19 de septiembre 2007 - 00:00

Poskirchnerismo: los intrépidos candidatos

Mario Das Neves -deChubut para el paísempapelóla Capital conafiches que lo lanzan, sinotro ocultamiento que noimprimir la fecha 2011,como un potencial candidatopresidencial del poskirchnerismo.¿Empezó larebelión de gobernadorese intendentes?
Mario Das Neves -de Chubut para el paísempapeló la Capital con afiches que lo lanzan, sin otro ocultamiento que no imprimir la fecha 2011, como un potencial candidato presidencial del poskirchnerismo. ¿Empezó la rebelión de gobernadores e intendentes?
La parábola de un ciclo matrimonial de 12 o 16 años con mandatos, intercalados, de Néstor y Cristina Kirchner que encegueció a kirchneristas y afiebró a los opositores mutó, acaso sólo temporalmente, de proyecto eternista a relato ficcional.

Aislados, pero en cascada, nada inocentes, en las últimas semanas asomaron en el horizonte kirchnerista indicios -que la Casa Rosada anotó no sin preocupación- sobre movimientos que, sin expresarle en su dimensión, prenuncian el surgimiento del poskirchnerismo.

La confesión presidencial de Mario Das Neves, la autonomía y el «copyright» en la victoria de Jorge Capitanich, los desafíos de Luis Juez, las amenazas de José Manuel de la Sota y las demandas de José Alperovich son piezas sueltas, no inconexas, de un esquema global.

  • Fragilidad

  • Tienen un rasgo unificador: salvo Juez, los demás pasaron por las urnas y lograron ordenar -unos más; otros menos- sus provincias y sus destinos por los próximos cuatro años. En cierto modo, pueden ser prescindentes del derrotero electoral de Cristina de Kirchner.

    Además, todos -incluso Juez- observaron de cerca la fragilidad del andamiaje electoral kirchnerista que logró la inimitable cosecha de perder en todas las intervenciones sensibles. Misiones y Tierra del Fuego fueron los casos más visibles de la inhabilidad oficial.

    Un efecto colateral de ese fenómeno: Juez acortó la distancia con Juan Schiaretti cuando comenzó a criticar a los Kirchner; Capitanich evitó (tampoco se la ofrecieron) la presencia de la Casa Rosada en Chaco. El salteño Juan Manuel Urtubey parece seguir ese ejemplo.

    Algo es inocultable: ya no se registran las pasadas pulseadas, algunas sangrientas, por controlar la franquicia oficial de Kirchner en las provincias. Lo que antes era entendido como garantía de éxito hoy no despeina a nadie. Ya no es del todo relevante.

    Capitanich ganó sin pronunciar el nombre Kirchner, Juez quedó a un paso del triunfo luego de criticar al gobierno. Schiaretti hubiese preferido deletear aquella tarde en que Cristina lo bendijo como «su candidato».

    Quienes frecuentan la Casa Rosada ensayan una teoría. «El ánimo callejero -teorizan- es votar por el cambio y no siempre Kirchner estuvo del lado de los que expresaban el cambio.» Miran, como casos emblemáticos, a Córdoba, a Santa Fe, y a Tierra del Fuego.

    ¿No revela cierta debilidad la irrupción de Eduardo Duhalde? ¿No significa un desafío que Das Neves, horas después de un triunfo arrasador, se postule para 2011, fecha que aparece en el imaginario kirchnerista como el del regreso del patagónico?

    «La vara de castigo de Kirchner se acortó», hace autocrítica un oficialista.

    Una prueba de eso es la conducta de De la Sota cuando amenazó con «no mover» la boleta de Cristina de Kirchner el 28 de octubre. Se verá. Por lo pronto, en Córdoba, la performance de la candidata, tras la deserción de Juez, y el escándalo electoral, se proyecta alarmante.

    No hay -sería trágico que lo hubiera- voces en el kirchnerismo que pongan en duda la victoria, en primera vuelta y por cierto margen, de la fórmula oficial. Pero el después genera más interrogantes.

  • Conurbano

    Un planteo recurrente se refiere a los barones del conurbano que, masivamente, lograrían su reelección en octubre y, en muchos casos, con mayorías abultadas en los legislativos municipales. ¿Mantendrán, como ahora, su alineamiento con la primera dama?

    Hasta ahora, con billeteray rigor, Kirchner mantuvo bajo su mando a los caciques peronistas y hasta amplió el elenco con la incorporación de un puñado de radicales. El mismo mecanismo aplicó con los gobernadores.

    Entre éstos ya aparecieron los primeros atisbos de rebelión y autonomía. Quizá el 29 de octubre, si es día de festejos como cree la Casa Rosada, un batallón de alcaldes se contagie y también libere sus broncas. Que lo haga Daniel Scioli sería todavía más delicado.

    Ese día, es probable que de manera inorgánica y caótica, se termine de gestar el poskirchnerismo.
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