Un reciente informe dejó al descubierto una preocupación que atraviesa a 6 de cada 10 adolescentes argentinos de 15 años: la situación económica como barrera para sus aspiraciones de futuro. El dato central que emerge de este trabajo es claro: la escuela y la formación educativa no alcanzan para compensar las desigualdades socioeconómicas y la falta de orientación vocacional. Los jóvenes miran hacia adelante con deseo de crecer y perspectivas de desarrollo, pero con la sombra del dinero como límite que cercena cualquier plan de progreso individual o colectivo.
Por la situación económica, 6 de cada 10 jóvenes de 15 años ven limitadas sus aspiraciones de futuro
De acuerdo a un estudio que analizó datos de las pruebas PISA 2022, el 63% de adolescentes de esa edad teme no contar con los recursos necesarios para su desarrollo y porvenir. La presión familiar también aparece como un factor determinante, lo que eleva el problema de la falta de terminalidad de los estudios secundarios.
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“Sin plata no hay futuro”: la preocupación que atraviesa a los jóvenes argentinos de15 años.
Dichas conclusiones surgen del estudio titulado “¿Qué piensan los estudiantes de 15 años sobre su futuro y la escuela?”, publicado por el Observatorio Argentinos por la Educación, con autoría de Sandra Ziegler (Flacso Argentina), María Sol Alzú y Víctor Volman, donde analizaron las respuestas de los estudiantes argentinos de 15 años en el cuestionario de PISA 2022 sobre bienestar, orientación y expectativas de futuro, y las compararon con las de los países de América Latina y de miembros de la OCDE.
El trabajo muestra una radiografía de los jóvenes, sus aspiraciones sobre lo que piensan respecto al futuro, al examinar cinco dimensiones: el nivel de información que los estudiantes dicen tener sobre sus opciones después de la escuela; la utilidad percibida de la escuela para el trabajo y para ganar confianza en la toma de decisiones; la presión familiar; y las limitaciones económicas para hacer lo que les gustaría al terminar la secundaria.
Según el estudio, el 63% de los estudiantes de 15 años teme no contar con los recursos económicos necesarios para hacer lo que les gustaría una vez finalizada la escuela obligatoria (ver gráfico 1). Esta cifra supera al promedio de los países de la OCDE (52%) y refleja con crudeza cómo las limitaciones materiales condicionan los proyectos de vida de los adolescentes. El dato se intensifica en los sectores más vulnerables: entre los alumnos del quintil de menor nivel socioeconómico, la preocupación asciende al 67%. La presión económica no solo impacta en sus expectativas, sino que además puede empujar a los jóvenes a adelantar la inserción laboral, resignando estudios terciarios o universitarios. En simples palabras, muchos chicos ya sienten que sus sueños y aspiraciones vinculados a la idea de progreso pueden chocar de frente con la capacidad económica de su lugar de pertenencia y la familia.
Para Sandra Ziegler, doctora en Ciencias Sociales, profesora de la UBA y Flacso y una de las autoras del informe, "de lo que está hablando la encuesta es de cómo ven los jóvenes el futuro y del aporte que la escuela les hace para la construcción de ese futuro", sintetizó.
Ante la consulta de Ámbito sobre los jóvenes y lo que piensan sobre el porvenir en sus vidas, Ziegler aclaró que "hay que tener en cuenta que hoy en día se les abre un abanico de posibilidades muy amplias, en un tiempo donde hay una incertidumbre sobre cómo serán los trabajos del mañana, cómo será el futuro y eso genera interrogantes y por lo tanto es más difícil poder anticipar y proyectar". En ese sentido, para la especialista "podríamos suponer que hay más incertidumbre", puesto que "el segmento joven es el que tiene mayores restricciones en la incorporación en el mercado de trabajo".
