22 de diciembre 2025 - 09:11

Abordar el financiamiento de las empresas, el salto pendiente de la industria fintech

Argentina tiene 939 fintech, pero el 90% sirve a consumidores. Las empresas operan con lógica tradicional: trabas de acceso, costos altos y plazos extendidos.

Mientras el ciudadano dio un gran salto tecnológico y un enorme avance en términos de inclusión financiera, el mundo corporativo sigue operando bajo la lógica financiera tradicional

Mientras el ciudadano dio un gran salto tecnológico y un enorme avance en términos de inclusión financiera, el mundo corporativo sigue operando bajo la lógica financiera tradicional

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El primer estudio sistemático del sector realizado por la Cámara Argentina Fintech revela que Argentina integra el top 3 de Latinoamérica con mayor cantidad de empresas del rubro, con un total de 939 jugadores activos. Sin embargo, más del 90% de estas soluciones comparten el rasgo de haber sido diseñadas para las necesidades de los consumidores y, en el caso de las orientadas a empresas, se concentraron casi exclusivamente en medios de pago.

¿El resultado? Millones de usuarios digitales, billeteras interoperables, pagos instantáneos y QR en cada comercio. Pero mientras el ciudadano dio un gran salto tecnológico y un enorme avance en términos de inclusión financiera, el mundo corporativo sigue operando bajo la lógica financiera tradicional, caracterizada por trabas de acceso, costos altísimos, plazos extendidos y procesos lentos.

Esta brecha de innovación para personas vs. atraso para empresas explica por qué nació RedMagister. Las empresas (de todo tamaño) necesitan capital de trabajo y en un contexto de tasas volátiles, restricciones de crédito y tensión permanente del flujo de caja, la salud financiera depende de su capacidad para transformar ventas en liquidez inmediata. El sistema tradicional no está diseñado para resolver esa urgencia, porque es burocrático, evalúa pasado (no futuro) y excluye a una gran parte del tejido productivo, especialmente a las pequeñas y medianas empresas.

Según el último Informe de Inclusión Financiera del BCRA, el financiamiento sigue siendo el mayor desafío para las pymes. Y no se trata sólo de acceso, sino de intensidad porque los montos que se otorgan no alcanzan para cubrir sus necesidades. El aumento sostenido del financiamiento pyme a través del mercado de capitales en los últimos años confirma que la oferta tradicional ya no alcanza.

De ahí surge una paradoja diaria del sector productivo porque hay ventas, contratos y activos, lo que falta es dinero para operar. Y ya no hablamos de recursos para crecer, sino para subsistir. En el sistema financiero argentino subyace, desde el inicio de los tiempos, una creencia que difiere de lo que ocurre en buena parte del mundo: necesitar financiamiento está mal visto. Se interpreta como un síntoma de fragilidad, cuando en realidad es exactamente lo contrario porque necesitar capital es señal de visión, de oportunidad y expansión.

Lo que Argentina necesita entonces es un cambio de lógica. Primero, concebir el financiamiento como motor de desarrollo, no como estigma. Entender que acceder a capital —de manera inteligente, transparente y sostenible— es la condición indispensable para que las empresas puedan crecer, escalar y generar empleo. Y es aquí donde se justifica la necesidad de una billetera para empresas que brinde acceso real a flujo de capital de trabajo sin deuda, sin tasas inviables y con la agilidad que los tiempos actuales demandan.

El cambio de mindset también implica dejar de pensar en la deuda como única salida frente a la necesidad de liquidez. ¿Por qué no anticipar capital a partir de las cuentas por cobrar? El mercado ya conoce alternativas como factoring o descuento de cheques, pero… ¿y si esos mecanismos se aplicaran para el fondeo de una cuenta dinámica?

Una cuenta que permita incorporar distintos instrumentos financieros —facturas, cheques, órdenes de compra, adjudicaciones de contrato o certificados de obra— generando disponible inmediato y que pueda usarse de modo flexible según la necesidad de cada empresa. Un disponible que pueda monetizarse parcial o totalmente, tanto para obligaciones propias como para pagos a terceros, y tanto en tiempo presente como futuro.

Y aquí estamos frente a un verdadero cambio de paradigma. Mientras el descuento tradicional toma todo el instrumento y adelanta el flujo completo a un costo alto, un modelo dinámico transforma lo que eran 60 días de cobro en escasos minutos, reduce el costo de financiar 60 días a pocos días y baja el costo del descuento al monto efectivamente utilizado. Esto sí es pensar en una solución que esté verdaderamente alineada con las necesidades reales de las empresas.

Repensar el modelo también es volver a concebir los criterios de acceso. ¿Por qué centrarnos en el pasado crediticio de la empresa? ¿Por qué evaluar lo que fue, cuando lo que nos importa es su capacidad de generar flujo futuro? Un sistema basado en el pagador real de la cuenta permite que toda la cadena acceda a condiciones similares a las de las grandes compañías, incluso pymes sin historial bancario. La calificación del obligado directo al pago se transfiere a toda la red, y eso habilita algo concreto: que una empresa pequeña pueda competir en una licitación antes inaccesible, recibir un porcentaje de fondeo desde la firma del contrato y liberar capital a medida que certifica avances. La liquidez se vuelve motor productivo y un medio posibilitador desde el día uno.

La tecnología llegó justamente para simplificar, ampliar y escalar la manera en que resolvemos necesidades sociales (incluyendo las económicas). Y dentro de esa agenda, las empresas ocupan un rol central. Hoy su mayor obstáculo no es la falta de oportunidades, sino la imposibilidad de financiar su operación sin depender de un sistema que quedó insuficiente frente a la velocidad y la complejidad de la economía moderna. Las empresas necesitan un mecanismo de liquidez tan ágil, digital y transparente como lo es hoy enviar dinero entre personas. El propio avance de pagos digitales en Argentina —uno de los más acelerados de la región según el BCRA— demuestra que la tecnología ya transformó el consumo; ahora es el turno del financiamiento corporativo.

Tecnología no es solamente usabilidad, sino innovación e impacto. Y, en este sentido, una de las innovaciones más transformadoras es poder integrar a todos los agentes de la cadena productiva —grandes compañías, pymes, proveedores, contratistas y hasta empleados— dentro de un ecosistema donde todos se benefician y acceden a mejores condiciones. Cada día que una empresa gana en su ciclo de cobro significa mayor capacidad, mayor producción y más empleo. Argentina y la región tienen un enorme potencial si adoptan este cambio de lógica. Más que de tecnología, se trata de cambiar el orden de prioridades. Y en ese punto creemos que está el futuro de las fintech: habilitar la próxima ola de crecimiento productivo.

Fundador de RedMagister

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