Está por unos días en Buenos Aires Raúl Ruiz, uno de los cineastas más alabados por la crítica francesa aunque no demasiado conocido por el público, desde que sus películas (filmó casi 50 en poco más de 20 años) no suelen ir más allá del circuito de arte. En la Argentina sólo se estrenó comercialmente una de ellas, la extensa «El tiempo recobrado», con Catherine Deneuve y John Malkovich, sobre la novela de Marcel Proust.
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Chileno, radicado en París desde hace casi 30 años -donde transformó su nombre en Raoul-, el sonrosado director acompañará la exhibición de su película «La comedia de la inocencia», protagonizada por Isabelle Huppert, en el Festival de Cine EFI que se está desarrollando en el Village Recoleta. El film, que será el segundo suyo en estrenarse en el país luego del Festival, es un drama sobre un chico de 9 años enfrentado a dos madres: una con la que vive desde que nació, y otra a la él reconoce como la biológica.
«Empecé a escribir a los 16 años», dijo ayer Ruiz a los periodistas. «Pensaba que mi persona debía tener una parte oficial y decente, como abogado, y otra parte loca como autor teatral. Despúes de deslumbrarme con las películas de la nouvelle vague y del nuevo cine argentino, me decidí por la parte loca y me anoté en la Escuela de cine de Santa Fe».
Ruiz regresó poco después a Chile y continuó su carrera de cineasta, hasta que llegó el golpe militar que derrocó a Salvador Allende. «Nunca fui un perseguido político porque siempre he sido prudente», comentó. « Cuando vi que el primer cineasta cayó preso, y yo era el cuarto en la lista porque más no había en Chile, me fui a Europa. Allí hice cine del exilio pero empecé a sufrir la locura de Demócrito: no encontraba nada que fuera serio. Así, la película sobre el exilio terminó siendo cómica, cuando debió ser trágica o al menos sentimental».
Ruiz elogió ayer a dos fotógrafos argentinos con quienes trabajó, Diego Bonafina, «que en mis comienzos me enseñó a buscar la relación justa entre los actores y la camara, a convertir la cámara en un tercer personaje», y Ricardo Aronovich, «con sus luces cenitales y esa fluidez en sus movimientos de cámara. Además, ambos se las arreglaban para todo, eran maestros para los ajustes caseros».
Con respecto a su condición de cineasta prolífico, Ruiz tiene una explicación y puso como ejemplo «La comedia de la inocencia»: « Pudehaber hecho otra película por 6 millones de dólares, pero ésta era de 1 millón y medio.Ante eso, se paraba cualquier discusión inmediatamente. Siempre aposté por las películas de bajo costo». Sobre «El tiempo recobrado» se-ñaló: «aunque siempre me interesó Proust, filmar esa película fue una coartada para cosas que me gustan y que seguramente no me hubieran dejado hacer. En cambio, poniendo su nombre me permitían hacer esas cosas».
Ruiz no se siente parte de ningún movimiento cinematográfico, y dice: «Hay que distinguir entre un movimiento y el fenómeno del hit. Ocho hits no hacen un movimiento.Yo no pertenezco a ningún movimiento aunque nunca me siento muy solo. En todo caso, prófugo, siempre me ando arrancando de algo». En otro momento de la conversación, dijo que «la noción de espectador que hay hoy día es cada vez mas 'flu': ahora existen los espectadores fantasmas, tanto leen sobre las películas y tantas propagandas ven que después creen haber visto películas que nunca vieron».
Actualmente, Ruiz filma películas en video digital para abaratar más aun los costos, y al mismo tiempo hace teatro en Italia y películas de prestigio en Francia. «Me interesa mucho la telenovela», agregó risueño, « pero todos los proyectos que presento me los rechazan: antes tardaban 3 meses, ahora sólo en 3 minutos.»
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