Cuando los jóvenes imaginan o piensan su futuro, entra en juego el vínculo entre el mundo educativo y el mundo del trabajo. "Cuando uno mira los índices de desocupación por grupo de edad, la población joven es la que tiene mayor nivel de desocupación y sabemos que las primeras inserciones laborales son muy difíciles de obtener. Entonces es lógico que se ven estos miedos y estos temores", sostuvo la especialista de Flacso. "Las dudas, los interrogantes, podemos verlos como una constante a lo largo del tiempo, no necesariamente esta generación tiene más incertidumbres, digamos, la incertidumbre es una cuestión casi intrínseca de ese segmento de edad en nuestra sociedad", agregó.
El impacto de la situación económica en los planes de futuro de los jóvenes
El informe también muestra otras tensiones. El 47% de los estudiantes reconoce que su familia los presiona respecto a qué camino seguir (ver gráfico 2), cifra que trepa al 55% en los sectores más bajos. Además, aunque el 76% considera que la escuela les brinda aprendizajes útiles para el trabajo, 7 de cada 10 manifiestan sentirse inseguros sobre si están realmente preparados para la vida adulta. En comparación regional, la Argentina no logra despegarse. Mientras que países como Colombia, Costa Rica o Perú reportan niveles más altos de estudiantes que se sienten informados y confiados sobre su futuro, los adolescentes argentinos se muestran más preocupados y con expectativas atravesadas por la incertidumbre económica.
En diálogo con Ámbito, Aurelia Lupis, coordinadora del Observatorio de Gestión en Educación, Ciencia y Tecnología (IGEDECO-UBA), explicó cómo es el impacto de las dificultades socioeconómicas sobre la proyección de futuro de los jóvenes. "Hoy los adolescentes y sus familias atraviesan cotidianamente situaciones de precarización laboral, el aumento del desempleo y la exclusión social. Muchas de esas familias no conocen el trabajo asalariado, ni han experimentado su alcance en tanto que factor de integración social y de construcción de identidad. Porque la crisis no es sólo educativa, también es económica y social", argumentó.
En ese sentido, "los chicos y chicas de la escuela secundaria, en particular los que pertenecen a hogares más vulnerables, perciben claramente estas dificultades. Entonces, sólo pueden pensar en la utilidad de lo aprendido en la escuela en términos de sus posibilidades concretas de obtener un trabajo que les permita superar las limitaciones materiales en las que viven", expresó Lupis. "De ahí que la cosmovisión familiar aparezca como factor determinante en las trayectorias de los jóvenes. En un mundo cada vez más individualista, la dimensión de lo colectivo se pierde, y la familia queda como último refugio", añadió.
La especialista además puso el foco en la fragmentación educativa que surge de "la posibilidad de acceder o no a las nuevas tecnologías termina profundizando esa grieta", dado que "no todos tienen las mismas oportunidades". Según datos de IGEDECO-UBA, el 86,5% de escuelas del país tienen conectividad aunque "ese dato no especifica si llega a las aulas, si sirve para enseñar y aprender, o sólo para tomar lista. Hacer tareas, investigar o tener clases virtuales no es igual en un celular que en una computadora; con datos móviles que con wifi", detalló Ziegler.
Lupis aportó otro dato: sólo el 37% de las escuelas secundarias del país tienen laboratorio de informática, con una disponibilidad mucho mayor en escuelas privadas que en las públicas. "Resulta fundamental ocuparse de la brecha digital de acceso y uso escolar, es decir, con sentido pedagógico y didáctico, para lograr aprendizajes. Porque la escuela puede trabajar en pos de achicar estas brechas, y sin embargo, muchas veces termina profundizándolas", señaló. De este modo, para la especialista "esto resulta muy preocupante de cara al futuro, sobre todo en relación con la inserción laboral de los jóvenes, dado que cualquier puesto laboral hoy requiere el manejo de habilidades mínimas de las TIC. Y aunque eso se aprende en la escuela, la mayoría de ellas hoy no cuenta con los recursos necesarios para preparar a los y las estudiantes para su inserción laboral".
