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Carlos Rovira y Néstor Kirchner
La polarización entre sólo dos listas en esta elección hará imposible repetir ese 48% contra 32% de Puerta. Los porcentajes podrán ser distintos, pero el efecto que busca el gobierno es el mismo. Ese resultado sería un ensayo ideal para trasladar el impulso a otras provincias, no ya para lograr el apoyo a una reforma constitucional que el gobierno dice no perseguir, sino para comenzar a despejar los entuertos más complicados que se le presentan hoy a Kirchner en otras provincias peronistas.
Así, cuanto más complicado sea el ejercicio de fuerza que lleve adelante el Presidente con su aliado Rovira, mayor será el rédito frente a una victoria. Kirchner apareció junto al gobernador en 2003 liderando una coalición transversal muy parecida a la actual: justicialistas, algunos radicalese independientes.
La pelea fue contra el peronismo de Eduardo Duhalde que apoyaba a Puerta, y los campos de batalla vuelven a ser similares. Rovira demostró su victoria en 2003 no sólo por ganar Misiones, sino también por triunfar en Posadas, que era reducto del puertismo. Hoy, la capital provincial vuelve a ser el desafío: es uno de los lugares que se le presentan más difíciles en la provincia para enfrentar al FUD de Piña, integrado por laicos, pastores, otros religiosos, la UCR oficial, socialistas, algún sindicalismo y organizaciones sociales.
Esa transversalidad religiosa se opone ahora no sólo a un proyecto sustentado en la construcción de poder que lo ilumina desde Buenos Aires, sino también a un modelo que debe consolidarse para ser exportado, y no sólo en materia constitucional.
Frente a este panorama está la posibilidad de un resultado adverso. La sensación que existe en el kirchnerismo nacional es que esa posibilidad, más que afectar al propio Rovira, complica al Presidente colocándolo en un escenario que hasta ahora se ha negado a aceptar. Su altísimo nivel de exposición junto al gobernador -no sólo por su participación en la campaña provincial, sino también por el envío de su hermana como ministra de Desarrollo Social a volcar el aparato de asistencia nacional- y la aparición pública de las otras cabezas del gobierno da cuenta de ello.
Es que todos saben que lo que hay en juego es mucho: una derrota del kirchnerismo en la provincia podría alentar otras alianzas en provincias que «se le animaran» a Kirchner y potenciar así el efecto de una entente a nivel nacional para las elecciones de octubre.
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