Julio Olivera, reconocido economista argentino, describió la economía como una “ciencia hermenéutica” debido a su naturaleza interpretativa y su necesidad de ser comprendida en un contexto más amplio. En sus clases y escritos, enfatizó que la economía no es solo un análisis técnico o matemático, sino que requiere interpretación y una conexión con aspectos éticos y sociales. Esta perspectiva lo llevó a promover un enfoque crítico y reflexivo dentro de la disciplina.
Argentina hoy: hermenéutica del último informe de J.P. Morgan
El informe de J.P. Morgan expresa que la economía argentina atraviesa una fase compleja de ajustes macroeconómicos, donde la inflación y la devaluación del tipo de cambio siguen siendo protagonistas de una narrativa económica desafiante.
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Olivera consideraba que la economía debía interpretar y dar sentido a los fenómenos sociales y económicos, integrando valores éticos en sus análisis. Según testimonios de sus contemporáneos, este enfoque lo distinguió como un pensador con una visión integral, que rechazaba el reduccionismo y buscaba elevar el nivel del debate económico.
En este entendimiento diremos hermenéuticamente que el informe de la entidad expresa que la economía argentina atraviesa una fase compleja de ajustes macroeconómicos, donde la inflación y la devaluación del tipo de cambio siguen siendo protagonistas de una narrativa económica desafiante. Según los datos de octubre proporcionados por J.P. Morgan, la inflación mostró una moderación intermensual, con un aumento del 2,7% (equivalente al 193% anualizado y 107% interanual), inferior a las expectativas del mercado y del propio informe del banco (3% y 2,9%, respectivamente). Sin embargo, esta desaceleración, aunque inicialmente alentadora, se inscribe dentro de un marco estructural que mantiene tensiones latentes, tanto en el control de los precios como en la competitividad cambiaria.
Datos clave: una desaceleración limitada y parcial
El índice de precios al consumidor (IPC) general, ajustado por estacionalidad, aumentó un 3,3% intermensual según la OCDE, marcando un ritmo aún elevado para una economía que busca estabilizarse. Más preocupante resulta la inflación subyacente, que excluye alimentos y productos regulados, la cual se mantuvo en un 3,5% intermensual, apenas inferior al 3,6% del mes previo. Al anualizar esta métrica ajustada por estacionalidad, se obtiene un ritmo de inflación del 60% en los últimos tres meses, lo que refleja la persistencia de presiones inflacionarias estructurales.
En cuanto a los componentes, los precios de alimentos se desaceleraron significativamente al 1,2% mensual, el registro más bajo desde julio de 2020, con contribuciones prácticamente nulas de los alimentos frescos como carne, verduras y frutas. Sin embargo, los precios regulados, aunque también desacelerados (2,7% mensual), incluyen alzas relevantes en tarifas de energía (+3,2%) y servicios médicos prepagos (+6%), mitigadas por una deflación en los precios de la gasolina.
Política cambiaria: un ancla frágil en un entorno inflacionario
La estrategia de crawling peg (devaluación mensual programada) implementada por el gobierno argentino, según el análisis de J.P. Morgan, podría enfrentar una reconfiguración en el corto plazo. Tras el anuncio presidencial de Milei, se prevé una desaceleración de la paridad móvil al 1% mensual si la inflación permanece cerca del 2,5% en los próximos meses. Este ajuste, según los escenarios revisados, permitiría una transición hacia un nuevo marco cambiario a finales del primer trimestre de 2025, con una inflación proyectada de 25% anual para ese año.
No obstante, este esquema plantea serios interrogantes sobre su eficacia como herramienta antiinflacionaria. El uso del tipo de cambio como ancla nominal en un contexto de alta inflación no solo no garantiza estabilidad, sino que además erosiona la competitividad externa. La brecha entre la devaluación mensual y el ritmo inflacionario sigue consolidando un retraso cambiario que afecta negativamente a las exportaciones, genera crecimiento en las importaciones y, distorsiona los precios relativos.
Un equilibrio precario y riesgoso
Aunque la moderación en la inflación mensual puede interpretarse como una señal inicial positiva, su sustentabilidad es cuestionable bajo el esquema actual de crawling peg. El retraso cambiario acumulado, sumado a la falta de anclaje estructural en la política fiscal y monetaria, perpetúa una dinámica que compromete la competitividad del sector externo y no contribuye a mejorar las expectativas..
El plan de reducción de la tasa de devaluación al 1% mensual en 2025 podría agravar el problema, ya que cualquier desaceleración en el crawling peg sin una disminución sustancial de la inflación se traducirá en una pérdida adicional de competitividad cambiaria, alentando expectativas devaluatorias. En este sentido, la estrategia parece estar condicionada a una premisa incierta: que el “marco de políticas” logre mantener la inflación bajo control.
Sin reformas profundas y un enfoque integral que abarque una reducción mayor del déficit fiscal, la estabilidad monetaria y la credibilidad de la política económica, la economía argentina seguirá atrapada en un círculo vicioso de inflación, devaluación y pérdida de competitividad. La moderación reciente es insuficiente para alterar esta tendencia, y el riesgo de crisis sigue latente mientras no se enfrenten las causas estructurales subyacentes que demanda el marco teórico apreciado por el presidente Milei.
(*) Director de Fundación Esperanza. https://fundacionesperanza.com.ar/ Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.
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