La triple brecha que afecta la inserción de los jóvenes en el mundo del trabajo formal
Por otra parte Gustavo Gándara, director de la Fundación UOCRA (FUOCRA) para la Educación de los Trabajadores Constructores, señaló que en ese proceso del paso del mundo de la escuela secundaria al del trabajo, los jóvenes en edad laboral se enfrentan "a una triple brecha". Según datos de FUOCRA, hay tres dimensiones que impactan de forma negativa en la inserción laboral.
"En principio hay una brecha en la calificación, o sea lo que dicen saber los jóvenes no es reconocido por el mercado de trabajo, básicamente porque esa calificación es nula o muy baja. Una segunda brecha es el problema educativo, donde 7 cada 10 adolescentes no tienen la terminalidad de sus estudios formales y la tercera brecha es tecnológica, por uso y por acceso: por uso en términos de que hay un costo en la conexión que no logra subsanarse (se quedan sin paquete de datos) y obviamente eso determina un acceso precario a la conexión; y después hay una cuestión de uso, no solamente tener un teléfono y acceso te permite entender que una persona tiene el conocimiento mínimo que en términos del empleo se necesita para un ingreso laboral vinculado a las tecnologías. Entonces esta triple brecha hace que dificultosamente se inserten al mercado de trabajo moderno", explicó Gándara en diálogo con Ámbito.
En esa línea, según el director de FUOCRA, a este escenario preocupante "hay que sumarle todos los jóvenes que año a año abandonan o dejan o son expulsados por el sistema de educación media, que casi estamos en el 50%, con lo cual todos los años hay una presión de una nueva tanda de jóvenes que se suman al mercado de trabajo con esta triple brecha".
Respecto a las expectativas de los jóvenes, el clima de época influye directamente sobre cuestiones como el trabajo, lo que generó cambios de forma progresiva que han roto la vieja concepción del "trabajo" como espacio físico y simbólico de las relaciones humanas y el desarrollo personal y colectivo. En momentos donde los derechos laborales, las conquistas sociales históricas del "Estado de bienestar" parecen quedar en el camino fruto de los cambios de las políticas económicas, el futuro no solo se vuelve más incierto sino que además las herramientas para afrontarlo dejan de operar, justamente dejando a las personas expuestas en su individualidad dentro del mercado laboral.
Para Gándara, "desde el punto de vista de las expectativas de los jóvenes tenés una expectativa que se ha construido muy individualista en la cuestión del emprendedurismo, bajo la idea de ´mi propio jefe´, donde manejo mis propios horarios y a eso se suma el desconocimiento de los derechos laborales, de la posibilidad del trabajo en relación de dependencia, los beneficios que eso supone en ese desconocimiento, falta de cultura laboral, también genera una nueva barrera porque obviamente la posibilidad de que yo manejo mis horarios y genero mi propio emprendimiento es una posibilidad para unos pocos, no para la gran mayoría".
"El poco conocimiento sobre el acceso a los derechos laborales, la posibilidad del trabajo regulado, es una deficiencia que con los años se ha venido acrecentando y en esto estamos incluidos tanto los actores sociales como el Estado, ya sea en términos del proceso formativo para generar una cultura del trabajo formal o lo que antes denominábamos la cultura del trabajo, que no está presente en el sistema educativo; y obviamente el propio mercado de trabajo que se rigidiza y no permite que ingresen aquellos jóvenes en términos del acceso formal", remarcó Gándara. En ese sentido, planteó que "la estrategia para acceder a un trabajo del futuro es, claramente, cerrar estas brechas. Y cerrar estas brechas implica sistemas educativos de cara al mundo del trabajo que permitan rápidamente generar puertas de entrada y salida permanente a ese sistema a los fines de que los jóvenes, flexiblemente, puedan ingresar y salir. Y cada vez que salen, tienen una certificación que les permite acercarse mejor al mercado de trabajo", concluyó.
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