26 de octubre 2001 - 00:00

Silvia Pritz ahora hace "trans-ópera"

Silvia Pritz.
Silvia Pritz.
"Temblor de fe" es el nuevo espectáculo de la coreógrafa y directora Silvia Pritz y el músico Oscar Edelstein, al que ellos mismos han definido como «Trans-ópera» en virtud de presentar una novedosa combinatoria de danza, teatro y música (en este caso, electroacústica). La obra, que se está ofreciendo en el teatro El Ombligo de la Luna (Anchorena 364), lunes y martes, a las 21, está interpretada por las bailarinas Giselle Dana, Bárbara Pereyra y Gabriela Romero. La escenografía es de Clara Notari, el diseño de luces, de Leandra Rodríguez, y Diego Romero Mascaró realizó los instrumentos no convencionales que requiere la puesta. Dialogamos con Silvia Pritz.

Periodista: ¿Qué entiende usted por «trans-ópera»?

Silvia Pritz: Tomamos el concepto de ópera, porque es el único género que tenemos como referencia, ya que en él se juntan el teatro, la danza y la música. No podíamos ignorar algo que está tan implantado dentro de nuestra tradición. Como esto no es exactamente una ópera, pero atraviesa el género, le agregamos el prefijo «trans». Entendemos que es una «trans-ópera» porque instala una nueva modalidad artística.

Sociedad

P.: Ya lleva tiempo asociada artísticamente con Edelstein...

S.P.: La música contemporánea siempre significó mucho para mí. Hace años fui a escu-char un concierto de Edelstein y me encantó su obra, porque me recordó la del músico Edgar Varese, al que siempre admiré. Entonces, lo fui a saludar y a partir de ahí surgió una amistad y esta colaboración artística que lleva ya unos seis años. Además de «Tangos científicos» (estrenada en varios festivales internacionales), tenemos varias obras muy avanzadas que hasta ahora no pudimos hacer por falta de producción, como, por ejemplo, «El otro orden», basada en «La inmortalidad», de Milan Kundera.

P.: ¿Cuál fue el punto de partida para este espectáculo?

S.P.: Surgió a partir de un taller para 18 bailarines que dicté en el Rojas en el que apareció un material muy rico relacionado con lo religioso. Yo les pedí que trabajaran con recuerdos de infancia y eso fue un disparador muy fuerte con el que luego seguí profundizando. La música se incorporó posteriormente. Para mí era importante que fueran bailarines, por su relación con el espacio y el movimiento. Esto de trabajar con tres cuerpos vivos, en realidad, alude a lo vivo en su totalidad. Lo de operístico tiene que ver con que el sonido de las voces se incorporó de una manera no natural, no hablada, sino con cierta modalidad de canto. Las tres intérpretes de «Temblor de fe» cantan, tararean y también enuncian textos. Del entrenamiento vocal se encargó Silvia Davini.

P.: ¿Esto también fue novedoso para Edelstein?

S.P.: Digamos que el novedoso es él. Todo lo que hace es novedoso y su puesta sonora está muy relacionada con lo que viene trabajando desde hace muchos años en su propia obra. El tiene su propio ensamble y desde hace años enseña orquestación y composición con medios electrónicos en la Universidad Nacional de Quilmes. Trabaja el espacio acústico de una manera muy original. En esta obra, por ejemplo, el sonido que emiten las intérpretes atraviesa varios tubos y termina apareciendo varios metros más allá de donde fue producido. Surge desde adentro del escenario, en medio de la platea, desde atrás... el efecto es sobrecogedor porque escuchás voces que vienen de arriba, de abajo, de todos lados.

P.: ¿Son voces de vivos y de muertos?

S.P.: Sí, y otras vienen del cielo. Lo religioso siempre ocupó un lugar muy importante en mi vida, empezando por dos de mis tías paternas que fueron monjas, una de ellas de clausura. Durante toda mi infancia fui a visitarla al convento de Santa Catalina (un edificio de la época de las invasiones inglesas, donde este año se hizo casa FOA). Más que conciencia tengo algo muy físico con el espacio religioso y como además soy arquitecta el tema me subyugó aun más. Final-mente, en la obra, terminó apareciendo el tema del encierro, las columnas y hasta las rejas de aquel claustro, que ahora quedaron convertidas en un arpa que se toca con arcos de violín.

P.: ¿Qué temas fue atravesando lo religioso?

S.P.: Básicamente el de la creencia y las promesas no cumplidas. La pregunta de por qué Dios cumple a veces y otras no, la culpa, la fe como coraje o cobardía -según la frase de Simone de Beauvoir-y la religión en relación con la sexualidad y el lugar de la mujer. Pero no hice de esto una cuestión de género; para mí el tema es muy fuerte como instalación social: ese poder que diagrama y que baja para todos, tanto hombres como mujeres.

P.: ¿Incorporó anécdotas personales?

S.P.: Mías y de las intérpretes. Hay algunas historias curiosas, como la vez que mi abuelo en lugar de llevarme a misa me llevó a una plaza, pidiéndome que guardara el secreto ante la familia.


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