8 de abril 2005 - 00:00

Los cardenales italianos, una fuerza dividida

Roma - La hipótesis de un papa italiano ha adquirido relieve en los tiempos de la sede vacante. Cuestión de números -20 cardenales-, de influencia y de tradición, pero el liderazgo tricolore tiene que sobreponerse a un buen número de obstáculos.

Empezando porque la proclamación de Juan Pablo II ha roto 455 años de hegemonía. Es decir, que una vez interrumpida la costumbre italiana resulta bastante natural que su heredero también provenga del extranjero. No sólo porque los italianos son una minoría (17%) respecto de las restantes nacionalidades en liza. También porque Karol Wojtyla ha iniciado el camino de la universalidad de la Iglesia, despojándola de la romanidad y cultivándola lejos del localismo que había caracterizado muchos siglos de gobierno.

• Riesgo

Superado este inconveniente de partida, los purpurados italianos se arriesgan a malograr la candidatura de un compatriota por falta de consenso. Veinte votos pesan mucho en un cónclave de 117, pero pesan poco si comienzan a proliferar las facciones, los clubes y las tendencias dentro del microcosmos italiano.

Ya sucedió cuando sobrevino la elección de Juan Pablo II
. Había en juego dos grandes aspirantes italianos: el conservador Siri y el progresista Benelli, pero la división interna de sus eminencias condujo a la elección de un candidato polaco.

El escarmiento podría servir de lección en las reuniones de la Capilla Sixtina para recuperar las llaves de San Pedro. El problema es que la lista de papables italianos es demasiado numerosa como para consensuar con certeza una apuesta única.

Sirvan como ejemplo los nombres recurrentes y ubicuos de
Angelo Sodano, Giovanni Battista Re,Angelo Scola, Camillo Ruini, Ennio Antonelli y Dionigi Tettamanzi. No aparece en las quinielas la figura humanística e intelectual de Carlo Maria Martini, pero el cardenal jesuita, tantos años considerado papable y ahora retirado en Jerusalén, sí podría convertirse en una especie de inductor en el trance del voto y en una referencia de opinión para la elección del candidato más adecuado.

«Los italianos se conocen muy bien entre ellos», señala el vaticanista
Marco Politi («La Repubblica»). «Están divididos en varias tendencias, a veces con antipatías recíprocas cortésmente disimuladas. Nunca debe pensarse que los italianos sean un bloque compacto. Ahora bien, si se busca un pontificado menos dramático que el de Wojtyla, son bastante idóneos. Por flexibilidad, por capacidad diplomática, por la predisposición a hacer las reformas graduales, como la descentralización de la Iglesia y la idea de conceder más poder a los episcopados. Conocen bien la máquina de la Curia.»

Bien, un papa italiano. Pero ¿cuál?
Curiosamente comienza a declinar la estrella de los cardenales plenipotenciarios que estuvieron muy cerca del Papa y que multiplicaron su poder en los tiempos de agonía.

Monseñor Sodano, ex secretario de Estado, se ha quemado bastante a la sombra de Juan Pablo II, mientras que Giovanni Battista Re, ex prefecto de la Congregación para los Obispos, tiene que medir sus fuerzas delante de dos colosos: Dionigi Tettamanzi y Angelo Scola.

El primero es el favorito de las casas de apuestas británicas -lo pagan casi 5 a 1-, pero sobre todo acredita una sólida experiencia pastoral, conoce de memoria la doctrina, posee un carisma cálido y tiene los pies en la realidad contemporánea. El segundo, patriarca de Venecia, como Juan Pablo I, se ha convertido en un interlocutor con el mundo laico, se ha cuajado en la vida parroquial y es un solidísimo teólogo.

¿Suficiente? Las dudas abren las posibilidades de otros compatriotas, como el arzobispo de Florencia,
Ennio Antonelli, o Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal, aunque unas y otras eminencias tienen que echar las cuentas en el cónclave de la historia contemporánea menos asequible al poder azzurro.

Ahí están las estadísticas y los porcentajes. En 1978, fecha de los cónclaves que alumbraron a Juan Pablo I y a Juan Pablo II, los italianos constituían 25% de los electores. Menos aún de cuantos tomaron parte en el cónclave que eligió a
Pablo VI (35%) y de cuantos votaron a Juan XXIII (32%).

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