del servicio secreto británico. McNab reconoce que su proyecto le acarreará muchas críticas, en momentos en que la mayor parte de los estudios de Hollywood evitan tratar temas de terrorismo. espectador en la historia que se le cuenta.
P.: ¿Cómo continúa su carrera? ¿En los Estados Unidos?
A.A.: Por ahora estoy disfrutando de mis vacaciones. Pero creo que no tiene sentido anti-cipar una producción, unos actores o un idioma a un futuro proyecto. Cada historia impone su propia forma de realizarse, así que cuando la tenga ya veré.
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