“Necesitamos que quien esté soportando el castigo del encierro tenga la posibilidad de prepararse para el día en que vuelva a estar libre. Para esa posibilidad, se necesita que el encierro no sea un hacinamiento que lo vuelva más violento y que el recluso se capacite para encontrar un futuro”, afirmaba el Presidente Alberto Fernández, mientras encabezaba los anuncios de mejoras para el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).
Reinserción laboral: ¿cómo se preparan los presos?
El sistema carcelario está sobrepoblado, hay malas instalaciones, entre otras necesidades básicas insatisfechas de los reclusos.
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El mundo de las cárceles es un universo desconocido para muchas personas, y si bien hay series como El Marginal o Tumberos que nos invitan a espiar aspectos de esa realidad, son solo acercamientos edulcorados y simplistas de una problemática mucho más compleja y profunda. En estos casos la realidad supera a la ficción.
El sistema carcelario está sobrepoblado, hay malas instalaciones, entre otras necesidades básicas insatisfechas de los reclusos. Al cumplir su condena, deben enfrentar el desafío colosal de integrarse de manera productiva a la sociedad y sortear recaer en la delincuencia, es decir evitar convertirse en reincidente. Según datos del SPB en 2018 el 42,7% eran reincidentes, es decir que ingresaron al sistema penal por lo menos dos veces.
Etiquetas sociales y de autopercepción
“Se deshumaniza a los presos cuando se les pone la etiqueta de ladrones o asesinos. El problema más grave es cuando ellos mismos se las ponen y se las creen. Una vez le pregunté a un presidiario qué iba a hacer cuando saliera y me respondió que volvería a ser pirata del asfalto; lo miré y le dije “vos no sos pirata del asfalto, vos eras piratas del asfalto”. Si ellos creen que son piratas del asfalto, van a seguir siéndolo. Ese es el trabajo fuerte: sacarle la etiqueta delictiva. Lo que hicieron no los condena. Hay una frase maravillosa que está pintada en la unidad penitenciaria 1 de Olmos, que dice nadie tiene que tener su pasado como destino”, aseguró Bernardo Bárcena, quien fundó junto a su socio, Alfredo Lambardi, la consultora Experiencia Líderes. Desde 2014, recorrieron más de 70 veces 15 cárceles distintas en Buenos Aires, Chubut, Tucumán y México dictando cursos a los prisioneros sobre liderazgo, creatividad y comunicación.
La autopercepción que tengamos de nosotros mismos condiciona nuestras acciones y por ende hacia dónde vamos y, lo más importante, hacia dónde podremos ir en un futuro próximo. Cuando la persona se encasilla bajo el rótulo de delincuente, su travesía se convierte en un callejón sin salida. El mayor limitante puede ser uno mismo.
El final del artículo 18 de la Constitución Nacional establece: “Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas”. La reinserción laboral y social del recluso debería ser el objetivo final de la prisión. Pero no siempre es así y eso depende mucho de cada persona y de la responsabilidad que asuma de sus actos.
“Siempre está el que tiene excusas, el que dice yo salí a robar para darle de comer a mis hijos. Salí a robar por hambre y no lo quería matar. Nunca nadie tiene la culpa. Pero cuando están encerrados a la sombra, sin familia ni amigos, y alguien te habla de los mandamientos, o sea no robar, no matar, no mentir, te hace reflexionar. Ahí descubrís que algo hiciste mal. Profundizar en el amor de Dios invita a preguntarnos de qué debo hacer para estar bien con Él. Cuando reflexionan sobre el delito cometido y buscan con corazón sincero el perdón de Dios, encuentran la paz y las ganas de cambiar. Esa es la punta del ovillo de un cambio profundo”, afirmó el Padre Guillermo Conti, sacerdote y actual capellán castrense, quien trabajó durante un año y medio en San Rafael con los presos de la cárcel que pertenece al Servicio Penitenciario de Mendoza.
