29 de octubre 2001 - 00:00

"Sé que nunca haré un film grandioso como era mi sueño"

Woody Allen.
Woody Allen.
(26/10/2001) Londres.- No cabía una persona más en el auditorio del diario «The Guardian», donde estaba invitado Woody Allen para dialogar con el público y los estudiantes de cine, en un encuentro con la misma modalidad que tiene el programa «Inside The Actors Studio» en Nueva York. Allen estaba de gira por Europa, poco después de los atentados del 11 de setiembre, para presentar en distintas capitales su última película, «La maldición del escorpión de Jade», donde comparte el papel protagónico con Helen Hunt.

Venciendo su propia timidez, Allen habló en el colmado recinto, y dio sus apreciaciones sobre el nuevo escenario mundial creado a partir del enfrentamiento con Afganistán: cuando alguien le preguntó si él se atrevería a hacer alguna película con el tema de los atentados, respondió: «Si yo tuviera una idea así no lo dudaría ni un instante. Pero creo que habrá muchas vacilaciones en el cine comercial antes de que se atrevan a abordar un tema de esta índole.

Los productores que hacen cine únicamente para ganar plata dudarán mucho antes de emplear, inclusive, la palabra 'secuestrador' en un guión, o hacer alguna referencia a algo violento o remotamente vinculado con lo que pasó. Pero atención, lo dudarán únicamente por el hecho de que algo así les podría restar consumidores. No por un dilema ético. No hay más que ver que en estos días han puesto a trabajar a sus escribas para que les quiten de los libretos cualquier alusión irritativa», expresó Allen.

Y siguió: «En cambio, si un artista genuino se propone hacer una película sobre el tema, y tiene la inspiración y las ideas necesarias, la hará, porque su objetivo no es ganar plata sino confrontar a la gente con este acontecimiento trágico, como ocurrió a lo largo de toda la historia del cine con cualquier acontecimiento trágico. Pero no es mi caso: mis películas han girado siempre acerca de historias psicológicas, o de relaciones personales, o ideas cómicas, de modo que es improbable que yo haga algo así. No quiero hacer comparaciones pero, digamos, si usted le preguntara algo así a Tennessee Williams, también le diría que no».

Introvertido, parco, de sonrisa nada fácil en la conversación corriente, Allen tiene, sin embargo, una enorme transparencia cuando habla, y es uno de los artistas que suenan más sinceros cuando dan una opinión. Nada parece, en él, fruto de la intención de crear un efecto en su interlocutor (al contrario de casi la totalidad de las figuras de Hollywood). «Paradójicamente», siguió, como pensando en voz alta «tengo cierto optimismo en este momento. A lo mejor tanta tragedia se abre a algo distinto. Pero eso no es más que un detalle. En general, soy pesimista. Supongamos un mundo sin terrorismo, donde somos buenos y amables los unos con los otros.

Así y todo, creo que ese mundo ideal continuaría siendo extremadamente hostil y adverso. Creo que uno no puede ser feliz: la máxima aspiración que uno puede tener es a distraerse, con los amigos, con un partido de béisbol, con una película, con el trabajo, aunque en el fondo todo sea una tontería. Como también es una tontería si los Giants ganan o no. De modo que uno puede distraerse, y una buena distracción es lo mejor que nos puede ocurrir. Pero si uno se sienta y observa cara a cara la realidad, a la manera en que lo hicieron, digamos,
Freud, Nietzsche o Eugene O'Neill, la experiencia puede ser realmente terrible. ¿Ya los deprimí lo suficiente?», remató, preguntó, provocando las prime-ras risas en el auditorio.

A lo largo de su carrera,
Allen realizó algunas películas dramáticas», por caso «Septiembre», «La otra mujer» o «Interiores». Pero, aunque nunca dejó de manifestar su permanente admiración por el drama, hace mucho que no se aparta de la dirección de la comedia. Es interesante lo que contestó cuando le preguntaron por qué no había vuelto a realizar una película «seria».

«Si yo pudiera elegir más cosas en la vida, pediría tener el genio de
Tennessee Williams o de Eugene O'Neill», dijo. «Desgraciadamente, mis dones tienen que ver con la comedia. Supongo, para invertir los términos, que Ingmar Bergman tampoco podría hacer una comedia tras otra porque no se sentiría cómodo. A mí me gustaría que me pa-sara lo mismo que a él».

Sobre el tema, avanzó un poco más: «Después de algunos años, he llegado a la conclusión de que el público también quiere eso. Sólo me admite como gracioso. Y, aunque eso me molestó mucho tiempo, lo entiendo. Me pongo en el lugar del público. No sé si yo pagaría una entrada para ver un drama con
Bob Hope o con Groucho Marx. El público siente lo mismo con mis películas. Si va a ver una comedia mía se siente seguro, en cambio si va a ver un film serio va con desconfianza. A solas, en mi casa, a veces tengo la necesidad de hacer algo serio. Pero me siento muy inseguro. El publico en cambio no se siente inseguro, sencillamente se aburre. Hay un pacto tácito entre el público y yo. El público lo respeta, soy yo el que lo ha traicionado algunas veces».

En el curso de la charla,
Allen llegó a revelar que el final original de «Hannah y sus hermanas» no era tal como el que se ve en el cine, y que él lo cambió para que sus espectadores no se deprimieran. «Yo nunca volvía con Hannah, y la hermana de Hannah me dejaba y se casaba con otra persona, y yo nunca volvía a encontrar alegría en nada», comentó. «Pero la gente a la que invité a verla en su preparación disfrutaba mucho con la película, y sentía que el final era muy amargo. Cuando digo la gente me refiero a los pocos amigos a los que invito a ver el film antes de su terminación, jamás haría una cosa tan espantosa como una 'preview'. Así que lo cambié, porque la película tendía a la afirmación y no a la negación. Pero, si por mí fuera, yo terminaría todas mis películas diciendo que la vida no tiene sentido. Pero, en fin, a la gente no le agradaría demasiado.»

Al fin de la extensa reunión, cuando un estudiante le preguntó cuál era la película que todavía le faltaba hacer, ésa con la que siempre soñó,
Allen respondió: «Tengo 65 años y filmé más de 30 películas. Lo que siempre soñé hacer es una gran película. Una película que pudiera ser comparada con 'Rashomon', 'La gran ilusión' o 'Las reglas del juego'. Una película que pueda ser proyectada en una cinemateca junto con, supongamos, 'Trono de sangre', y sentir que es correcto, no sentirme humillado. Ese es mi sueño. Siempre creí que, filmando muchas películas, llegaría a hacerla alguna vez, aunque a esta altura me temo que eso nunca se hará realidad».


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