El apodo, nada agraciado, de «López Rega del kirchnerismo» que Hugo Moyano festejó cuando uno de sus laderos se lo calzó a Alberto Fernández, es apenas un reflejo del malestar que en la cúpula de la CGT, del ala moyanista, reina sobre el jefe de Gabinete.
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Las razones visibles son varias. El enojo de Moyano se nutre de cierto impulso que Alberto F. le dio a Antonio Caló, por los acuerdos que Fernández ató con CTA y, ahora, porque el porteño es el «frontón» donde chocan los pedidos de diputaciones que hace la CGT.
Sin embargo, aunque la furia más pública cae sobre el funcionario, cada palabra de Moyano -mejor dicho, cada palabra de Moyano que trasciende-golpea de lleno sobre Cristina Fernández, a quien, más que desconocerla, el camionero recela e incluso teme.
Incertidumbre
El motivo es preciso: con Kirchner, Moyano adquirió un poder político, económico e institucional, que quizá no ostentó ningún gremialista en la historia del país. Recibe y ordena millonarios subsidios y controla cargos clave en el área transporte.
De llegar a la presidencia, ¿le respetará la primera dama, seguramente ya sin Julio De Vido en Planificación, esos lugares y el manejo de esos fondos? Moyano no tiene ninguna certeza.
Por esa razón, la embestida del moyanismo sobre el jefe de Gabinete se sostiene sobre algunos elementos ciertos, concretos, pero también es una forma de atacar a la candidata, advertirle, sin hacer explícito. Pero ¿Fernández hace algo sin consultar a los Kirchner?
De ahí la vieja teoría del «entorno» tan utilizada en el peronismo, sobre todo por la juventud maravillosa en los 70, cuando veían que Juan Domingo Perón tomaba un sesgo diferente del que ellos habían imaginado cuando patrocinaban la «patria socialista».
Peronista al fin, Moyano hace lo mismo: apunta al entorno, en este caso Fernández,que es lo mismo que cuestionar a Cristina pero sin decirlo.
Explicaciones
Hay, de todos modos, aspectos que explican la rencilla entre Moyano y Alberto F. Veamos lo más relevante:
Hace unos pocos meses comenzó a circular el dato de que Kirchner quería que el próximo jefe de la CGT sea un hombre que representa a la producción, puntualmente la industria. Y se puso nombre a ese supuesto deseo presidencial: Antonio Caló, jefe de la UOM. Moyano vio detrás de esa jugada la mano de Alberto Fernández que, además, opera en el ámbito de la CGT a través de Andrés Rodríguez, «el Centauro», jefe de UPCN, gremio estatal que tiene que resolver con el jefe de Gabinete cada mejora para los empleados del Estado. La operación Caló quedó congelada: Moyano lanzó el Operativo Clamor sobre su reelección, juntó a más de 870 gremios y salió, en esta etapa, fortalecido de la pulseada. ¿Pero qué pasará si, como se presume, Cristina es presidenta desde el 10 de diciembre? ¿Aceptará como jefe de la CGT a Moyano o impulsará a otro dirigente? El camionero se apoya en un solo dato: su relación con Kirchner está «intacta» y será con él con quien negociará sus próximos pasos.
El acuerdo que Fernández selló con CTA para entrar en un proceso de normalización del INDEC, uno de los temas más sensibles para el gobierno, también puso de punta a los moyanistas que entrevén en ese acercamiento un pacto secreto, o al menos no declarado, de que la CTA cedió en la presión sobre el gobierno a cambio de un futuro reconocimiento como central obrera paralela a la CGT. Moyano confiaba en que tanto Carlos Tomada como Carlos Zannini «nunca» jugarían a favor de la CTA. Sin embargo, Moyano cree que Fernández aplica en el caso gremial la misma teoría «transversal» y aperturista, donde el peronismo es parte importante, pero no el todo.
«Tiene que haber dirigentes obreros que defiendan a los obreros», es el eslogan de los sindicalistas al defender los pedidos del sector sindical de que les otorguen lugares en las listas del FpV para incorporar a sus delegados al Congreso Nacional. No hablan, como Gerónimo «Momo» Venegas, de la vieja división del peronismo en tercios para la rama juvenil, la gremial y la política. Con esa boleta en poder total de Kirchner, con algún relojeo de su esposa, no hay certezas de que los gremios tengan los lugares que pretenden, que son más de los dos que, en algún momento, Moyano dijo que le prometieron.
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