El 30 de agosto de 2018 el dólar mayorista cerró en $38,73 y el 28 de febrero de este año cerró en $39,13. Es decir que en esos 6 meses, el dólar apenas subió un 1% en comparación con una inflación del 26,94% (no olvidemos que sólo en septiembre y octubre del año pasado tuvimos una inflación mensual del 6,5% y 5,4% respectivamente).
¿Qué pasará con el dólar?
Después de un letargo de 6 meses, el dólar trepó un 12% en marzo, encendiendo las alarmas del Gobierno y también de aquellos individuos que venían acumulando intereses en pesos en plazos fjios.
Si sumáramos una inflación del 4% para marzo, estaríamos acumulando un 32% en los últimos 7 meses. Con esto, para mantener el poder adquisitivo de 1 dólar del 30 de agosto del año pasado, el dólar debería estar valiendo $51,12, que no es otra cosa que el techo superior de la banda, diseñado justamente para que vaya ajustando por inflación.
Lo importante para destacar es que después de este letargo de 6 meses, el dólar trepó un 12% en marzo, encendiendo las alarmas del Gobierno y también de aquellos individuos que venían acumulando intereses en pesos en plazos fjios.
Las preocupaciones del Gobierno responden a que el aumento del dólar reduce sus chances electorales; las preocupaciones de los ahorristas responden a que ese aumento reduce el poder adquisitivo de sus ahorros. Y estos últimos pueden potenciarlo. ¿Cómo es esto?
Una tasa de plazo fijo del 45% anual equivale a una tasa mensual del 3,15% (para sorpresa de algunos, no se divide por 12 sino que se saca la raíz doceava de 1,45). Es decir que el recorrido del dólar en el mes de marzo, les sacó de un plumazo casi 4 meses de intereses a aquellos que venían apostando al plazo fijo en pesos. ¿Qué sucede entonces?
En el sistema financiero hay $1,13 billones en plazos fijos que al tipo de cambio del viernes equivalen a u$s 26.000 millones. De ahí, la mitad están colocados a 30 días. Con lo que es correcto estimar que el equivalente en pesos a unos u$s 3.500 millones en plazo fijos vencen cada semana (suponiendo que venzan de forma pareja a lo largo del mes).
Si solamente un 20% de los ahorristas en plazo fijo decidiera ir al dólar, tendríamos una demanda de u$s 700 millones por semana, que opacarían por completo los u$s 60 millones diarios que podrá ofrecer el Banco Central a partir de mediados de abril con el visto bueno del FMI.
¿Cómo saber qué porcentaje de los privados decidirá no renovar plazos fijos? No hay forma de saberlo. Pero la escalada de marzo le hará repensar a los que tienen plazos fijos próximos a vencer si deciden quedarse o pasarse al dólar. De acá el cambio de normativa del Banco Central del jueves pasado: busca que los bancos puedan colocar el 100% de los depósitos en plazos fijos en Leliqs, de modo que puedan ofrecer tasas de interés más atractivas.
Esta última jugada del Banco Central es cuanto menos de alto riesgo: el BCRA se transforma, en la práctica, en el único tomador de pesos del sistema financiero, ahorca aún más al crédito privado y le pone más presión a la olla. Sólo sale bien si aparece pronto una nueva oferta de dólares, como se espera que aporte el agro. Pero la realidad es que la medida implica una virtual estatización del sistema financiero en la que el BCRA parece estar apostando “all-in” al peso. Por las dudas, quedémonos en dólares.
Conclusión: los barriles de nafta están a mano. Sólo dependerá de los ahorristas prender un fósforo.
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