La logística sustentable no es una moda ni un eslogan, es una necesidad. Y lo sabemos. Lo reconoce también la industria. Según un informe reciente de la Cámara Empresaria de Operadores Logísticos (CEDOL), 7 de cada 10 empresas logísticas que operan en Argentina ya miden su huella de carbono. Y durante el último encuentro de la Asociación Argentina de Logística Empresaria (ARLOG), se identificó a la logística sustentable como uno de los cinco desafíos clave para el año que viene. No es menor: estamos hablando de un sector que, por volumen y por incidencia, tiene un papel determinante en el cumplimiento de metas como las que proponen los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030.
Más allá de la entrega: cómo la logística impulsa la sustentabilidad
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La logística dejó de ser una función invisible para convertirse en un actor clave de transformación
Particularmente, el ODS 11 plantea la necesidad de “lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”, lo cual exige reducir el impacto ambiental del transporte urbano y repensar la distribución en áreas densamente pobladas. El ODS 12 promueve “garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles”, un objetivo en el que la eficiencia logística tiene un rol directo al evitar desperdicios, optimizar recursos y minimizar la generación de residuos. Finalmente, el ODS 13 llama a “adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos”, lo que interpela directamente al transporte de cargas como uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero.
Tecnología, eficiencia y trazabilidad: las claves de un nuevo modelo logístico
Lo interesante —y también lo desafiante— es que esta transición no depende de una tecnología mágica ni de una medida aislada. Se trata más bien de una serie de decisiones estratégicas, muchas de ellas operativas, que deben integrarse a la cultura de cada empresa. En nuestro caso, por ejemplo, decidimos enfocar nuestros esfuerzos en tecnología, eficiencia y trazabilidad. Tres palabras que, bien entendidas, pueden convertirse en un plan de acción concreto.
A veces me preguntan por qué insistimos tanto en optimizar rutas, automatizar procesos o fomentar prácticas colaborativas entre operadores. La respuesta es sencilla: porque cada kilómetro que evitamos recorrer, cada recurso que usamos mejor, cada entrega que unimos con otra, reduce la huella ambiental del sistema completo. Hoy, por ejemplo, el 6% de nuestras entregas se realiza mediante bicimensajería, una solución que no solo disminuye emisiones, sino que también genera empleo urbano y descongestiona el tránsito. Usamos cajas de cartón reciclado, proponemos packaging sustentable a las marcas que trabajan con nosotros, e impulsamos una red de puntos de retiro para acortar recorridos en la última milla.
¿Es suficiente? Por supuesto que no. Pero es un camino, y como todo camino real, empieza por reconocer dónde estamos parados. Uno de los mayores desafíos que enfrentamos como industria es la ociosidad de los recorridos: vehículos que circulan semivacíos, rutas duplicadas, zonas desatendidas. ¿Cómo se soluciona eso? Con alianzas entre empresas, con especialización geográfica, con prácticas logísticas compartidas. A veces me gusta pensar que el futuro de la logística se parece más a una red inteligente que a una flota de camiones.
Hay algo más que aprendimos en estos años: no se puede mejorar lo que no se mide. Por eso desarrollamos sistemas de trazabilidad que no solo benefician al cliente final —al ofrecer visibilidad total sobre su pedido—, sino que también nos permiten identificar puntos de ineficiencia y mejorar en tiempo real. La trazabilidad no es un capricho tecnológico; es una herramienta de sustentabilidad.
Y esto no lo decimos solo desde nuestra experiencia. Un informe de IBM Sustainability reveló que el 65% de los consumidores en América Latina priorizan trabajar con proveedores logísticos con metas de carbono neutro. No es solo una demanda ambiental; es una exigencia comercial. Hoy, las marcas que apuestan a la sustentabilidad no solo generan impacto positivo: reducen costos logísticos entre un 15% y un 30% y mejoran hasta en 25 puntos su Net Promoter Score, gracias a soluciones de fulfillment personalizadas, según datos publicados por The Logistics World e IBM.
Fulfillment con propósito: eficiencia operativa y menor impacto ambiental
Lo que nos lleva a otra dimensión clave: el fulfillment. Esa parte de la cadena que va desde el almacenamiento hasta el despacho puede parecer invisible para el consumidor, pero es decisiva. Y también puede ser profundamente transformadora. Cuando una empresa terceriza su fulfillment a un operador que trabaja con criterios de eficiencia y sustentabilidad, no sólo delega una operación: reduce desperdicios, acorta recorridos y minimiza errores. En nuestro centro logístico, por ejemplo, cada pedido se escanea, se verifica y se empaqueta sin papel, siguiendo un sistema automatizado que evita equivocaciones humanas y maximiza tiempos. A eso me refiero cuando hablo de eficiencia como valor ambiental.
Ahora bien, ¿cómo se involucra al equipo en este tipo de estrategia? ¿Cómo se pasa de la teoría a la práctica? La respuesta, al menos en nuestra experiencia, es que la sustentabilidad no se baja como una directiva, se construye todos los días. Desde quienes diseñan rutas más inteligentes hasta quienes eligen un material reciclable o proponen un nuevo punto de retiro. Es en esos detalles donde se empieza a dibujar una operación más limpia. Por eso me parece importante decirlo sin eufemismos: la sostenibilidad no es una cuestión de un área específica. Es una lógica que atraviesa la organización entera.
No tengo dudas de que muchos de estos cambios son también reflejo de valores personales: la eficiencia, la innovación responsable, la mejora continua. Pero también es cierto que ninguna empresa —ni siquiera la más comprometida— puede hacer todo sola. La sustentabilidad logística requiere un cambio de mentalidad colectivo. Desde las marcas que contratan envíos hasta los consumidores que eligen el punto de retiro o aceptan una entrega agrupada. Todos podemos hacer que este sistema funcione mejor. Todos tenemos algo que decir, algo que aportar.
Redefinir el éxito: hacia una logística consciente y transformadora
Hace poco imaginé cómo me gustaría ver a nuestra empresa dentro de 10 años, si profundizáramos aún más esta estrategia. La imagen que apareció fue clara: operaciones compartidas, flotas limpias, procesos automatizados, trazabilidad ambiental en tiempo real. Un ecosistema donde cada paquete transportado represente menos emisiones, menos residuos, menos impactos innecesarios. No sé si llegaremos a ese ideal, pero sé que depende de las decisiones que tomemos hoy.
Tal vez el primer paso sea redefinir qué entendemos por éxito en logística. Porque ya no alcanza con entregar a tiempo. Hoy, entregar bien también implica entregar con conciencia. Y en esa dirección, cada mejora cuenta. Cada ruta optimizada, cada insumo elegido con criterio, cada punto de pickup sumado, cada metro cuadrado de depósito que opera con eficiencia energética. Todo suma.
La logística verde no es una utopía. Es un conjunto de prácticas y estrategias que reducen el impacto ambiental en la distribución de bienes. No se limita al reciclaje o al uso de bicicletas. Incluye la gestión de residuos, la reducción de embalajes, el diseño de espacios de almacenaje más eficientes, la mejora del transporte de última milla y la posventa. Todo lo que hagamos ahí, influye. Todo tiene consecuencias.
Y si todo influye, entonces todo importa. Porque la logística dejó de ser una función invisible para convertirse en un actor clave de transformación. Tenemos la oportunidad —y la responsabilidad— de que ese impacto sea positivo.
CEO de Shipnow
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