14 de marzo 2023 - 00:00

La odisea de haber sido niño en los años de plomo

Diálogo con el guionista y narrador argentino Wilfredo van Broock sobre su última novela, “Una vida por delante”. con el fondo de la guerra de Malvinas

Van Brook. Autor de la novela de iniciación “Una vida por delante”.
Van Brook. Autor de la novela de iniciación “Una vida por delante”.

Sorprendente retrato de las pasiones y rencores de un adolescente que tiene “Una vida por delante” (Orsai) y alcanzará su destino al ser llevado con sus amigos a combatir en la Guerra de Malvinas, con esta novela entra a la literatura Wilfredo van Broock, un guionista argentino que trabajó para la Fox, hasta de que la comprara Disney, fundamentalmente en las tres temporadas de la serie “Sitiados”, realizadas en Chile, Colombia y México. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Su novela es sobre los problemas de un adolescente en los años de plomo?

Wilfredo van Broock: Yo tenía diez años cuando se retomaba la democracia, así que no tuve esa dura experiencia. En todo caso viví los coletazos, cierta forma de pensar. Aún existía el servicio militar obligatorio, que tendía a unificar a la población masculina en los parámetros de qué es un hombre y qué no. Y los argentinos vivimos un combate real, literal, y una tragedia. No estábamos preparados para eso. Esa etapa es la que vive el chico narrador y protagonista de “Una vida por delante”. Pero, además, la construcción de la propia identidad siempre es difícil. Es un proceso que se sufre, fuera tanto de una clara conciencia personal y de la coyuntura social y política que se viva. Es cierto que no es lo mismo ser un adolescente en los años setenta, independientemente de dónde se estaba, que a partir de la democracia.

P.: El servicio militar era una etapa formativa impuesta, sin reclamos…

W. B.: Sí, pero lo que ningún conscripto imaginó era que le iba a tocar ir a la guerra. Tampoco ningún padre imaginó que podrían mandar a su hijo a la guerra. Eso no aparecía dentro de lo posible. Por eso la novela no narra lo que se viene. Busqué construir un personaje que le permitiera al lector acompañarlo en su proceso, el del florecimiento de una persona que se ve truncado por la guerra. Eso me permitió ponerme en los zapatos del padre, ahora que tengo un hijo que tiene la edad del protagonista.

P.: La novela comienza cuando la familia se va de Tucumán. Para los padres es una aventura vital, para el protagonista el dolor del desarraigo.

W. B.: El narrador considera que los padres hacen un cambio de vida solo por cuestiones de trabajo. No sabe que al padre lo secuestraron y lo largaron. Considera que el desarraigo es algo que le hacen a él. Vive, a los 14 años, la pérdida de su mundo, de los pocos lazos que ha logrado construir. No tiene idea de lo que está pasando, es un adolescente.

P.: ¿El enfrentamiento con los padres hace que los llame “el ingeniero” y “la doctora”?

W. B.: Eso es lo que se vive como otro mandato. Lo que debe aspirar a ser, tener una profesión, un oficio, formarse para eso, o secretamente rebelarse. Tenemos un sistema que forma para ser entes productivos que van a aportar mano de obra al capital, el sistema construye personas funcionales al sistema.

P.: ¿Hasta qué punto es una novela autobiográfica, ya que usted no vivió lo que cuenta el protagonista?

W. B.: Hay una geografía autobiográfica. Yo también partí de Tucumán. Yo viví el desarraigo. Lo que importa es cómo el escritor pone su emocionalidad en la historia que cuenta, su capacidad para poner las emociones en palabras. A partir de eso es imposible no pensar ningún texto como autobiográfico.

P.: ¿Ser guionista lo ayudó en su novela?

W. B.: Me ayudó en que el guionista que sobrevive es el que se entrega, el que hace, el perezoso no dura. O se entrega el guión o se está afuera. No importa lo genial que se sea, se tiene que entregar en el tiempo pactado. Es la condición para ser guionista. Yo vivo de eso. Cuando comenté que “Una vida por delante” me había llevado cinco semanas, me dijeron que era como un atleta de alto rendimiento. Expliqué que después me llevó más tiempo pulirla. La labor de guionista me dio un oficio técnico, una gimnasia que me impulsa a narrar. No sufro con la página en blanco. En ese sentido soy un samurai. La novela me permitió una liberación total, no tuve que lidiar con actores, poner personajes porque hay actores que pertenecen al elenco, considerar los presupuestos, vigilar la estructura de producción. Cuando escribo guiones tengo en la cabeza la estructura, adónde tengo que ir, En la novela la forma en que se desenvuelven las cosas es natural. Sentí que iba viendo la película y transcribiéndola. No hay forma de que un guión sea un trabajo completo. La literatura busca una obra completa en sí misma. Es un hecho que va directo al lector. Para mí “Una vida por delante” fue poder encontrarme con una completitud que no había conocido mientras me pasaba escribiendo guiones.

P.: ¿Qué está escribiendo ahora?

W. B.: Empecé una novela totalmente opuesta, un drama rural que ocurre en los Valles Calchaquíes. Y, como siempre, sigo escribiendo guiones.

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