Aval judicial a la reforma laboral. Chirac define hoy
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El presidente de Francia, Jacques Chirac, se encuentra en una encrucijada. La salud económica del país y la suerte de su delfín, el premier Dominique de Villepin, requieren la ratificación de la reforma laboral. Pero la violencia acecha.
Fuentes próximas al gobierno francés afirman que el jefe de Estado tiene decidido promulgar la ley y confirmar así su firme apoyo al primer ministro, Dominique de Villepin, impulsor del polémico contrato y quien decidió no ceder a la presión de la calle.
Chirac podría también reenviar el texto al Parlamento. Se espera, de todos modos, que ofrezca abrir inmediatamente negociaciones con las organizaciones sociales.
Los sindicatos y estudiantes exigen el retiro del CPE como condición previa para negociar con el gobierno y piden a Chirac que asuma el papel de moderador ante la intransigencia de De Villepin, incluso que ejerza sus prerrogativas para una segunda deliberación en el Parlamento.
Según afirmó ayer la prensa-local, el primer ministro amenazó con dimitir si el presidente no promulga sin rodeos la ley que instaura el CPE.
De Villepin, considerado un delfín de Chirac de cara a las elecciones presidenciales de 2007, se mantuvo inflexible respecto del controvertido contrato, una postura distinta de la de su colega de gabinete, ministro del Interior y presidente del partido en el poder UMP, Nicolas Sarkozy.
Posible rival de De Villepin en las elecciones, Sarkozy no descartó la posibilidad de suspender la medida para dar lugar a negociaciones de fondo.
Durante toda la jornada de ayer, estudiantes universitarios y de secundaria que se oponen a la reforma laboral de De Villepin -que autoriza la contratación de menores de 26 años sin derecho a indemnización por despido durante 24 meses- mantuvieron la presión sobre el gobierno con cortes de calles, carreteras y ocupación de establecimientos educativos a pocos días de otra jornada de protesta, anunciada para el 4 de abril.
Bloqueos en los accesos de autopistas y cierres de puentes provocaron decenas de kilómetros de embotellamientos y caos en la capital del país y las principales ciudades. También varias estaciones de tren, especialmente en Marsella (Sur) y en París, fueron tomadas por estudiantes.




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