26 de julio 2006 - 00:00

Ex ministro se cree el único candidato válido

Roberto Lavagna, tan selectivo a la hora de elegir prensa -un método que le quedó quizás de su pertenencia al gabinete Kirchner-, dio un reportaje al diario madrileño «El País». Insistió en la indefinición sobre su candidatura presidencial, pero en un rapto de inmodestiase atribuyó ser el único candidato de interéspara el mercado electoral. Aquí los principales párrafos del reportaje en el cual Lavagna, quebrando una costumbre de la política, se prodigó en el extranjero con juicios sobre la política criolla.

Roberto Lavagna
Roberto Lavagna
Roberto Lavagna es reacio a definirse como aspirante a la Casa Rosada, aunque tampoco lo niega. Simplemente, dice que «no es el momento de hablar de ello, que ahora lo que prefiere es debatir ideas y alternativas» a la actual gestión de gobierno. En la Argentina y fuera de ella, sin embargo, su candidatura comienza a sonar como algo más que probable. ¿Dónde empieza todo? «Participé en dos seminarios académicos y me hicieron una entrevista. A partir de allí, de lo que dije en las tres oportunidades, los analistas comenzaron a hablar de que todo eso suponía una oxigenación de la escena política. Si con relativamente tan poco se produce esa reacción, es porque sin duda hay una demanda importante de los sectores sociales...

Porque candidatos hay, varios, pero ninguno parece haber despertado el mismo interés», relata Lavagna.

¿Está en sus planes ser la figura que aglutine a la dispersa oposición argentina, a los peronistas que no han tenido cabida en el gobierno de Kirchner y a los radicales que no se han pasado al kirchnerismo, entre otros? «No quiero hacer ingeniería política. Hay que respetar a los partidos que vienen de lejos y ajustarlos a las nuevas circunstancias. En mi proyecto hay sitio para radicales, peronistas e independientes y, sobre todo, para los jóvenes.» ¿Y cómo se llamará esta alianza? «No es una alianza, es un proyecto de convergencia.» ¿De qué color? «De centro y progresista. Creo que el grueso de la sociedad argentina es de centro, y le añado progresista, porque la palabra centro produce cierta anomia y se la puede hacer virar hacia la derecha o hacia el progresismo, y yo elijo esto último.»

«Ante todo -subraya Lavagna-, quiero que quede claro que este proyecto no es una oposición al gobierno en términos de blanco y negro, sino un proyecto constructivo para aprovechar todo lo bueno que se ha hecho hasta ahora en política social y económica, logros que en buena parte intervinimos mi equipo y yo entre 2002 y 2005. Gracias a la sólida situación económica que hoy tenemos, se nos presenta una gran oportunidad de reforzar las instituciones que tan golpeadas quedaron tras la crisis de 2002 y de avanzar en un mayor desarrollo e igualdad social.» ¿Dice esto porque cree que el gobierno de Kirchner no va en esa dirección? «Creo que cuando se tiene una posición macroeconómica excepcional, ésta se puede utilizar para entrar en una etapa de superación o, precisamente porque se tiene margen, cometer ciertos errores. Desde 2002, siete millones de argentinos emergieron de la pobreza y de la indigencia, pero aún hay mucho por hacer. Esta es la etapa que viene, y yo creo que el Estado no tiene ni los recursos ni la capacidad administrativa para hacerle frente (...) El Estado debe ocuparse de lo que yo llamo bienes públicos básicos: educación, salud, cuestiones sociales en general, seguridad e instituciones públicas. El gobierno no está para tomar participaciones en el mostrador de un aeropuerto, en la cola de un avión o para entregar una empresa de servicios esenciales como la de agua a los sindicatos», explica.

Lavagna se refiere a tres recientes medidas del gobierno de Kirchner, la recuperación de la gestión de los aeropuertos, el aumento de la participación estatal en Aerolíneas Argentinas y la salida de la empresa francesa Lyonnaise des Eaux de la gestión de Aguas Argentinas.

¿Estas son las diferencias con Kirchner que lo alejaron del gobierno? «Evidentemente, hubo un cambio de rumbo tras las elecciones de octubre pasado; hay una mayor injerencia del poder público en la economía con la que no estoy de acuerdo. Tampoco estoy de acuerdo con los poderes especiales que se ha atribuido el Ejecutivo para disponer del Presupuesto nacional ni con el giro en la política internacional, sobre todo, desde el ingreso de Venezuela en el Mercosur. Venezuela es bienvenida, pero no puede cambiarnos los objetivos. Ya en la primera reunión del bloque, el gobierno de Chávez propuso la creación de un ejército sudamericano. Afortunadamente, los presidentes Lula (Brasil) y Tabaré Vázquez (Uruguay) se distanciaron de esta iniciativa y me gustaría que la Argentina hiciera lo mismo. El país no va a recuperar el protagonismo internacional si se queda pegado sólo a proyectos como los de Chávez.»

Lavagna insiste en que lo peor que le puede suceder a la Argentina es no aprovechar este momento de bonanza para avanzar en el desarrollo económico y social. «No quiero hacer una oposición destructiva, sino una propuesta de superación», explica. «La sociedad argentina es moderna y compleja, no puede funcionar con un exceso de concentración de poder, necesita alternativas. Hace falta una presidencia fuerte, sí, pero eso no se debe confundir con un pensamiento único, donde cualquier opinión distinta supone un acto de oposición negativa. Creo que Kirchner confunde fortaleza en el ejercicio del poder con aislacionismo, y eso no es bueno. Un alto funcionario kirchnerista me dijo una vez: 'Acá se es esclavo o enemigo, y yo elegí ser esclavo'. Esta opción, sin duda, no es para mí», concluye.

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