Dick Cheney murió a los 84 años y con él se apaga una figura que moldeó buena parte de la política reciente de Estados Unidos. Fue considerado uno de los hombres más poderosos detrás del trono, tanto en su rol de Secretario de Defensa durante la Guerra del Golfo Pérsico como en su paso por la vicepresidencia durante el gobierno de George W. Bush. Su nombre quedó asociado a decisiones que cambiaron el rumbo del siglo XXI, desde la invasión a Irak hasta la “guerra contra el terrorismo” que definió la era post 11 de septiembre.
Dick Cheney, de la guerra del Golfo Pérsico y la invasión a Irak a enfrentamientos con Donald Trump: sus mayores polémicas e influencias en EEUU
El exvicepresidente estadounidense marcó la política exterior de su país y protagonizó duros choques dentro del Partido Republicano.
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Cheney estuvo ligado a todas las guerras e invasiones durante las presidencias de Bush padre e hijo.
Cheney fue un político astuto, reservado y polémico. Su estilo duro y su visión intervencionista le valieron tanto admiradores como detractores. Fue señalado como el gran arquitecto de la invasión a Irak, acusado de manipular informes de inteligencia y de silenciar voces críticas dentro del propio gobierno. Aun así, siempre defendió sus decisiones como necesarias para proteger la seguridad nacional.
En sus últimos años, el exvicepresidente mantuvo un perfil más bajo, pero no perdió su influencia ni su capacidad para generar titulares. Su enfrentamiento con Donald Trump lo posicionó como uno de los pocos republicanos de alto rango dispuestos a romper filas y denunciar al presidente, a quien consideraba una amenaza para la democracia estadounidense.
La influencia de Dick Cheney en la invasión a Irak
Durante el gobierno de George W. Bush, Cheney se convirtió en una voz clave a favor de la invasión a Irak en 2003. Insistió en que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva y mantenía vínculos con Al Qaeda, pese a la falta de pruebas concretas. Detrás de escena, presionó para que la Casa Blanca actuara rápido, convencido de que una intervención era la única forma de evitar futuros ataques.
Su rol no era nuevo: en 1991, como Secretario de Defensa de George H.W. Bush, Cheney había coordinado la operación militar que expulsó a las tropas iraquíes de Kuwait. Aquella experiencia lo marcó. Muchos años después, su visión fue más ambiciosa: eliminar a Hussein y redibujar el mapa político de Medio Oriente.
Los informes del Congreso y de la CIA posteriores revelaron que las justificaciones de la guerra estaban basadas en inteligencia defectuosa, y las consecuencias fueron devastadoras: cientos de miles de muertos, millones de desplazados y una región sumida en el caos. Cheney, sin embargo, nunca se retractó. “Lo volvería a hacer”, dijo en una entrevista, reafirmando su convicción de que Estados Unidos debía actuar con mano dura frente a sus enemigos.
Cheney, vicepresidente de Bush, acusado de filtraciones
El poder de Cheney no sólo se sintió en decisiones militares. Durante su vicepresidencia, quedó envuelto en el llamado caso Plame, un escándalo que puso en jaque la credibilidad de la administración Bush. En 2003, se filtró a la prensa la identidad de Valerie Plame, agente encubierta de la CIA, luego de que su esposo cuestionara públicamente los argumentos que justificaban la invasión a Irak.
El episodio derivó en una investigación federal. El jefe de gabinete de Cheney, Lewis “Scooter” Libby, fue condenado por perjurio y obstrucción a la justicia, aunque el propio Cheney nunca fue acusado formalmente. Para muchos, el caso mostró hasta qué punto su entorno estaba dispuesto a usar métodos agresivos para proteger la narrativa oficial sobre Irak.
La propia Plame lo acusó de haber puesto en riesgo la seguridad nacional para castigar a un crítico. Y aunque Cheney negó cualquier implicación directa, su figura quedó asociada a una cultura de secretismo y manipulación política que caracterizó a la Casa Blanca en esos años.
Los enfrentamientos de Dick Cheney con Donald Trump
Con el paso del tiempo, Cheney se convirtió en un inesperado opositor dentro de su propio partido. En plena era Trump, su voz resonó fuerte. En 2022, grabó un video para apoyar la campaña de su hija Liz Cheney —una de las principales críticas de Trump— y lo calificó como un “cobarde” que “intentó robar una elección”.
El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 fue el punto de quiebre. Cheney consideró aquel episodio como una amenaza directa a la democracia estadounidense y se distanció completamente del exmandatario. Incluso llegó a declarar que votaría por la demócrata Kamala Harris antes que por Trump, un gesto impensado para alguien con décadas de lealtad republicana.
Trump, fiel a su estilo, respondió con insultos y calificó a Cheney de “reliquia del pasado”. Pero el exvicepresidente mantuvo su postura, advirtiendo que el partido corría el riesgo de perder su identidad si seguía bajo el liderazgo de Trump.
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