El 13 de julio del año 2000, en plena crisis económica, José María Sánchez abría el primer local de Las Medialunas del Abuelo en Belgrano, con una propuesta simple pero original: vender medialunas recién horneadas, a precios populares, en formato exclusivo y con delivery propio. Ese concepto encontró rápidamente su público y se convirtió en marca. Hoy, su hijo Adrián Sánchez lidera el regreso a la Ciudad de Buenos Aires, con un modelo renovado que busca recuperar visibilidad sin perder el espíritu original.
El negocio detrás de la medialuna: la marca que vuelve a Capital con sabor conocido y estrategia nueva
Las Medialunas del Abuelo relanza su presencia en CABA con franquicias accesibles, locales más chicos y producción optimizada, sin perder su esencia artesanal.
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Las medialunas son el producto insignia de la firma pero también cuenta con una amplia variedad de panificados.
“Si no estás en Capital, la gente piensa que la marca desapareció”, explica Adrián, actual dueño de la empresa, que sigue trabajando junto a su padre en el día a día. En realidad, la compañía nunca dejó de operar: mantuvo sus operaciones activas en la provincia de Buenos Aires, con una red estable de franquicias. Pero volver a CABA implica más que geografía: es volver a la conversación pública, al consumo urbano visible y a una identidad reconocible.
El nuevo plan incluye franquicias más accesibles, locales chicos adaptados a la infraestructura actual, con hornos eléctricos en lugar de gas, y producción centralizada de medialunas congeladas, lo que permite optimizar los procesos sin perder calidad. “Es el mismo producto, pero con un proceso más eficiente. El sabor sigue igual”, aclara Adrián.
Modelo low cost y franquiciados presentes: la nueva receta del negocio
La nueva etapa se apoya en un esquema ajustado al contexto: la franquicia cuesta u$s25.000, e incluye todo el equipamiento necesario para empezar a operar. A eso se suma la adecuación del local, que queda a cargo del franquiciado. “No ganamos vendiendo franquicias. Nuestro negocio es vender medialunas. Por eso buscamos emprendedores que estén al frente del local”, sostiene.
La recuperación de la inversión se estima en 12 a 18 meses, dependiendo del perfil de quien la opera. En general, se trabaja con dos empleados, y si el franquiciado no está en el día a día, se suma un tercero. Hasta el momento, las ventas superaron las expectativas: “El primer local nuevo, en Almagro, vendió 100 docenas en el primer día, y 180 a la semana”, cuenta Adrián. Luego abrieron Palermo Hollywood y otro punto en Almagro, y esperan completar una tanda de 10 aperturas en Capital.
La empresa acompaña a cada franquiciado con una capacitación de tres días en la planta de Mataderos y asistencia personalizada durante la apertura, para asegurar una operación eficiente desde el inicio. A eso se suma el fuerte impulso de las aplicaciones de delivery: “En zonas como Palermo, las apps te pueden duplicar la venta diaria”, explica.
Identidad, memoria y un precio que resiste en tiempos difíciles
En un contexto de consumo restringido, la empresa apuesta a su mayor fortaleza: una marca reconocida, con historia, y un precio accesible. Hoy, la docena simple cuesta $7.000 y la especial, $9.500, con una calidad que sigue siendo artesanal, pese a ciertas modernizaciones de proceso. “Sobrevivimos a todas las crisis. Muchos competidores quedaron en el camino. Nosotros seguimos”, destaca Adrián.
El catálogo actual supera los 50 productos, desde medialunas y facturas clásicas hasta pepas, palmeritas, alfajores y budines. Todo se elabora en su planta propia con 140 empleados. El cambio más reciente fue pasar de producto fresco a congelado, lo que redujo mermas y permitió mejorar la logística de distribución. “El producto final es el mismo, pero llega mejor a cada local”, detalla.
Con presencia en otras ciudades como Mendoza, la firma proyecta expandirse en Córdoba y Santa Fe a partir de 2026. Incluso evalúan volver a probar suerte en el exterior: ya tuvieron una franquicia en Miami, que funcionaba bien pero debió cerrar por cuestiones personales del franquiciado. “Nos gustaría volver a crecer afuera. Hoy estamos más preparados”, asegura.
A 25 años de su primera medialuna, Las Medialunas del Abuelo apuesta a lo que siempre supo hacer: mantener viva una marca familiar, cercana y confiable, ahora con herramientas modernas, estructura liviana y un modelo pensado para emprendedores que quieren volver a apostar, como ellos, en tiempos desafiantes.
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