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«Página/12».
Entre los desajustes de la columna está la enumeración de peronistas disidentes que, dice, esperan un gesto de Néstor kirchner para volver al oficialismo (Jorge Busti, Carlos Reutemann, Juan Schiaretti), algo poco creíble en quienes han tomado distancia del gobierno precisamente porque el ex presidente sigue a cargo.
VAN DER KOOY, EDUARDO
«Clarín»
Como otros colegas en el oficio dominical, el columnista del monopolio jura que Guillermo Moreno no se va del gobierno. La línea interpretativa de «Clarín» la comparte con «La Nación»: dice que han triunfado en el corazón de Cristina de Kirchner los halcones, para ellos los malos, y se ha perdido la última esperanza blanca de diálogo con la salida de Alberto Fernández. Replica esta versión los llantos por Eduardo Bauzá cuando dejó la jefatura de Gabinete y triunfaba el «halcón» Domingo Cavallo. Duró éste apenas dos meses después de la salida de su contradictor en el gabinete. Para Van der Kooy, los Kirchner han perdido contacto total con la realidad, al creer que todo marcha a las mil maravillas y al no advertir el campo del humor popular hacia su gobierno. El único dato que los concilia con esa realidad esquiva es lo que dice que no hay dirigencia política que pueda capitalizar el rechazo popular al gobierno y eso los convence de ir adelante con sus extravagantes proyectos.
Esta percepción adolece de ciertos prejuicios, el primero de todos imaginar que hubo una vez una Cristina de Kirchner que iba a gobernar de forma distinta a la de su marido. «¿Qué harán en el futuro los ministros que llegaron convencidos de que Cristina ampliaría la base de discusión y pensamiento?», afirma el columnista en una frase de periodismo-ficción. A ningún ministro hay que convencerlo de nada para que acepte un cargo; más bien sacrifican intereses, convicciones y afectos con tal de asaltar un cargo, aquí y en cualquier lugar de mundo. Además, ¿quién dijo que Cristina iba a producir esa apertura? Sólo los gacetilleros de campaña que le daban una mano en las elecciones de octubre pasado para ampliar la base de sus votantes. Nunca ha habido constancia de que los Kirchner hayan querido ser distintos a como son. Todo lo contrario, dicen encarnar el mejor gobierno de la historia de la Argentina (que lo crean es muy otra cosa).
MORALES SOLA, JOAQUIN
«La Nación»
También este columnista profesa la idea de que el mundo estaría mejor si en el gobierno no estuvieran Guillermo Moreno y Julio De Vido. Es enternecedor como idea, pero no es lo que quiere el gobierno, que se place de contar con tamaños funcionarios, los ha mantenido durante años y seguramente hará todo lo posible por retenerlos. «El gobierno es cada vez más una dependencia personal de Néstor Kirchner», afirma el columnista. ¿No ha caído en cuenta que ése es el proyecto principal del gobierno desde 2003, cuando antes quisieron lo mismo otros presidentes, de facto y de jure?
Mostrarlo a Sergio Massa junto a De Vido y Ricardo Jaime es para el periodista «un claro mensaje político» para comprometerlo con esos personajes, como si Massa no hubiera convivido durante cinco años con ellos y como si hubiera alguna diferencia notable.
Como Van der Kooy, Morales Solá cree que los Kirchner son víctimas de la falta de información. Por ejemplo, cuando fueron a la votación de las retenciones móviles en el Senado confiados en que ganaría el oficialismo. Eso no fue una trivial falta de información, fue una derrota política en la cual el gobierno fracasó en imponerse a sus contradictores porque aplicó la política de ofrecer dádivas a legisladores a cambio de un voto a favor.
GRONDONA, MARIANO
«La Nación»
El profesor dedica la entrega de ayer a una clase de lexicografía aplicada a la política criolla. Repasa las acepciones de «firmeza», «flexibilidad», «empecinado» y las aplica como rótulos a diversos personajes de la actualidad. Todo para concluir que Néstor Kirchner es un empecinado porque nunca ha sabido cambiar, es decir, tener «firmeza» en sus convicciones pero saber también reconocer la necesidad de cambios con «flexibilidad».
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