Poskirchnerismo: los intrépidos candidatos
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Mario Das Neves -de
Chubut para el paísempapeló
la Capital con
afiches que lo lanzan, sin
otro ocultamiento que no
imprimir la fecha 2011,
como un potencial candidato
presidencial del poskirchnerismo.
¿Empezó la
rebelión de gobernadores
e intendentes?
Además, todos -incluso Juez- observaron de cerca la fragilidad del andamiaje electoral kirchnerista que logró la inimitable cosecha de perder en todas las intervenciones sensibles. Misiones y Tierra del Fuego fueron los casos más visibles de la inhabilidad oficial.
Un efecto colateral de ese fenómeno: Juez acortó la distancia con Juan Schiaretti cuando comenzó a criticar a los Kirchner; Capitanich evitó (tampoco se la ofrecieron) la presencia de la Casa Rosada en Chaco. El salteño Juan Manuel Urtubey parece seguir ese ejemplo.
Algo es inocultable: ya no se registran las pasadas pulseadas, algunas sangrientas, por controlar la franquicia oficial de Kirchner en las provincias. Lo que antes era entendido como garantía de éxito hoy no despeina a nadie. Ya no es del todo relevante.
Capitanich ganó sin pronunciar el nombre Kirchner, Juez quedó a un paso del triunfo luego de criticar al gobierno. Schiaretti hubiese preferido deletear aquella tarde en que Cristina lo bendijo como «su candidato».
Quienes frecuentan la Casa Rosada ensayan una teoría. «El ánimo callejero -teorizan- es votar por el cambio y no siempre Kirchner estuvo del lado de los que expresaban el cambio.» Miran, como casos emblemáticos, a Córdoba, a Santa Fe, y a Tierra del Fuego.
¿No revela cierta debilidad la irrupción de Eduardo Duhalde? ¿No significa un desafío que Das Neves, horas después de un triunfo arrasador, se postule para 2011, fecha que aparece en el imaginario kirchnerista como el del regreso del patagónico?
«La vara de castigo de Kirchner se acortó», hace autocrítica un oficialista.
Una prueba de eso es la conducta de De la Sota cuando amenazó con «no mover» la boleta de Cristina de Kirchner el 28 de octubre. Se verá. Por lo pronto, en Córdoba, la performance de la candidata, tras la deserción de Juez, y el escándalo electoral, se proyecta alarmante.
No hay -sería trágico que lo hubiera- voces en el kirchnerismo que pongan en duda la victoria, en primera vuelta y por cierto margen, de la fórmula oficial. Pero el después genera más interrogantes.
Un planteo recurrente se refiere a los barones del conurbano que, masivamente, lograrían su reelección en octubre y, en muchos casos, con mayorías abultadas en los legislativos municipales. ¿Mantendrán, como ahora, su alineamiento con la primera dama?
Hasta ahora, con billeteray rigor, Kirchner mantuvo bajo su mando a los caciques peronistas y hasta amplió el elenco con la incorporación de un puñado de radicales. El mismo mecanismo aplicó con los gobernadores.
Entre éstos ya aparecieron los primeros atisbos de rebelión y autonomía. Quizá el 29 de octubre, si es día de festejos como cree la Casa Rosada, un batallón de alcaldes se contagie y también libere sus broncas. Que lo haga Daniel Scioli sería todavía más delicado.
Ese día, es probable que de manera inorgánica y caótica, se termine de gestar el poskirchnerismo.
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