16 de marzo 2020 - 00:00

Penurias para regresar al país huyendo del coronavirus

En 6 días, una periodista de este diario logró escapar dos veces de ciudades condenadas al aislamiento. La suerte en su máxima expresión: subirse a dos vuelos que serían los últimos.

Desolada. La imagen que se repite en las principales ciudades europeas: calles desiertas, gente con barbijo y mucha incertidumbre.

Desolada. La imagen que se repite en las principales ciudades europeas: calles desiertas, gente con barbijo y mucha incertidumbre.

Tropezarse dos veces con la misma piedra es un récord muy a mano para cualquier humano que se precie. Pero sortear dos veces la misma piedra y solo en el breve lapso de tres días, es una muestra de suerte de carácter excepcional. Eso ocurrió en mis no vacaciones, infectadas de coronavirus.

Un viaje programado de 24 días se redujo a 6. Del plan original se cumplió -y es una manera de decir- sólo los primeros dos días. Sábado 7 vuelo Buenos Aires-Roma. Domingo 8 y Lunes 9 dos noches en Roma. La primera, la del domingo, rara. Muy poca gente en la calle, pasada incluida frente a un Coliseo vacío. Quizá porque es domingo tan poca gente... Pero no, el lunes fue peor. Único día entero en una Roma ya conocida. ¿Qué hacer? Metro hasta la Piazza del Popolo y luego caminar mucho y tranquilamente en la dirección al hotel, almuerzo y paradas de café mediantes... Pero ya al ingresar al Metro, la primera sorpresa: vacío. Pero, ¿cómo: si no es domingo, es lunes y son las 10 de la mañana?... El descenso del Metro y una segunda sorpresa en una jornada que estaría plagada de ellas: nadie en Piazza del Popolo. Se podía contar a las personas que por allí circulaban. Caminata por Vía dei Corso... peatonal con muchos negocios.... nadie.... y la inquietud que empieza a acechar aunque uno intente sobreponerse.... los negocios muy vacíos... ¿aprovechar entonces para comprar algo en una tienda? Entrar y mirar pero, por algún motivo, sentir que se está haciendo algo que no está bien.... ¡comprando banalmente mientras algo “serio” sucede afuera! No se puede comprar tampoco porque la intranquilidad se hace presente... esa sensación.....

Sigue la caminata. De pasada, hasta la Fontana di Trevi.... increíble: allí siempre fue difícil transitar y lograr una foto que no estuviera invadida por la multitud... pero esta vez no... y un pensamiento: ¿somos todos irresponsables los que estamos aquí? ¿o intentamos sobreponerlos a la psicósis en nuestras vacaciones que fatalmente coincidieron con esta paranoia virósica?

Regreso al hotel, ducha y cena. Un lugar cercano, porque no es cuestión de andar dando muchas vueltas. La paranoia va lentamente haciendo su ingreso... Restaurante recomendado a la vuelta del hotel... solo dos mesas ocupadas... y esa impostura de querer actuar como si nada pasara...

Y de regreso esa noche al hotel, el inicio de la verdadera pesadilla. O lo que hasta ese momento se pensaba como el súmmum de la pesadilla. Pesadilla que iría reinventándose con el correr de las horas.... porque el periplo duró solo 6 días de los 24 previstos.... pero parecieron seis meses....

¿Qué aguardaba en el hotel esa noche? La conexión a internet y el inicio de una sucesión de WhatsApp de amigos, familiares y compañeros de trabajo sobre la novedad de última hora: el gobierno italiano había puesto al país entero en cuarentena y se suspendía toda circulación interna... ¿Qué hacer a esa hora de la noche? A la mañana nos aguardaba un vuelo a Catania -así estaba organizado el viaje- para iniciar las vacaciones en Sicilia. Las dudas entonces: ¿ir o no ir? Esa era la cuestión. El vuelo no se había suspendido. La incertidumbre, el miedo.... todos sentimientos que impiden pensar.... Consultas con amigos... pedido de consejos... unos que decían mejor vayan a Catania, seguramente estará el sur menos complicado.... ¿Pero si el avión al final de las vacaciones, el 31 de marzo, salía desde Roma y no se podía volver a Roma? Más susto, más incertidumbre, más difícil pensar...

