Será una jugada arriesgada: esa asamblea constituirá el escalón previo a un encuentro de la mesa nacional del PS que convocará a un congreso partidario, posiblemente para marzo o abril, en el que se discutirá qué alianzas hará el socialismo en las provincias y en el país.
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El panorama es confuso. Combina un inédito -casi inexplicable- interés del gobierno por sumar a socialistas -antes de convencer a Basteiro, incorporó a Fernando Finvarb y previamente fracasó con Héctor Polino-, la sintonía con Elisa Carrió y un pacto con la UCR. Veamos:
El último golpe, quirúrgico y pergeñado en secreto, lo asestó la Casa Rosada al capturar a Ariel Basteiro, unos días después de que el aeronáutico fuera ratificado como número dos -detrás de Jorge Rivas- del Partido Socialista (PS) de la provincia de Buenos Aires.
A horas de la oferta para que el ex diputado sea director en Aerolíneas Argentinas como delegado del Estado, el PS Buenos Aires respaldó su decisión y, en una cumbre programada para febrero, dará un paso más: validará un ensamble con el kirchnerismo a nivel provincial.
Será una jugada arriesgada: esa asamblea constituirá el escalón previo a un encuentro de la mesa nacional del PS que convocará a un congreso partidario, posiblemente para marzo o abril, en el que se discutirá qué alianzas hará el socialismo en las provincias y en el país.
El panorama es confuso. Combina un inédito -casi inexplicable- interés del gobierno por sumar a socialistas -antes de convencer a Basteiro, incorporó a Fernando Finvarb y previamente fracasó con Héctor Polino-, la sintonía con Elisa Carrió y un pacto con la UCR. Veamos:
El PS no es, salvo en Santa Fe, una potencia electoral. Sin embargo, Kirchner -a través de Alberto Fernández- ha orientado esfuerzos que no dedicó a otros partidos para incorporar al socialismo al engranaje político que bautizó, sin demasiada originalidad, «Concertación». Quizá responda a que Kirchner repite a Perón en su concepto movimientista: el creador del PJ recurrió allá, por mediados de los años 40, a dirigentes del PS para ornar su armado político.
Ahora, sobre los cuatro territorios más poderosos donde el PS tiene algún tipo de incidencia, el gobierno parece cosechar el respaldo en dos: Buenos Aires, de la mano de Rivas y Basteiro, y -más ajustadamente- Córdoba, donde el jefe del PS local, Eduardo Cañas, sponsoreado por el ex diputado nacional Eduardo García, impulsan un pacto con Juez mientras que la diputada nacional Laura Sesma, en línea con Rubén Giustiniani, defiende un entendimiento con la UCR. Sesma tiene motivos: llegó al Congreso gracias al acuerdo que hizo en 2005 con el radicalismo.
En Capital, en tanto, el PS aparece técnicamente intacto, pero está políticamente atomizado. Roy Cortina, aliado a Jorge Telerman, domina el partido del que toman distancia los sectores de Norberto La Porta, siempre cercano a Aníbal Ibarra, el grupo de Raúl Puy, en tránsito hacia el kirchnerismo, y Héctor Polino, empeñado exclusivamente en evitar un desbande partidario. Y en Santa Fe, en tanto, el PS con Binner como candidato se encamina a un triunfo luego de acordar con la UCR y el ARI, aunque esa triple alianza muestra más de una fisura.
Tanta diversidad pone a Giustiniani en una posición incómoda: ¿permitirá el Congreso que cada distrito resuelva de manera autónoma sus acuerdos? Santa Fe ya lo hizo por lo que, en principio, no tendrá argumentos para impedir que los cordobeses se abracen con Juez o los bonaerenses, nadie sabe disfrazados de qué, se pongan en la foto junto a Daniel Scioli. La opción de la autonomía no resuelve, sin embargo, el capítulo nacional: los santafesinos proponen respaldar la candidatura presidencial de Elisa Carrió, pero los bonaerenses planean ir a la carga para que se avale al candidato del FpV que sospechan sería Cristina. En esa línea se mueven, también, algunos PS porteños, como Puy.
En febrero, la mesa directiva nacional iniciará la discusión oficial de estos asuntos y deberá poner fecha al congreso que deberá desanudar ese intríngulis. Las alternativas son apoyar a Carrió o a Kirchner, proponer un candidato propio de peso simbólico -todas las flechas apuntan a Polino- o dar libertad de acción a los afiliados y someter al PS a que, por primera vez en años, el sello oficial no participe, ni siquiera como parte de un frente, en una elección presidencial.
¿Y la opción Lavagna? Luego de aquella reunión de fin del año pasado, en el que Giustiniani expuso la consigna «ni Kirchner ni Lavagna», a pesar del enojo radical, la posibilidad de integrar al PS a un frente electoral que respalde la postulación del ex ministro de Economía de Duhalde y Kirchner parece definitivamente descartada.
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