Bueno, en el ámbito de las startups y los emprendimientos, cultivando la idea de que no hay modo de evolucionar que no incluya equívocos, decepciones, caídas y levantadas, hace diez años unos mejicanos crearon las Fuckup Nights.
Innovar y vivir para contarlo: puede fallar
Cómo innovar y no morir en el intento sería lindo nombre para un manual que recopilara advertencias, consejos, propuestas para quienes intentan hacer cosas que se hicieron siempre, o no tanto, pero cambiando la forma de llevarlas a cabo.
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De esa experiencia, que hoy día recorre el mundo, quienes impulsan la innovación en la Justicia de cada provincia argentina tomaron nota. Y el pasado martes 13 -tóquese usted lo que mejor le parezca- realizaron la segunda edición de Puede Fallar (inevitable referencia a Tu Sam) un evento virtual en el que cuatro speakers narraron experiencias cuyo eje transversal pone el foco en sus fallos, ya no en tanto dictámenes, sino en su acepción más amarga: errores.
Conducido por Melina Jajamovich, el evento contó con 280 participantes de todo el país que, durante una hora, interactuaron con cada presentación: Adriana García, presidente del máximo tribunal de justicia de San Juan; José Roberto Sappa, por la Corte pampeana; María del Carmen Battaini, de Tierra del Fuego, y quien lidera la Junta Federal de Cortes; y Mario Adaro, miembro de la Corte mendocina y creador de esta experiencia en el marco de la Diplomatura en Innovación y Gestión Judicial Tecnológica, que él dirige.
Los breves relatos, con formato de anécdota y sin perder el sentido del humor, rondaron tópicos habituales en el discurso de quienes intentan modificar mecanismos anquilosados de burocracias que, hoy, crujen por falta de credibilidad, poca o mala reputación y un largo etcétera.
Así como García reconoció que una vez alguien le soltó en la cara “estás de la nuca”, y hoy la frase es un latiguillo que usan en su equipo para bajar a tierra alguna idea demasiado fuera de contexto, otros reconocieron que no hay forma de implementar cambios en estructuras humanas complejas sin incorporar a quienes se verán afectados por esas modificaciones.
De la misma forma, parece claro que tampoco se logran cambios sustanciales sin respaldo de las máximas autoridades, y liderazgos que logren contagiar las ganas de cambiar en cada grupo humano involucrado.
Más aún, hoy tiene buena prensa incorporar tecnología en cualquier proceso de gestión. Sin embargo, tal como expresó Adaro en su turno, los cambios que buscan eficiencia y agilidad en la Justicia nunca se logran con sólo crear una app (por citar un ejemplo trillado, pero de su propia cosecha). Sin cambio de cultura en la organización, no hay avance.
Ahora bien. Mientras que en el ecosistema emprendedor tech se intenta aprender de los errores porque en entornos -que ellos mismos han bautizado- VICA (Volátiles, Inciertos, Complejos y Ambiguos) no hay, prácticamente, manera de enseñar cómo se lleva adelante un proyecto novedoso, acaso vale la pena considerar cómo se encaran los problemas, y sus soluciones, desde la ciencia.
La sugerencia aparece como alternativa razonable, precisamente porque en el ámbito científico es donde se resbala menos como resultado de que allí se comprende que resolver problemas implica hacer pie en verdades y, para llegar a ellas, hace falta tiempo y riguroso método.
Verdad, tiempo, rigor y método: palabras que no ocupan lugares centrales en la vidriera del marketing de los entornos VICA; variables que la innovación deja casi siempre de lado, cuando no las acomoda caprichosamente.
Sin embargo, allí está los epistemólogos, para explicar que, especialmente en las ciencias empíricas (y mucho más en las disciplinas humanísticas) los problemas primero se construyen, y luego se resuelven. A contramano del sentido común, sin eslóganes, con menos papel picado y más disciplina.
Quizá haya sido algo así lo que uno de sus colaboradores quiso expresarle a Battaini con el “galimatías” que la descolocó este año, cuando escuchó “el problema está antes del problema” ante la incorporación de expertos llamativamente disfuncionales.
Traducido: uno contrata a los mejores, pero las cosas no mejoran. Y sí, puede fallar.
Claro que todo intento de innovación puede fallar; y es bien cierto que vale la pena seguir intentándolo, y tomárselo con soda. Pero a lo mejor es momento, también, de valernos de herramientas que supimos construir antes de que el aluvión tecnológico de este siglo nos pasara por encima, impregnando el aire de incertezas, provocando esta sensación de que todos los días hay que inventar la rueda, como si la Historia fuera lo que pasó anteayer.
Hace mucho que la Humanidad innova. Lo ha hecho con sentido del Bien, y también para provocar grandes males.
En tiempos en los que todo lo que se presenta como nuevo casi nunca lo es tanto, pero incluso goza de aceptación por el simple mote, tal vez llegó la hora de desenredar galimatías con honesta intención de arribar a verdades sólidas, sin correr detrás de la novedad, rigurosamente, y con método.
Y entonces, después, intentemos hacer cosas nuevas, a ver qué sale.
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