Aparece entonces una decisión: no ir a tomar vuelo a Catania. Ir al Consulado argentino a pedir consejo. Tratar entonces de dormir un poco. Hay que levantarse bien temprano y ya es muy tarde. En el sueño entrecortado aparece entonces otra decisión: hay que irse al aeropuerto temprano. No volar a Catania y pedirle a la compañía -Alitalia- salir de Roma para viajar a Madrid -consejo de una amiga que estaba allí- porque en la capital española todo era más normal. Rediseñar las vacaciones a partir de Madrid y que la compañía cambie regreso a Buenos Aires para el final original de las vacaciones el 31 y que sea desde Madrid. Decepción grande al llegar al aeropuerto. Mostrador de Alitalia: el vuelo a Catania sale, pero nosotros decidimos no tomarlo. Y el cambio Roma-Buenos Aires por Madrid-Buenos Aires no puede hacerse allí. Allí solo se venden tickets. Tiene que ser online. ¿Online a esa hora y en esa situación? Imposible. La decisión entonces: comprar un pasaje a Madrid. Es casi mediodía. Hay vuelo a las 14 y a las 16. El de las 16 es más barato. Ese entonces. La tarjeta funciona. Compra hecha. De pronto.... un gesto de fastidio en la empleada. Se acaba de suspender ese vuelo. Queda el de las 14 pero sale el doble. No importa. Ese. Se anula el pago anterior. Se hace uno nuevo y a toda prisa a la puerta de embarque para escapar de Roma. Llegada a Madrid, conexión al wi fi del aeropuerto mientras se esperan las valijas y otra novedad: ese fue el último vuelo. España suspendió todos los vuelos con Italia. ¡Increíble suerte en medio de esa desgracia!

De Madrid a un departamento visto por internet unas horas antes. Buena ubicación pero.... Mientras pensamos caminamos un par de cuadras hasta la Gran Vía. Voy a preguntar en un par de hoteles. Ya son las 7 de la tarde, se hace de noche. El primero parece caro... ¿a ver este otro? Más lindo y más barato. La mitad de la tarifa que tendría para esa fecha en una situación normal. ¡Listo! Es el elegido. Gran alivio porque se viene la noche. ¿Cuántos días? Y por lo menos una semana. Las vacaciones, aunque no las originales, ¡son aún posibles! Hotel, ducha y cena bien cerca porque es tarde y hay mucho cansancio. ¡Rica comida y vino y a dormir!

Es miércoles, un día que sería eterno. Desayuno y una misión: comunicarse con Alitalia para cambiar el regreso a Buenos Aires desde allí para el 31. Y rediseñar periplo: ¿Lisboa? Está cerca, hay vuelo y parece que el tema coronavirus no está tan presente. Idea: una semana en Madrid y otra en Lisboa. Imposible comunicarse con Alitalia. Horas. Una vez logrado, la respuesta increíble: el vuelo Roma-Buenos Aires del 31 está activo. No hay razones para reprogramarlo y la compañía no tiene vuelos directos de Madrid a Buenos Aires. Otra vez la incertidumbre. Bueno, a pasear por Madrid y tratar de pensar, aunque la realidad de que el regreso a Buenos Aires no esté, intranquiliza de gran modo. De golpe uno se siente en el limbo: tiene la certeza de que a Roma no podrá volver, pero que tampoco está garantizado el regreso a Buenos Aires....

Volvamos al miércoles a la noche. Se precipita decisión final: volver a Buenos Aires. .Por algún mecanismo subsiste la idea de que, bueno, las vacaciones se frustraron pero por lo menos dos días puede aguantar el regreso... No. La intuición es que no se puede demorar. Se inicia entonces -todo en horas de un mismo día- la odisea de comprar pasaje. Un nuevo pasaje. No hay tiempo para reclamos que se dejarán pendientes. Se elige una compañía y no funciona la compra. Con ninguna de las tarjetas disponibles. Se prueba otra compañía. Igual final. Preocupación creciente. Pedido de ayuda a Buenos Aires. Intento allí con varias tarjetas también fallidos. Ya no aparece vuelo para ese miércoles que antes se veía en jueves. Con mucha anticipación llegada al aeropuerto. Llamado a embarcar. Sentimiento amargo. Si me acabo de ir, ¿cómo es que ya estoy volviendo?

Aterrizaje en Ezeiza a la hora prevista, entrega de la declaración jurada con datos del viajero, fila para escaneo de la temperatura e inicio de la cuarentena. Vacaciones claustrofóbicas.

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