En la búsqueda constante por entender los efectos de la contaminación ambiental en la salud humana, los científicos descubrieron que los plásticos microscópicos, invisibles a simple vista, se infiltraron en prácticamente todos los rincones del cuerpo humano, inclusive alcanzando nuestro cerebro.
Por estos motivos está ingresando plástico a tu cerebro: qué medidas podemos tomar
Como individuos, hay pasos que podemos tomar para reducir nuestra exposición a los microplásticos. Conocé los detalles.
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La presencia de plásticos microscópicos en el cerebro humano plantea desafíos significativos para la salud cerebral a largo plazo y la investigación ya está en marcha.
La omnipresencia de estos fragmentos no es una casualidad. Desde el agua que bebemos hasta el aire que respiramos, los microplásticos se integraron en nuestro entorno cotidiano. Su presencia en los océanos, la tierra y la atmósfera creó una red global que inevitablemente nos expone a su influencia, penetrando en nuestra cadena alimentaria y, en última instancia, en nuestro organismo.
Microplásticos en tu cerebro: qué dice la ciencia
Los científicos aún están desentrañando los mecanismos precisos de cómo los microplásticos afectan el cerebro, pero las similitudes en la acumulación de ciertas proteínas asociadas con enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson, encendieron las alarmas en la comunidad global.
"A nivel de investigación estamos prácticamente ante una hoja en blanco", advirtió la neurocientífica de la Universidad de Rhode Island, Jamie Ross, especialista en ayudar a responder qué provoca el párkinson en casos donde no hay predisposición genética por parte de quien lo sufre.
Plástico en el cerebro: cómo se descubrió
Ross lideró varios experimentos probados en ratones, en los cuales les hizo beber agua con microplásticos que contenían unos marcadores durante tres semanas. Luego de ello, descubrieron que estas partículas traspasan la barrera hematoencefática del cerebro, producen en él un efecto parecido al de las demencias, y manifiestan alteraciones similares a quienes las padecen.
Aunque hasta el momento la información no abunda, los investigadores advierten que hay pruebas concretas sobre el daño que produce el material y que debemos evitar utilizarlo si no es excesivamente necesario.
No solo en nuestro cerebro, también en gran parte del organismo
Un estudio de la Universidad de Newcastle, en Australia, calculó que cada semana penetran en el cuerpo un promedio de 5 gramos de plástico, el equivalente a una tarjeta de crédito. La ingesta se da a través de lo que consumimos o el aire que respiramos.
Su presencia se pudo observar en la placenta, la leche materna, el pulmón, el hígado, el bazo, los riñones, la sangre. Los investigadores los denominan microplásticos cuando su diámetro es inferior a 5 milímetros (mm) y nanoplásticos cuando es menor de 0,001 mm.
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