Washington - Como magnate de bienes raíces y político, Donald Trump siempre quiso romper las reglas y dar espectáculo. Ahora, en el caso de Irán, sigue el mismo patrón, sólo que esta vez como comandante en jefe de la mayor fuerza militar del mundo.
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En la mira. Donald Trump, en la foto junto a su esposa Melania, es objeto de graves amenazas de numerosas milicias proiraníes de Medio Oriente.
Ya sea en los negocios de rascacielos o conduciendo una guerra comercial con China, Trump se asemeja a un extravagante y altamente impredecible jugador de póker. Como dijo en su libro autobiográfico El arte del trato, representar ese papel lo emociona.
“El dinero nunca fue una gran motivación para mí, sino como una forma de mantener la puntuación. La verdadera emoción está en disputar el juego”, escribió.
La diferencia ahora es que está jugando con aviones no tripulados, aviones de combate, misiles crucero y otros naipes letales en un juego que amenaza con sumir a Estados Unidos en otra guerra en Medio Oriente.
Con el sorpresivo ataque aéreo del viernes pasado contra una figura clave de Irán, el general Qasem Soleimani, fuera del aeropuerto de la capital iraquí, Bagdad, Trump pateó una vez más el tablero y disparó la alarma en sus críticos.
Ese ataque fue “tremendamente contraproducente”, según John Mueller, experto en política exterior de la Universidad Estadual de Ohio.
Soleimani ha sido uno de los principales enemigos de Estados Unidos durante dos décadas de conflicto en la región. Sin embargo, se dice que los predecesores de Trump, Barack Obama y George W. Bush, desecharon la idea de matar al jefe de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución por temor a las consecuencias.
Como hombre clave de Teherán para la red regional de amplio alcance de sus alianzas militares oficiales y encubiertas, más que un general Soleimani era una de las figuras más importantes de Irán.
Su asesinato, dijo Mueller, “va a unificar a la gente del lado de los mulás”, los líderes religiosos, justo cuando su régimen teocrático, profundamente antiestadounidense, es cada vez más impopular.
Trump, como siempre, se declaró libre de tales preocupaciones.
“¡Deberían haberlo eliminado hace muchos años!”, expresó el Presidente en su cuenta de Twitter poco después del asesinato.
“El general Qasem Soleimani ha matado o herido gravemente a miles de estadounidenses durante un período prolongado de tiempo, y estaba conspirando para matar a muchos más... ¡pero fue atrapado!”, señaló.
Trump justificó su guerra comercial con China de la misma manera. Durante décadas, otros presidentes fueron demasiado débiles para atreverse a asumir las prácticas comerciales desleales de Pekín, afirmó el magnate.
Con Corea del Norte, dotada supuestamente de armas nucleares, otro dolor de cabeza de política exterior de EE.UU. por largo tiempo, Trump nuevamente arrojó un precedente. Tras haber amenazado por primera vez con “fuego y furia” a la aislada dictadura comunista, declaró al líder Kim Jong-un como un buen amigo, apostando a que su propio carisma y su toque personal tendrían éxito donde las políticas más duras habían fracasado.
Los resultados en ambos casos son mixtos. Se ha declarado un deshielo en la guerra comercial, pero China está lejos de reformar su economía, mientras que Corea del Norte aparentemente es más amigable, pero ha consolidado constantemente su poderío nuclear.
Ahora, el drama de Irán muestra la doctrina Trump aplicada por primera vez en una crisis con el riesgo real de guerra inminente. Y sus detractores están nerviosos porque temen que los lleve hacia un desastre.
“El momento que todos temíamos probablemente ya esté sobre nosotros”, tuiteó el senador demócrata Chris Murphy.
“Un presidente inestable en su camino, en pánico, cuyos asesores experimentados han renunciado y apenas quedaron los novatos aduladores, asesinando a líderes extranjeros, anunciando planes para bombardear a civiles. Una pesadilla”, subrayó el legislador.
La principal líder demócrata en el Congreso, Nancy Pelosi, ha anunciado planes para controlar las acciones militares de Trump (ver pág. 16).
Sin embargo, los partidarios del Presidente dicen que su estilo contundente y su política de toma de riesgos son exactamente lo que Estados Unidos necesita.
“Esto se había retrasado mucho”, dijo Thomas Spoehr, un teniente general retirado del Ejército que dirige estudios de defensa en el grupo de expertos Heritage Foundation.
“La reputación de Estados Unidos, su respeto en lugares como Oriente Medio, depende de nuestra capacidad de defendernos”, dijo. “Cuando las personas cruzan las líneas rojas estadounidenses saben que habrá una respuesta”, argumentó.
Spoehr citó el traslado por parte de Trump de la embajada de EE.UU. en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, un gesto visto por gran parte del mundo como altamente provocativo para los palestinos, como una prueba más de que el presidente tiene los instintos correctos. Las predicciones de que el cambio “incendiaría la región” resultaron descabelladas, sostuvo Spoehr, quien agregró que Trump “no se autolimita a la sabiduría convencional normal”.
Agencia AFP
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