Una salida laboral mientras se cumple la condena
Casi todos los presidiarios sueñan con la libertad y cuentan qué harán cuando salgan. Allí se proyectan sus esperanzas y deseos más profundos, que generalmente están relacionados con la familia, los amigos y los planes que quedaron truncos. El problema radica en que muchas veces faltan años para que esa libertad se concrete, y mantener una actitud pasiva no es ni la única ni la mejor opción. Las cárceles ofrecen educación, talleres y oficios donde pueden encontrar una salida laboral.
“Es difícil reinsertarse laboralmente si no aprovechaste el tiempo en prisión para formarte. Muchos se anotan en la escuela primaria o secundaria para poder salir un rato del pabellón, y luego se entusiasman con el estudio. Otra alternativa son los talleres donde se enseñan oficios, los cuales considero una gran oportunidad. Igualmente, afuera tendrán que hacer muy buena letra porque al primer faltante en un taller o una fábrica, la culpa siempre será del ex presidiario por más que no lo sea. Eso es algo que los persigue de por vida”, aseveró Conti.
Por su lado Bárcena dobla la apuesta, proponiéndoles que ellos mismos generen fuentes laborales: “Son muy pocas las compañías que permiten la reinserción laboral de los reclusos. Es un estigma difícil. Incentivamos a que sean emprendedores y que puedan ser ellos los que contratan gente, en vez de ir a pedir trabajo. Es decir, no depender de la contratación de un tercero, porque si nadie les da trabajo, es probable que vuelvan a delinquir.”
Aquella vieja frase de Karl Marx “el trabajo dignifica al hombre” es cierta, pero lo que faltaría aclarar es qué entendemos por trabajo. “Para los presidiarios salir a delinquir es un trabajo. Si les preguntás de qué trabajan, te responden que salen a chorear pero que a ellos les tocó perder (ir a prisión); como si un trabajador hubiera sufrido en una fábrica un accidente laboral”, contó el Padre.
Fe y coraje: valores importantes para llevar el encierro
“La fe es importante, pues el encierro y a veces la culpa pesan mucho. Una cosa es que estés preso por ratero, otra por estafador y otra muy distinta por asesino. Yo una vez le pregunté a un preso si él podía dormir por la noche, y me dijo que no. Pregunté el motivo y me contó que soñaba con las personas que había matado. Cada noche sus caras y sus expresiones de terror lo atormentaban. La fe dentro de la cárcel es esencial para la rehabilitación del interno”, aseguró el Padre Guillermo Conti, coincidiendo con Bernardo Bárcena en que si no asumen la responsabilidad del delito, no hay posibilidad de un cambio perdurable en el tiempo. Si bien los caminos para descubrirlo son distintos, la esencia es la misma.
Para un presidiario es difícil entender que las realidades se pueden cambiar. Generalmente vienen de una vida muy dura, y al recuperar su libertad se reencuentran con un pasado que los invita a delinquir con mucha facilidad, y un trabajo honesto que les es esquivo. Asimismo, existen los temores propios después de tanto tiempo de encierro. “Quizás son muy agresivos por miedo a lo desconocido. Por ejemplo, algunos cuentan que tienen miedo a los autos, porque no están acostumbrados al tránsito después de tantos años. Todos los códigos son distintos. Reinsertarse es difícil pero posible”, comentó el Padre Conti.
“Ayudamos a las personas a descubrir que tienen el poder de cambiar su realidad si no les gusta tal como está. Inspiramos a las personas y formamos líderes, pero para ser líderes de otros, primero hay que ser líder de tu propia vida”, afirmó el socio de Experiencia Líderes.
Hay que tener en cuenta que los presos son personas que han errado el camino y que deben cumplir con una condena efectiva por el perjuicio ocasionado a la sociedad. Pero si la prisión se transforma en un castigo del que salen más resentidos, tendremos cada vez más y más delincuencia.
Desde la fe, cualquiera sea la religión, o desde el coaching se puede guiar al preso para hacerse cargo de su pasado. La reflexión profunda legitima la transformación, y con las herramientas adecuadas el preso puede ser protagonista de un futuro mejor, porque asumir la responsabilidad habilita esa transformación perdurable en el tiempo.
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