El Gobierno argentino dijo ayer que "con el Vaticano no se tiene que estar mal nunca", en medio de la polémica por la intención de designar a un divorciado como embajador del país ante la Santa Sede, que retrasa la concesión del plácet.
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En declaraciones a una emisora de radio, el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, dijo que Argentina maneja con "mucho cuidado" el nombramiento de su antecesor en el cargo, Alberto Iribarne, en la representación diplomática en el Vaticano.
Si bien negó que este asunto pueda deteriorar el vínculo de su país con la Santa Sede, el ministro volvió a defender la elección de Iribarne para el cargo, al definirle como "un hombre intachable que merece todo el respeto".
Además, advirtió que "es muy difícil que Argentina no tenga derecho a decir quiénes son los hombres que la representan".
Iribarne espera desde diciembre pasado el visto bueno de la Santa Sede para asumir la embajada argentina pero, según fuentes diplomáticas citadas por la prensa local, el Vaticano no ve con buenos ojos su condición de divorciado.
La intención del Gobierno argentino es designarle en sustitución de Carlos Custer, un dirigente sindical vinculado a la Iglesia, quien pidió ser relevado por razones de salud.
El canciller argentino, Jorge Taiana, redactó un informe con los nombres de diplomáticos de otros países ante la Santa Sede que están separados o han optado por el divorcio en algún momento de su vida, con el fin de demostrar que la designación de Iribarne no supone una excepción.
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