Arslanian: la misma cuerda floja del 99
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Si Solá intentó tranquilizar a su huésped con esa declaración, su empeño duró apenas unas horas.
Arslanian se cobró el desaire de que no lo convidaran al encuentro. Acaso también quiso hacer saber otra vez que él maneja la seguridad sin consultar con el gobernador ni el más mínimo detalle. Sólo «Ticki», su compañero de todas las horas, podría dar testimonio de la furia que ganó a este abogado penalista. El miércoles 20 por la noche, es decir 72 horas después de la promesa del gobernador, el ministro de Seguridad expulsó de la Policía a 116 efectivos, de los cuales sólo seis habían estado involucrados en la investigación del caso Ianonne. Solá, estupefacto, sólo atinó a decir al día siguiente: «Ha habido una decisión de cambio».
Cualquier distraído podría pensar que el mandoble de «el Armenio» fue consecuencia del despecho. O de la carencia de comunicación con Solá y, sobre todo, con Scioli. Faltan datos en esta lectura. Uno de ellos, central: desde que llegó por segunda vez al Ministerio de Seguridad en La Plata, Arslanian se hizo acompañar por el contador José Horacio Amarfil, quien se desempeña como su subsecretario administrativo. Pieza clave de un área sensible, la de las contrataciones y compras, Amarfil tuvo con Scioli la peor experiencia de su vida de empleado público. Era secretario administrativo del Senado cuando el candidato a gobernador comenzó a presidir esa cámara. Salió de allí expulsado por Scioli, quien insinuó la existencia de algunos desmanejos en la gestión de Amarfil para retirarlo. En su lugar, desde entonces, figura Juan Carlos Machiarolli, un recomendado de Perelmiter que permanece en ese cargo decisivo a pesar de varias embestidas en su contra (algunas provenientes de la propia familia Scioli, con argumentos similares a los empleados con Amarfil en su momento).
Amarfil asimiló mal su desalojo en 2003 y recordó en voz alta los servicios que había prestado en el Senado para duhaldistas encumbrados, como los Rodríguez (Oscar y su esposa, Mabel Müller). Todavía poderosos, estos marqueses del conurbano ubicaron al funcionario a la sombra de Arslanian. Allí Amarfil se mostró solícito, ordenado y hasta resolvió algunos problemas que parecían excederlo, como aquel contrato de Megatrends, la empresa de seguimiento satelital de los patrulleros de la provincia. Arslanian lo felicitó después del arreglo.
Hay que mirar hacia la oficina de este subsecretario administrativo del Ministerio de Seguridad, frontera secreta entre Arslanian y Scioli, para comprender qué es lo que comenzó con la purga de la semana pasada. Y hay que recordar la campaña de 1999 para entender esa sensación de estar viviendo dos veces la misma escena que ganó a Arslanian. Aquel año, el otro vicepresidente porteño con aspiraciones de gobernador, lo convirtió en blanco de su campaña. «Meta bala a los delincuentes», gritaba Ruckauf en los reportajes de «Radio 10», amplificadora principal de su proselitismo. Duhalde bajaba la vista y, al final, sacrificó a Arslanian, a pesar de que había sido el hombre sin el cual su persecución contra Alfredo Yabrán hubiera seguido de fracaso en fracaso (para la historia: al entonces secretario de Seguridad se le atribuyó haber llevado en mano hasta Dolores el escritoen el que se dictaba la captura del empresario, que el juez José Luis Macchi hizo suyo). Nada de eso pesó tanto como la necesidad de mejorar la imagen de la seguridad ante un público que ubicó siempre a este abogado mucho más a la izquierda de lo que realmente se encuentra.
Es imposible saber si los hechos se irán a configurar de la misma manera siete años más tarde. Pero la rivalidad entre Arslanian y Scioli ya tiene alimento suficiente como para expresarse en público. Y Juan Carlos Blumberg, merodeando la arena electoral, puede volver todavía más conveniente la embestida del vicepresidente. Faltaría un instante de debilidad de Solá para que la cabeza de «el Armenio» vuelva a rodar desde el mismo pedestal.
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