4 de enero 2005 - 00:00

Duhalde confía en que Menem y Rodríguez Saá le devuelvan a Kirchner

Eduardo Duhalde
Eduardo Duhalde
Con cierta timidez y esa modorra pública que sucede, en general, a las fiestas, Eduardo Duhalde determinó ayer una jugada que, para el ajedrez del peronismo, podría determinar el futuro del gobierno de Néstor Kirchner. El caudillo de Lomas instruyó a sus principales seguidores a fin de que la provincia de Buenos Aires no fije fecha para las internas partidarias del distrito, en las que pretende sofocar el desafío de Felipe Solá. Dejará esa determinación para más adelante, de tal forma que el enfrentamiento en ese feudo coincida con las elecciones que Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá, al unísono, le reclaman a Kirchner. Las consecuencias de esta determinación son, como se verán, múltiples y delicadas.

En la sede del PJ bonaerense, de la Avenida de Mayo, se reunieron las figuras principales con las que Duhalde se mueve en la política. Desde Punta del Este llegó el propio caudillo, quien regresó al Uruguay hacia el mediodía. Estaban Osvaldo Mércuri, Alfredo Atanasof, Graciela Giannettasio, Juan José Mussi, Jorge Villaverde, Hugo Curto, Baldomero « Cacho» Alvarez, Luis Veramendi y Alfredo Meckievi. Después de los comentarios obligatorios (primero, cómo pasó cada uno el fin de año; segundo, la tragedia de Cromagnon), se ingresó en las urgencias del partido.

Estos peronistas comenzaron por lo que más los divierte: cómo incomodar a Solá.

Imaginaron un congreso de su nueva línea interna, que denominaron Lealtad. Ninguno de ellos parece advertir el rasgo de humor que entraña que esa corriente esté formada por muchos punteros que hace dos semanas le habían jurado fidelidad al gobernador. Ni siquiera sonríen cuando comentan, como sucedió varias veces en la tertulia de ayer, que «fulano se pasó a Lealtad». Ahora quieren que el grupo adquiera alguna consistencia, para lo cual confían en la realización de un congreso del sector. Nada que tenga que ver con lo doctrinario, claro. Apenas una ocasión para que, el 4 o el 11 de febrero, se reúnan 10.000 personas en alguna localidad (¿Necochea o La Plata, frente a la casa de Solá?) y hagan un precalentamiento para la batalla del año.

El tramo principal de la reunión,sin embargo, fue otro. Duhalde explicó que lo mejor que podía suceder es que la interna provincial por los cargos electivos fuera simultánea con la que se librará por la jefatura del PJ. El gambito tiene varios segmentos, cada uno con su picardía:

Al sugerir que las internas provinciales se sumen a las nacionales, Duhalde une de manera subliminal su voz a las de Menem y Rodríguez Saá. Es decir, también él adhiere a la necesidad de que se despeje el problema de la jefatura partidaria. Es evidente que los partidos entran en estado larval cuando uno de sus dirigentes está instalado en el Poder Ejecutivo con estabilidad y cierto éxito. Pero si en ese lapso se decide dirimir la conducción del grupo, es también evidente que el presidente de la Nación queda involucrado en el conflicto. En otras palabras, al sugerir que deben realizarse las internas de manera simultánea, Duhalde adhiere a una presión (la de Menem y Rodríguez Saá) que puede poner en apuros a Kirchner. El beneficio para el bonaerense es obvio: si el santacruceño no quiere que se desate esa disputa, deberá pedírselo. Y eso renovará la dependencia de la Casa Rosada con Lomas de Zamora.

• Si, por el contrario, Kirchner admite que se abra la discusión por el liderazgo del PJ, también deberá recurrir a la provincia de Buenos Aires. Esta es la segunda parte del razonamiento que está detrás de la decisión de Duhalde. El lanzamiento de Menem y Rodríguez Saá le devuelve al aparato bonaerense una cotización que, desde que Kirchner asumió el gobierno, pareció decaer. Tras la amenaza de los otros dos ex presidentes, el caudillo de Lomas ve la oportunidad de renegociar el contrato, ya maltrecho, que lo une a la Casa Rosada. El juego de Duhalde es tan obvio que ayer exageraba deliberadamente la potencia de sus adversarios: «Entre Menem y Rodríguez Saá pueden tener más de 40% del peronismo». Un mensaje para Kirchner: «Que aprenda a valorar lo que tiene», recomendó uno de los seguidores de «Negro».

• Para la contienda provincial con Solá, el conflicto nacional no podía ser más oportuno. Se preguntaron ayer en la sede del PJ: «¿Qué va a hacer Kirchner? ¿Se va a apoyar en Solá para dañarnos a nosotros? ¿Piensa enfrentar a Menem y Rodríguez Saá con lo que le lleve Felipe en la provincia?». Esta cadena de interrogantes condujo a una conclusión: «Tenemos que juntar la elección provincial con la nacional. Para Solá es jaque mate porque Kirchner lo dejará solo y volverá a depender de nosotros, como antes de las elecciones que lo llevaron a la Casa Rosada». Duhalde, que suele divertirse con la ingenuidad de algunos de sus «discípulos», fue más allá: «Hay que tener cuidado con Solá -dijo- porque puede entregar la provincia a cualquiera...». «¿A Kirchner?», preguntó un incauto, suponiendo que Duhalde mostraría su juego contra el Presidente. «No, a Rodríguez Saá... ¿O la 'Colorada', su ex mujer, no estuvo con él?» Para entender el chiste de «Negro» hace falta buena memoria: en efecto, Teresa González Fernández participó de la breve gestión del puntano como secretaria de Cultura (hizo vetar la ley de mecenazgo promovida por Luis Brandoni) y levantó los brazos a su lado cuando Rodríguez Saá lanzó su candidatura presidencial en el Luna Park. Solá prometió entonces que se divorciaría si ella seguía en esa posición. Materia para el diván: se produjo el efecto y no la causa.

•Listado

Para volver a la vida pública, hay que advertir que muchos otros dirigentes gravitantes del PJ estuvieron alineados con Rodríguez Saá y Menem durante las elecciones de 2003. Para comenzar un listado imaginario: Hugo Moyano y Juan Manuel Palacio. ¿Qué harán ahora? Un pragmático de los que rodeaban ayer a Duhalde contestó: «Néstor se va a tener que gastar todo el superávit fiscal si quiere ganar esta interna. Le va a salir carísima. ¿O cuánto cuesta dar vuelta a todos los que estuvieron con Menem y le ganaron a él?». La advertencia es sabia: 2005 promete un nivel de politización que hace tiempo no se registra en el PJ y hay legiones de caudillejos que esperan ser convocados y gratificados por un gobierno que hasta ahora exageró su desapego hacia la estructura del partido.

Para llevar adelante la estrategia que desarrolló ayer, Duhalde debe superar un inconveniente táctico: hasta ahora la ley obliga a que las internas en la provincia sean simultáneas y obligatorias para todos los partidos. ¿Cómo insertar una contienda por la jefatura nacional del PJ en una elección que tiene el formato de los comicios generales? Para hacerlo, el duhaldismo debería voltear en la Legislatura la norma que establece ese método electoral. Hasta ahora no pudo hacerlo, sea porque no quiere pagar ese costo político o, lo más probable, porque carece de número para neutralizar un eventual veto del gobernador. En la mesa de ayer por la mañana, ni Giannettasio ni Mércuri pudieron desatar ese pequeño nudo.

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