25 de mayo 2006 - 00:00

Apertura y seguridad, las cartas de Uribe

El presidentecolombiano,Alvaro Uribe,es uno de losmás firmesaliados deEstadosUnidos enSudamérica.Pese a eso,ha logradomantenerrelacionesrazonablescon elvenezolanoHugo Chávez.
El presidente colombiano, Alvaro Uribe, es uno de los más firmes aliados de Estados Unidos en Sudamérica. Pese a eso, ha logrado mantener relaciones razonables con el venezolano Hugo Chávez.
Bogotá- Tras cuatro años de gobierno del presidente Alvaro Uribe, quien aspira a su reelección el domingo, no sólo la economía se abrió más, sino que el espectro político se amplió, quizás por la misma polarización que genera el mandatario. En Colombia ha mejorado la economía y el desempleo bajó, y se incrementó la confianza y la sensación de seguridad, cuya consolidación está pendiente, pero persisten altos niveles de pobreza y poca equidad en la distribución de la riqueza.

El hecho de que ahora, por primera vez en el país, haya la posibilidad de reelegir al mandatario en funciones, modificó el tradicional esquema de las campañas electorales.

Durante estos cuatro años de la presidencia de Uribe se abrió el espectro político, en el que apareció con cierta fuerza el Polo Alternativo Democrático (PAD), de izquierda, mermando el control que ejercían los partidos tradicionales.

Con el fortalecimiento del PDI, cuya consolidación está aún en ciernes, los dos partidos tradicionales, el Conservador y el Liberal, se han resentido. El primero con un gran descenso en las urnas por mantener el apoyo a Uribe, y el segundo, al que perteneció el presidente, ha perdido influencia y votantes.

El «uribismo», conformado por distintos movimientos, intenta consolidar un nuevo partido en medio de disputas de liderazgo entre sus jefes.

  • Incertidumbre

    Sobre los acuerdos con las organizaciones paramilitares ilegales de ultraderecha prácticamente ejecutados, se mantiene aún la incertidumbre sobre el futuro que seguirán muchos de los cerca de 32.000 combatientesque se desmovilizaron. Incertidumbre que pesa también sobre la capacidad del Estado para llevar a buen término ese proceso y la eficacia que tendrá la Ley de Justicia y Paz para garantizar los derechos de las víctimas a la justicia, la verdad y la reparación.

    La suerte de millares de secuestrados por las guerrillas izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Ejército de Liberación Nacional (ELN) es también incierta, pese a los esfuerzos de varios países para hallar una salida humanitaria a ese grave asunto, sobre el que han pasado varios gobiernos.

    El crecimiento de la economía es ahora de 5,13%, tras superar la grave crisis de fines del siglo pasado; el desempleo cayó a 13%, aunque con un empleo en extremo precario de 31%, y la inflación está por debajo de 5% interanual. Este año termina el último acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, para sanear las finanzas públicas y garantizar el pago de su deuda.

    Fueron varias las reformas tributarias y reestructuraciones en el Estado, que implicaron el despido de millares de trabajadores estatales y de privatizaciones en los últimos cuatro años, para cumplir con el FMI.

    Por primera vez el país supo lo que era una revaluación del peso y sus efectos -buenos y malos- sobre la economía, una situación desconocida por las últimas generaciones, para las que la devaluación de la moneda local era habitual. La apreciación de la moneda sirvió para obligar al aparato productivo a volverse mucho más eficiente y dejar de depender, únicamente, de los mayores pesos que, año a año, por muchas décadas, le reportaba la devaluación a quienes exportaban, o protegía el mercado a quienes sólo producían para el consumo local.

    El Tratado de Libre Comercio (TLC), que terminó de negociarse con EE.UU. a comienzos de este año, fue quizá el principal blanco de las críticas al gobierno, críticas por los supuestos efectos adversos sobre el empleo y la producción nacional.
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