Washington (EFE, AFP, Reuters, ANSA) - La reforma migratoria fracasó ayer en el Congreso estadounidense, dejando en el limbo a millones de indocumentados que viven actualmente en el país y asestando un duro golpe al presidente George W. Bush, que quería convertir el proyecto en uno de los hitos de su mandato.
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«Estoy muy decepcionado por no haber podido hacer aprobar esta ley», afirmó el jefe de la mayoría demócrata Harry Reid, quien retiró del Senado el proyecto de reforma, tras la negativa de la Cámara de cerrar el debate para pasar a la votación final.
«Creo que se trata de una victoria para el pueblo estadounidense», replicó el republicano Jim Demint, el más férreo adversario del proyecto que preveía regularizar a los 12 millones de indocumentados que viven en el país y otorgar 4.400 millones de dólares para la seguridad fronteriza.
Tras el fracaso, todas las miradas se dirigieron hacia Bush, que trató hasta última hora de convencer a los senadores de su Partido Republicano de apoyar una reforma que prometió a sus electores hace más de tres años, al iniciar la campaña electoral para la reelección, que consiguió en noviembre de 2004. En su primera reacción, el presidente no disimuló su malestar: «El fracaso del Congreso para hacer algo constituye una decepción», explicó Bush, cuyo liderazgo quedó en tela de juicio por su falta de control sobre su partido, que también empieza a cuestionar seriamente su política en Irak.
«Muchos de nosotros trabajamos duro para ver si podíamos lograr un terreno común. No funcionó», lamentó el mandatario, quien llamó al Congreso a unirse a partir de setiembre para aprobar otras leyes importantes.
El proyecto de reforma migratoria dependía de una frágil minoría en el Senado y había sido severamente criticado por parte de los republicanos, que lo tildaron de «amnistía» para los indocumentados, y también por sectores demócratas e hispanos, que lo consideraban insuficiente.
El proyecto de ley incluía la regularización de los estimados 12 millones de indocumentados, la creación de un sistema de contratos temporales para futuros inmigrantes y 4.400 millones de dólares para reforzar el control de la frontera con México.
Por su parte, el presidente de México, Felipe Calderón -de cuyo país salen la mayoría de los inmigrantes que viven en EE.UU.- dijo que «el Senado comete un grave error al no reconocer un problema que está ahí y al evitar con su decisión darle una solución sensata, racional y legal al problema migratorio que no se puede resolver simple y sencillamente con discursos», dijo el mandatario.
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