17 de septiembre 2007 - 00:00

Kirchner lo hizo: sumaría ya 4 CGT

La retirada de Luis Barrionuevo parte en tres la CGT de la calle Azopardo. A ésa podría sumarse la CTA cuando, como se presume, le den aval oficial. De ese modo, el próximo gobierno tendrá que lidiar con cuatro centrales obreras paralelas. Otro logro de Kirchner presidente.

Luis Barrionuevo, José Luis Lingieri, Armando Cavalieri y Hugo Moyano.
Luis Barrionuevo, José Luis Lingieri, Armando Cavalieri y Hugo Moyano.
La fuga de la CGT que entre tropiezos y bajas del día después protagonizó el gastronómico Luis Barrionuevo al frente de sus «luisitos» la semana pasada profundizó una tendencia a la atomización que excede las tensiones y características propias del micromundo sindical.

La dispersión que agudizó la retirada de Barrionuevo, que sobreactuó al hablar de una CGT paralela -dijo que funcionará en la vieja sede de Gastronómicos, sobre calle Alberti-, muestra al «movimiento obrero» fracturado en tres: el barrionuevismo, los «gordos» y la CGT moyanista.

En simultáneo, parece un hecho irreversible que antes de fin de año, como despedida de Néstor Kirchner o como debut de un eventual gobierno de Cristina Fernández, la CTA de Hugo Yasky logrará su reconocimiento formal y se convertirá literalmente en una central obrera bis.

  • Matices

  • Como si fuese poco, dentro de la cúpula formal que comanda Moyano, hay matices: los llamados independientes, club que integran Gerardo Martínez (UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingieri (Obras Sanitarias), son aliados críticos del camionero.

    Si el pronóstico sobre el aval a la CTA se concreta -a esta altura sólo en el moyanismo insisten en asegurar que no ocurrirá: mejor dicho, afirman que «nadie se animará»-, el próximo gobierno, muy probablemente encabezado por la primera dama, deberá convivir con cuatro CGT.

    El gremialismo tiene una larga y zigzagueante historia de rupturas y reunificaciones. Apenas una década atrás, funcionaban tres bloques: la CGT oficial de Rodolfo Daer, la CGT disidente de Hugo Moyano y la CTA que, por entonces, encabezaba Víctor De Gennaro.

  • Experimentos

    En los setenta y ochenta, años de fractura en cascada, hubo diversos experimentos: desde el grupo de los 25 que desafió a la dictadura hasta la mítica pulseada entre la CGT Azopardo y la CGT Brasil. Fueron, a pesar de la atomización, años muy activos: Alfonsín padeció 13 paros generales.

    Ente los caciques se repite un guión: 2008 será, particularmente, un año agitado. Por un lado, porque en julio vence el mandato de Moyano y se deberá renovar a la conducción actual. Con cuatro, o cinco, grupos en pugna la discusión se anticipa aireada.

    Pero hay una razón más: tanto los moyanistas como los «gordos» -ahora está muy activo- Armando Cavalieri- y los barrionuevistas coinciden en marcar que la demanda salarial seguirá en ascenso y será difícil de encorsetar. O, al menos, la Casa Rosada deberá ampliar el número de interlocutores, más allá de Moyano.

  • Por rubros

    Un indicio es que en la fractura de la CGT aparece una división casi por rubros: por un lado, el moyanismo con base poderosa en el transporte; por otro, los «gordos» con alguna presencia en la industria y, como tercer grupo, el barrionuevismo con algún despliegue en servicios.

    Asimismo, la CTA alambró su capital político en los gremios estatales -salvo UPCN, un eterno apéndice del gobierno: ahora tributa a Alberto Fernández- que son una especie particular con mecanismos propios de negociación.

    Con el mapa actual, el camionero -que el miércoles reúne a sus socios en el camping del Personal Legislativo- no tendría número suficiente para quedarse con el control de la CGT. Cerca del camionero aseguran, sin embargo, que llegado el caso sumarán los respaldos necesarios.

    ¿Es ajeno el gobierno al proceso de fractura? Cuesta creer que sí: cada vez más voces vinculan la estampida de Barrionuevo a una maniobra superestructural gestada desde el despacho de Alberto Fernández. De allí mismo se opera, también, el presunto aval a la CTA.

    Se dibuja, obvia, la sospecha de que un sector de la Casa Rosada, justamente el que aparece con mayor cercanía e influencia sobre Cristina Fernández, planea recurrir al viejo axioma de dividir para debilitar.

    A Moyano nadie le quita esa idea de la cabeza. Ni el propio jefe de Gabinete que días atrás lo llamó para asegurarle que él no «operaba» en su contra. Unas pocas horas después, Barrionuevo movió a los suyos para tratar de dejar en off side al camionero.
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