Lula terminó de perder la paciencia con Chávez
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Cada vez más desbocado, Hugo Chávez ya representa algo
mucho peor que un vecino molesto para Brasil. Su enfrentamiento
con EE.UU. y su alianza con Rusia llevaron a Lula
da Silva al estallido: «No queremos una nueva Guerra Fría
en la región», dijo.
En cambio, apenas pudo ablandarse la tirantez del brasileño hacia el venezolano. Es que en menos de 60 días hubo tres intromisiones gruesas del venezolano en asuntos hemisféricos liderados por Brasil. Se apareció como invitado de último momento en la cumbre de Riberalta (18 de julio, entre Lula y Morales) y en la bilateral económica de Buenos Aires a principios de agosto, cuando el brasileño desembarcó con 300 empresarios en la Argentina. Pero la tercera de Chávez, la de juntar la tropa de presidentes de la Unasur a espaldas de Lula, no fue la vencida.
Durante el último fin de semana, el verborrágico líder de Venezuela puso otra vez el pie en el acelerador. «La cooperación con Rusia es indispensable para el desarrollo económico de América latina», dijo. Desde la Cancillería brasileña enseguida se dejó trascender que nuestra región, con problemas propios, no necesitaba de un Chávez «importador» de otros conflictos. Un circunloquio para referirse a trasladar una supuesta Guerra Fría entre EE.UU. y Rusia a Sudamérica. Por si cabía alguna duda, Itamaraty reforzó el concepto en un «off» que publicó «O Estado de Sao Paulo»: la región no será el «escenario de una nueva Guerra Fría: si no queremos a los norteamericanos (en referencia a la IV Flota que navega frente a las costas de Centro y Sudamérica), tampoco a los rusos (cuya flota del Artico ayer soltó amarras rumbo a aguas caribeñas para hacer ejercicios conjuntos con la Armada venezolana)».
Más allá de lo coyuntural, «guerra» y «economía» son las dos palabras clave en esta discusión en curso entre Caracas y Brasilia. Venezuela ya adquirió armamento ruso por u$s 4.000 millones (24 cazas Sukhoi 30-MK2, 53 helicópteros MI 35M y 3 MI-26T, 100.000 fusiles Kalashnikov), y estaría por concretar en la visita de Chávez a Moscú de esta semana la compra de sistemas antiaéreos, vehículos blindados -incluido el BMP-3 de transporte de tropas- y aviones de combate Su-35 a fabricarse en 2010.
Pero Brasil también tiene sus propios contratos de defensa con los rusos. En abril firmó con ellos un convenio de cooperación tecnológica en industria bélica que contempla el desarrollo de un vehículo para el lanzamiento de satélites y el uso pacífico de energía nuclear. Hasta ahora, Moscú busca molestar a Washington meneándole el crucero nuclear Pedro el Grande, que navega hacia el Caribe, o los dos aviones Tupolev TU-160 que operaron durante una semana en Venezuela. O controlando el narcotráfico en Bolivia, después de que Morales echara a la DEA y al embajador norteamericano. Hasta ahora, Chávez se postuló como «peón» de una Rusia a la que EE.UU., según «The Economist», todavía trata como potencia convaleciente. Es en este peligroso juego donde Brasil puede ver deshecho su contrato con los rusos, uno de los pocos que transfieren tecnología en el momento de vender material bélico.
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