Jair Bolsonaro tiene una idea extraña de la democracia. No debe sorprender, entonces, que amenace con excluir del Mercosur no ya a un gobierno argentino en funciones sino a uno que todavía debe pasar por el tamiz de la voluntad popular. Más que actos -que para ser penalizados deberían, primero, ocurrir y, luego, ser violatorios de las normas del bloque y del imperio de la ley-, lo que él detesta son las ideas que lo contradicen.
Un absurdo para presionar a Alberto Fernández que inquieta a la propia industria brasileña
Pretende reducir de golpe a la mitad el arancel externo común del Mercosur. El presidente de la entidad que nuclea a ese sector en Brasil le dijo a Ámbito que la apertura debe ser gradual y consensuada.
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Así se mostró este miércoles desde Japón, al advertir que promoverá la suspensión de la Argentina en caso de que Alberto Fernández gane los comicios del domingo y, luego, rechace su propuesta de una radical apertura comercial del bloque, algo que, dicho sea de paso, puso en vilo al propio empresariado brasileño.
El presidente de la Confederación Nacional de la Industria (CNI), Robson Braga de Andrade, le dijo a Ámbito que “la industria ha apoyado activa y públicamente la apertura comercial desde 2012. Estamos a favor de la apertura, pero con diálogo y transparencia”.
“Ni la industria ni el Congreso Nacional pueden quedarse fuera de ese debate dado su enorme impacto sobre los estados y los municipios industriales”, añadió.
El excapitán del Ejército no reparó en que un país soberano tiene derecho a fijar sus políticas y hacerlas valer en un mercado común en el que cada miembro cuenta con un voto. Debería, en todo caso, emular a su ministro de Hacienda, Paulo Guedes, quien con igual motivación pero algo más de lógica habló en su momento de la posibilidad de que Brasil abandone el bloque si este no lo sigue en su ímpetu aperturista.
Para hablar de una posible suspensión de la Argentina evocó el antecedente de Paraguay en 2012, cuando se aplicó la cláusula democrática por la realización de un juicio político exprés a Fernando Lugo, considerado abusivo por los demás países. Ahora el causal sería otro: oponerse a una propuesta suya, algo a lo que, cabe reiterar, cualquier miembro tiene pleno derecho.
Fernández ya tuvo algunos cruces fuertes con el presidente de Brasil y se arrepintió públicamente de eso. En su entorno cuentan que pretende tener con este una relación de Estado, desideologizada y mutuamente provechosa. Confiesan, sin embargo, que no tienen idea de si eso será posible. Gestos como el de este miércoles hacen pensar que no.
¿Qué quiere hacer Bolsonaro con el Mercosur durante su actual presidencia pro tempore? Tres cosas: una, que cada país pueda negociar acuerdos de libre comercio con terceras partes a diferentes velocidades; dos, que una vez alcanzado un tratado, un país pueda aplicarlo antes que los demás; y tres, reducir de manera drástica el Arancel Externo Común (AEC), algo que cambiaría de un día para el otro las perspectivas de los sectores industriales de los países miembros, en especial de los que más tienen para perder en ese sentido: Argentina y Brasil.
Es impensable que un eventual gobierno peronista acceda a las versiones más radicales de esas tres iniciativas, lo que augura tempestades en el bloque, pero la última de ellas es la más delicada. Para Fernández, la recuperación de la industria tras su colapso en la era de Mauricio Macri es una de las bases de su consigna de “volver a encender la economía”.
En la puja en ciernes, el presidenciable del Frente de Todos cuenta, como se dijo más arriba, con un aliado valioso y, además, brasileño: el propio sector industrial de ese país.
Las empresas nucleadas en la Federación de Industrias de Estado de San Pablo (FIESP) son las más proclives, por su gran escala y sus posibilidades de jugar en las grandes ligas, a una apertura fuerte, a la chilena. Sin embargo, por poderoso que sea, San Pablo, no agota en sus fronteras a la industria brasileña, que tiene otros eslabones, muy importantes también aunque necesitan que cualquier apertura sea gradual para no sucumbir ante la competencia asiática en general y china en particular, además de la estadounidense y la europea.
Ese equilibrio entre sectores regional y económicamente diversos es el rol de la entidad madre del sector, la CNI, que incluye a la FIESP y a las federaciones de los otros 26 estados.
El recorte del AEC que el exmilitar propone (¿impone?) a nivel de discusiones técnicas es en promedio del 50%. Por caso, llevaría la protección para los productos industriales en general del 13,6% a una media del 6,4%, mientras que, por caso, la de un sector sensible en términos de empleo, el textil, del 35% al 12%.
De acuerdo con un estudio contratado por la CNI y realizado por el Centro de Estudios de Política de la Universidad de Victoria (Australia), “un corte abrupto del 50% (del AEC) reduciría el PBI (de Brasil) en por lo menos 10 de los 23 sectores industriales hasta 2022, perjudicando la retomada del crecimiento y la reducción del desempleo”, le dijeron a este diario en la entidad, donde aclararon que dicha casa de estudios “es referencia mundial en estudios de comercio internacional”.