«El pato rengo está dejando las muletas», bromea, ácido, el felipista y ríe con todos los dientes. Está eufórico como Felipe Solá y el felipismo, entidad que parecía encaminada a la extinción y ahora, pirueta inesperada mediante, aspira a emular a Lázaro, el resucitado bíblico.
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La humorada refería al síndrome del «pato rengo», que abruma a quienes están en retirada. Sin chances de reelección, Solá había empezado a sentir la picazón del implacable lame duck (es como llaman en EE.UU. al gobernante en su último tramo de gestión). El chiste es oportuno: por ahora, al menos evitó que lo asalte el despoder.
Hubo algo de premonición en aquel comentario. Un rato después, en la Casa Rosada, Néstor Kirchner elogió a Solá. «Mucha fuerza, adelante señor gobernador», lo agasajó el Presidente. Antes había elogiado la obra pública en la provincia y la baja en los índices de pobreza del conurbano.
Palabra mágica
Improvisados traductores del patagónico, los felipistas decodificaban anoche esa frase como un abracadabra: la palabra mágica que -para entendidos- trasmite el guiño de Kirchner a la búsqueda de un atajo judicial que habilite a Solá para competir, una vez más, como gobernador.
Lo toman como un indicio del éxito de sus maniobras. «Hace tres meses -recuerda el felipista, como si fuese la prehistoria-, Solá no tenía destino político, no podía incidir en la elección de su sucesor y ni siquiera podía intervenir en el armado de la lista de diputados».
Eso, en teoría, cambió. Quien reflejó esa mutación fue Carlos Kunkel, comisario político de Kirchner en el Congreso, y vocero oficioso -no imparcial ni desinteresadodel patagónico. «Felipe no sólo es el mejor candidato, sino que es necesario», dijo Kunkel piropeando a Solá.
Ese es el condimento principal de la receta que elabora el felipismo para convencer a Kirchner de que un tercer mandato del actual gobernador es la mejor salida para el intríngulis bonaerense. Es lo que, en charlas de sobremesa, mencionan como la «solución Solá».
El concepto, recitan en el felipismo, se sostiene sobre tres puntos: a) Solá garantiza una transición sin traumas porque la gestión sería una continuidad; b) el Presidente no tendrá que instalar ni « probar» otro gobernador; c) Solá es «leal» por lo que no supone peligros de rebeldía futura para Kirchner.
Enojos
Tantas bondades deberían convencer al patagónico que, sin embargo, en el último tiempo acumuló más enojos que encantos con Solá. En La Plata armaron una respuesta para eso: «Bielsa estaba exiliado y Kirchner lo subió al avión para ir a Santa Fe porque lo necesita» cita un felipista.
Otro bonaerense, más tarde, completa la lectura y la bautiza como paradigma Scioli. «A Scioli -explica- no se lo bancan en el gobierno, pero las encuestas le indican que es el único que puede ganar la elección en la Capital. Con Solá puede ocurrir exactamente lo mismo.» De allí el planteo casi herético de Kunkel respecto de que Solá es un candidato « necesario» para Kirchner.
Aspectos gravitantes
Sobre esa cuestión gravitan dos aspectos capitales:
De algún modo con criterio psicoanalítico, Solá decidió reconvertir su trato con Kirchner: no buscar la aceptación amigable sino la relación política. Eso explica por qué, aun sabiendo que generaría malestar en el Presidente, Solá decidió jugar la patriada de la re-reelección. Primó, en este caso, la necesidad política -que, aclaran, no daña los planes presidenciales- más que la urgencia por congraciarse con el Presidente. «Lealtad sin sometimiento» podría traducirse esa consigna. Espasmódico, Solá mantiene por ahora ese perfil que, a simple vista, le dio algún resultado. También, en el pasado, forzó la ruptura del bloque de diputados bonaerenses y se enemistó con Eduardo Duhalde sin el aval de Kirchner. Poco tiempo después, el Presidente rompía con Duhalde y mandaba a dividir los bloques del Congreso nacional. «¿Por qué, ahora, Kirchner no va a terminar aceptando que la opción Felipe es la mejor opción para él?», se preguntaban,retóricos, ayer los felipistas.. En ese marco, Solá está decidido a postergar hasta última hora la concurrencia a la Justicia para discutir en los tribunales si puede o no ser candidato. Por varias vías, Kirchner planteó que él preferiría que eso fuese «pronto», sin que haya indicios ciertos de qué debe entenderse por pronto cuando, torean en La Plata, «el propio presidente es quien advierte que no es momento de hablar de candidaturas». Por eso, hasta ahora el gobernador tiene decidido hacer su presentación en diciembre o, incluso, febrero próximo. Entre tanto, Solá evalúa la táctica para sortear el impedimento que supone el artículo 123 de la Constitución provincial. El debate es si concurrir a la Suprema Corte provincial o a la Junta Electoral. Por ahora, resultaría más factible la Junta Electoral, que tiene cinco miembros (de los cuales, tres podrían interpretar positivamente el planteo de Solá) y que difícilmente se excuse de intervenir como, en cambio, podría hacer la Corte bonaerense o la Corte Suprema de la Nación que tiene antecedentes de haber rehusado actuar en asuntos electorales.
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