Los vehículos eléctricos llevan más de un siglo en el mercado automotor, pero recién a fines del siglo XX comenzaron a ganar tracción como alternativa real. La preocupación por el encarecimiento del petróleo y el aumento de las emisiones contaminantes reavivó el interés en tecnologías que permitieran reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Aquella búsqueda ambiental y económica fue el punto de partida para una transformación que hoy alcanza a toda la industria automotriz.
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La electrificación no solo transformó la movilidad: también allanó el terreno para el avance de la conducción de este tipo y el surgimiento de un nuevo mercado global.
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Los primeros pasos hacia la electrificación moderna
Una de las primeras señales de cambio llegó en 1996, cuando California obligó a las automotrices a ofrecer un pequeño porcentaje de modelos sin emisiones. Esa medida dio origen al GM EV1, un proyecto pionero que introdujo innovaciones hoy habituales: dirección asistida eléctrica, climatización con bomba de calor, neumáticos de baja resistencia, encendido sin llave y hasta carga inductiva. Aunque el programa fue cancelado, dejó un legado tecnológico que impulsó el desarrollo del sector.
La verdadera ruptura llegó en 2008, cuando el Roadster demostró que las baterías de iones de litio podían cambiar las reglas del juego: más potencia, menos peso y tiempos de carga mucho más cortos. El resto de la década vio el desembarco de modelos como el Nissan Leaf, el Chevrolet Bolt y el BMW i3, mientras nuevas generaciones del Model S, X y 3 empujaban los límites del rendimiento eléctrico.
China toma el volante del mercado global
Con precios más accesibles y una capacidad de producción gigantesca, los fabricantes chinos pasaron a dominar el tablero mundial. La expansión de sus marcas, la inversión en nuevas fábricas y la apuesta por tecnologías propias —baterías avanzadas, sistemas de carga ultra-rápida y plataformas inteligentes— consolidaron ese liderazgo. Hoy, varias de las automotrices que más vehículos eléctricos venden en el mundo provienen del gigante asiático.
El puente hacia la conducción autónoma
Mientras la electrificación avanzaba, otro campo tecnológico maduraba: los sistemas de asistencia al conductor. El camino se remonta al control de crucero de 1948, pero adquirió velocidad en los años noventa, cuando Estados Unidos impulsó investigaciones en automatización. En 2009, Google formalizó su proyecto de autos autónomos, que más tarde se transformaría en Waymo, hoy líder en robotaxis de nivel 4 en varias ciudades norteamericanas.
Otras compañías avanzaron con sus propios sistemas, pero todavía están lejos de alcanzar la autonomía total. La escala SAE, que va del Nivel 0 al Nivel 5, sigue siendo la referencia global: por ahora, la mayoría de los autos comerciales se ubican en los niveles 1 y 2.
China acelera y cambia las reglas
El mayor impulso a la conducción autónoma hoy proviene nuevamente de China, donde empresas tecnológicas y automotrices compiten por dominar un mercado que Pekín considera estratégico. Políticas de apoyo, infraestructura de comunicaciones avanzada y una enorme disponibilidad de datos aceleran el desarrollo. El objetivo: que para 2030 uno de cada cinco vehículos nuevos tenga capacidad de conducción totalmente autónoma.
Mientras otras regiones atraviesan retrocesos o demoras, China avanza en robotaxis, vehículos particulares autónomos y sistemas avanzados de asistencia, alimentando una carrera global que recién empieza.




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