12 de junio 2007 - 00:00

Crece entre los norteamericanos la moda de organizar sus propios funerales

Tiene sólo 48 años, pero ya lo ha previsto todo: Honey Leveen quiere un funeral que sea "una linda fiesta en un parque, con buena comida" y, sobre todo, "que no sea triste".

Como un número cada vez mayor de estadounidenses, esta habitante de Texas recurrió a un "organizador de funerales" que ha negociado con ella cada detalle para cuando llegue "el momento inevitable": incineración, urna, parque, música y menú.

Honey Leveen no ha previsto todo eso tan joven porque esté enferma, sino porque, siendo su profesión los seguros, "le gusta prever las cosas con tiempo", según declara.

"Y, por encima de todo, porque amo a mi familia y no quiero que tengan ningún problema cuando yo me muera", agrega.

Cada vez más norteamericanos optan por organizar sus propios funerales. Una moda que se atribuye a la generación nacida después de la guerra, cuyos miembros "se caracterizan por la voluntad de controlar todos los aspectos de su vida y su apego a sus ideas", sostiene Jessica Koth, portavoz de la asociación norteamericana de empresarios de pompas fúnebres (NFDA, National Funeral Directors Association).

"Las personas de esa generación están a cargo actualmente de los funerales de sus padres. Y son consumidores muy distintos de los de la generación precedente. Quieren que el acontecimiento sea único y elegir todo por sí mismos", estima también Mark Duffey, que fundó en Houston (Texas) la firma Everest, organizadora de funerales.

Cuando pueden prepararlo ellos mismos, optan por "un entierro personalizado y temático. Quieren que se acuerden de ellos. No quieren irse como la generación precedente, que no quería molestar a nadie. Ellos, por el contrario, quieren hacer ruido".

"En vez de un ataúd lujoso, prefieren, por ejemplo, un conjunto de rock en un restaurante", agrega Duffey.

Estas ceremonias atípicas son posibles gracias a la progresión vertiginosa del número de incineraciones en Estados Unidos. En 2005, casi un tercio (32%) de los 2,4 millones de funerales del país fueron cremaciones (la cifra era de 17% en 1990).

"Desde el momento en que no está el cuerpo en la ceremonia, todo es más fácil. No se está ya atado por el féretro", explica Mark Duffey, que ha organizado ceremonias personalizadas para 65.000 clientes. Incluidos todos los gastos, un entierro clásico puede costar entre 10.000 y 20.000 dólares, dice.

Por esa suma, en lugar de un velorio, "se puede organizar un desfile de motos en un bosque, un paseo en barco o una comida en el restaurante favorito del difunto", añade.

Los empresarios tradicionales de pompas fúnebres tratan de adaptarse a la nueva moda. Uno de ellos, Arvin Starrett, de Starrett Funeral Homes de París (Texas), cuenta que trasladó el despacho de un banquero para reconstituir su lugar de trabajo en la sala del funerario.

Internet y el vídeo se incorporan también a las ceremonias fúnebres. Ya no son raros los "libros de condolencias en línea", pero el sector que se espera registre un verdadero auge son "los vídeos autobiográficos".

Lynn Isenberg, en Californie, se ha lanzado ya a esa actividad en California. Escritora, Isenberg es autora de la novela "The Funeral Planner", cuya heroína se dedica a organizar funerales. "Cuando estaba escribiéndola me dije que eso podía funcionar, y decidí ponerlo en marcha en la realidad fundando la firma Lights Out Enterprises", cuenta.

Su empresa filma por encargo biografías que respetan la voluntad del futuro difunto.

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