5 de diciembre 2006 - 00:00

La conversación secreta entra Duhalde y los hermanos Scioli

Tal vez haya que creerle cuando dice que abandonó la política de manera definitiva. Pero también es irrefutable que la noticia de la postulación de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires movió a Eduardo Duhalde de aquel retiro para intervenir en el nuevo proceso. Una vez que certificó el lanzamiento, el ex presidente se comunicó con Scioli. Quería verlo. El tono fue cordial: «Me alegra que vengas a la provincia, ¿te acordás que siempre te dije que terminarías acá? Te felicito». Sin embargo, acaso no haya habido en los últimos tiempos un llamado más incómodo en el teléfono del candidato. Por eso Scioli siguió el protocolo que adopta para estos casos: en dos minutos consultó a la cúpula del gobierno sobre qué respuesta adoptar. Le indicaron una que quedaba a mitad de camino de las opciones más convencionales: «Decí que no podés encontrarte porque te vas a México. Pero mandalo a 'Pepe', tu hermano». El vice siguió las instrucciones al pie de la letra. Sabe que el más mínimo error puede atraerle de nuevo la ira de los Kirchner.

José Scioli, el «Pepe» de esta historia, tiene una relación cordial con mucha gente del gobierno. Tanta, que altos funcionarios apelaron a él cuando quisieron hacerle llegar mensajes disciplinarios a su hermano Daniel. Tiempos idos, hace casi un año.

También la amistad con «Pepe» fue un modo cruel de poner distancia del vicepresidente: Alberto Fernández y hasta el propio Kirchner hicieron aspavientos para saludar al menor de los Scioli mientras pasaban por al lado del otro, sin contactarlo siquiera con los ojos. Así sucedió en la asunción porteña de Jorge Telerman y en la presentación del Presidente durante la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. La amistad con Fernández está asegurada por la enemistad con Julio De Vido. «Pepe» es director de la Antigua Corporación Puerto Madero, donde viene oponiéndose a un proyecto del ministro de Infraestructura, relativo al fondeo de un barco de entretenimientos frente a los restoranes de ese barrio turístico. Adelmo Gabbi, el hombre de De Vido en el área, llevó la idea al directorio y Scioli se negó a suscribirla. Estos antecedentes son suficientes para entender por qué la versión que contaría «Pepe» en la Casa Rosada sería acaso más valiosa que la que podría ofrecer Daniel ante los mismos receptores.

El encuentro con el ex presidente se realizó el jueves pasado por la tarde. El lugar, obvio: San Juan Tennis Club, centro deportivo y spa en el que Duhalde atraviesa su desierto político y medita sobre la Comunidad Sudamericana, su sueño trunco, al que dedica lo mejor de sus horas. ¿Por qué no creerle? Envuelto en un toallón blanco, como de costumbre, el caudillo de Lomas de Zamora recibió con cariño al hermano del candidato. Preguntó por la familia y abrevió la introducción con otras palabras convencionales.

  • Preocupación

    Después fue al centro de sus preocupaciones. Todas las versiones aquí coinciden. Las que depositó Duhalde en los oídos de un íntimo y la que llegó al cenáculo de Kirchner. «Decile a Daniel que llegó la hora de definir en qué vereda está. El no debería aceptar el ofrecimiento que le hicieron. Es como hipotecar toda su credibilidad con gente que no lo quiere. El sabe que no lo quieren. Además, deberías avisarle que nosotros le complicaríamos la campaña. No va a ser fácil.». Habría que imaginar las sonrisas y el tono paternal para que este párrafo de Duhalde no suene con el tono de «El Padrino», según el retrato inmortal de Cristina Kirchner.

    «Pepe» ya está acostumbrado a recibir recados de esta índole destinados a su hermano. Algo parecido escuchó cuando desde el gobierno le dijeron -fin de enero pasado- que « Daniel debe definir en qué vereda está. Si sigue con nosotros o si se va con 'el Colorado'» ( referencia a su amigo Francisco de Narváez). En cambio, hubo otro detalle que inquietó al hermano del vicepresidente: la presencia de un fotógrafo, al salir del encuentro, de editorial «Perfil», según supuso él. Esa sorpresa alentó todas sus fantasías. La idea de que Duhalde lo había llevado a una encerrona. La sospecha, tan extendida en el gobierno, de que entre los medios de Fontevecchia y las maquinaciones del ex presidente existen afinidades muy antiguas, nacidas en los avatares del «caso Cabezas» y alimentadas por un abogado que recibió el indulto del gobierno duhaldista. Demasiado sentimiento de persecución. ¿Por qué no pensar en que las infidencias de Daniel Scioli con el hiperactivo operador de prensa Gabriel Hochbaum terminaron alimentando las notas de « Perfil» sobre los Scioli, igual que cualquier otro material periodístico referido a la familia? Aunque últimamente se mueve en el sector financiero, Hochbaum es un experto en farándula: ¿quién mejor?

    Lo que importa, en cambio, es la política. La movida de Kirchner obligó a Duhalde a abandonar su cómoda penumbra. Y a manifestarse como el viejo señor del distrito que sueña todavía ser, a pesar de la derrota de su mujer ante la de Kirchner en octubre del año pasado. Por otra parte, la convocatoria a Scioli y la misma advertencia derivada de ella son material de análisis para la pareja presidencial: ¿hasta dónde llegaban los compromisos del vicepresidente con el principal adversario del gobierno? ¿Cuándo se disolvieron? O, mejor dicho, ¿se disolvieron?

    El ex presidente conoce el distrito donde se libra la batalla. Sabe del atractivo que puede tener para su público un político al que todavía se lo ve como un hombre del espectáculo o del deporte. Y debe enfrentar ese desafío sin más recursos que el pálido Roberto Lavagna. Es que todavía Duhalde y su socio Raúl Alfonsín están lejos de conseguir para sí una llave parecida a la que los Kirchner encontraron en Scioli: es Mauricio Macri, a quien ambos quieren en la provincia, a la que se trasladaría el duelo planteado hasta hace pocas semanas en la Capital. Una simetría todavía inalcanzable.
  • Dejá tu comentario

    Te puede interesar