Se sabe ya que hay dos grandes adicciones en el siglo XXI: el tabaco y el alcohol. Pero, a pesar de eso, no son las únicas. Hay otras que pueden parecer más inofensivas, pero que en el fondo también provocan algunos problemas de salud a largo plazo. La adicción a la comida, sobre todo a las grasas y los dulces, puede ser un gran problema. Y puede repercutir en distintas partes del cuerpo, como en el cerebro.
Cerebro: evitá estos alimentos negativos para la salud
Nuestro cerebro puede verse expuesto a efectos nocivos debido a nuestra alimentación. Enterate cómo estos alimentos pueden afectarnos.
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Según un estudio de la Biblioteca Nacional de Estados Unidos, existe hoy un 14% de los adultos y un 12% de los niños que son adictos a la comida. Principalmente ahora, en época de vacaciones, cuando las personas suelen ser más permisivas en cuanto a los gustos con la alimentación.
No obstante, estos gustos hay que elegirlos con determinada consciencia, ya que consumirlos en exceso tiene un impacto directo sobre el cerebro. Según el estudio, más de la mitad de los alimentos que consumen los adultos en Estados Unidos son ultra-procesados. Por lo cual afectan a los sensores de grasa y azúcar del cuerpo, que son los que miden la liberación de la dopamina.
National Geographic recogió unas declaraciones de Ashley Gearhardt, profesora de psicología de la Universidad de Michigan, EEUU, y miembro de un equipo de investigación sobre la adicción a la comida. En ellas, la especialista explica cómo este tipo de alimentos aprovechan la biología humana para aumentar la necesidad de los mismos.
La profesora sostiene que "no nos damos cuenta de que realmente están matando a la gente, a la par de lo que estamos viendo con el alcohol y el tabaco, que conducen a muertes prevenibles".
Una de las formas más destacadas en las que las comidas afectan al cerebro es a través de la liberación de dopamina. Al igual que sucede con las drogas adictivas, cuando comemos alimentos, terminamos liberando a este neurotransmisor. Y este neurotransmisor, contrariamente a lo que se cree, no aumenta el placer.
Por el contrario, lo que sí hace es animar a la persona a repetir comportamientos que le ayudan a sobrevivir. Por lo tanto, cuanto más dopamina liberamos, más posibilidades hay de repetir el mismo patrón. En el caso particular de la grasa y el azúcar, al consumirlas, los sensores de la boca envían un mensaje para liberar esta dopamina en el cuerpo estriado, una sección que está asociada con el movimiento y el comportamiento placentero.
Según la profesora del Instituto de Investigación Biomédica Fralin de Virginia Tech (EEUU), Alexandra DiFeliceantonio, esto es solo una parte. También "existe un sensor secundario en el intestino, el cual registra la grasa y el azúcar, indicando al cerebro que libere dopamina para esa región", argumentó la especialista.
Los investigadores aún están mapeando cómo se señala exactamente la presencia de azúcar desde el intestino hasta el cerebro. No obstante, sí documentaron cuál es la forma en la que se envía la señal de grasa: al encontrar grasa en el intestino superior, el mensaje se transmite a través del llamado nervio vago.
Los diferentes alimentos ricos en grasas y azúcar pueden llegar a aumentar la dopamina en el corazón del cerebro, hasta un 200% encima de los niveles normales. Esto ocurre de la misma manera con la nicotina y el alcohol, que son las dos adicciones más comunes en Estados Unidos.
Un estudio detectó también que el azúcar aumenta los niveles de este neurotransmisor entre un 135% y 140%, mientras que la grasa los incrementa en un 160%, aunque demora más en hacer efecto. Comparado con algunas drogas como la cocaína, por ejemplo, triplica los niveles normales de dopamina, mientras que la metanfetamina los multiplica por diez.
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