24 de febrero 2004 - 00:00

Un acuerdo importante pero también es parcial

Ann Arbor (Michigan, EE.UU.) - El último de los acuerdos bilaterales de libre comercio suscripto por la administración del presidente George W. Bush es el que acaba de celebrarse con Australia, uno de los pocos países con el que los Estados Unidos tiene un superávit comercial significativo.

En efecto, el volumen del comercio bilateral entre ambos países es del orden de los 28.000 millones de dólares anuales y Estados Unidos tiene con Australia (su noveno socio comercial en orden de importancia) un superávit del orden de los 9.000 millones por año.

En momentos en que acaban de anunciarse las cifras finales del preocupante déficit comercial norteamericano, que en 2003 excediera los 489.000 millones (lo que es todo un récord histórico desde que se superó en 17,1% el déficit registrado en 2002) la noticia del acuerdo comercial con Australia es ciertamente positiva. Pese a que, como veremos, tiene luces, pero también feas sombras.

Ocurre que el año pasado la recuperación de la economía norteamericana hizo crecer relativamente más las importaciones que las exportaciones. Particularmente las de autopartes, ropa, televisores, muebles y joyería.

Este año, las exportaciones están creciendo sólidamente. Pero habrá que esperar para determinar si la situación se revierte, o no, en función de la fuerte depreciación del signo monetario norteamericano.

No obstante, hay preocupación justificada porque se han seguido acumulando algunos déficit bilaterales importantes: de 124.000 millones de dólares con China; de 54.000 millones con Canadá; de 40.000 millones con México; y de 66.000 millones con Japón.

El acuerdo con Australia debe calificarse de importante, aunque parcial atento a que no logró abrir el intercambio comercial en algunos capítulos que son conocidos. Particularmente en el agrícola, donde ambas partes, en fracaso compartido, excluyeron a algunos productos de la liberación comercial convenida. Pese a ello, se anticipa que aumentará considerablemente el comercio de carne de cordero, frutas frescas, nueces y flores. No obstante, la carne vacuna y los productos de lechería serán liberados, pero sólo de manera paulatina y pautadamente. Los vinos, por su parte, a lo largo de un plazo de once años.

Algo parecido ocurrió en el capítulo de la industria farmacéutica y en el sector de la cinematografía y de la producción para la televisión (que ha crecido mucho, tanto en Australia, como en su vecina Nueva Zelanda). Ambos, lamentablemente,quedaron excluidos. En el plano específico de lo agropecuario, que tanto interesa a la Argentina, quedaron fuera de la apertura de los respectivos mercados, el azúcar (por negativa norteamericana) y el arroz, el trigo, y algunos productos menores (por requerimiento específico de Australia).

Para los norteamericanos, el acuerdo supone que la gran mayoría de sus productos industriales entrarán a Australia prácticamente sin derechos de importación. Lo mismo ocurrirá, naturalmente, con los productos industriales australianos en los Estados Unidos. Hasta ahora los norteamericanos pagaban, en Australia, diez veces más en derechos de importación que los australianos en los Estados Unidos. El acuerdo presumiblemente modificará esta situación.

«The New York Times» le dedicó un duro editorial a las medidas proteccionistas en favor de los productores de azúcar norteamericanos, que impidieron la liberación del intercambio de este producto con Australia que, desde hace años, goza de una protección cuotificada. De allí que los consumidores norteamericanos, aclara el medio, paguen -impertérritos-por el azúcar tres veces más que el resto del mundo.

(*) Profesor visitante. Universidad de Michigan.

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