Chela, un entrenador de elite: su salud, el tenis moderno y las lágrimas por Federer

Después de cinco años junto a Schwartzman, el "Flaco" también es el coach de Cerúndolo. Hace un año fue operado por un aneurisma, un episodio "difícil" que ya dejó atrás.

Chela, durante el Challenger de Buenos Aires. El objetivo es que Juanma Cerúndolo vuelva al Top 100 y juegue Grand Slams.

Chela, durante el Challenger de Buenos Aires. "El objetivo es que Juanma Cerúndolo vuelva al Top 100 y juegue Grand Slams".

Ámbito

Hace un año, la vida de Juan Ignacio Chela le dio una señal de alerta. Tras dos episodios con fuertes dolores de cabeza y problemas de visión, fue intervenido por un aneurisma cerebral y le colocaron dos stents. Hoy el mal trago quedó atrás y desfila por el Challenger de Buenos Aires con uno de sus pupilos, Juan Manuel Cerúndolo, que disputará la final.

El “Flaco” nunca fue de exteriorizar sus reacciones. Festeja tranquilo, transmite tranquilidad y habla sin histrionismo, incluso para recordar lo que pasó hace casi 12 meses. “Me siento muy bien. Todavía estoy con una medicación que se toma por un año. La recuperación fue normal. Fue una decisión difícil porque salvo por los dolores de cabeza, estaba bien”, le cuenta a Ámbito en el Racket Club.

Desde hace cinco temporadas es el entrenador de Diego Schwartzman, una relación “de muchos año y con gran funcionamiento”. Pero desde la última pretemporada también trabaja junto al menor de los Cerúndolo: “Descubrí una muy buena persona, muy tranquilo. Tiene mucha pasión, su enfoque es ser bueno en el tenis, es muy profesional”.

Con “Juanma” le tocó un 2022 complejo debido a las lesiones que tuvo, aunque, de acuerdo al nivel mostrado esta semana, esa parece ser una historia superada. “Un objetivo es volver al Top 100 y jugar los Grand Slams y poder encarar el circuito grande todo el año”, revela el ex N°15 del mundo.

Tanto con Schwartzman como con Cerúndolo trabaja en el formato “doble comando”. El “Peque” tiene como entrenador también a Alejandro Fabbri, mientras que “La Compu” cuenta con Andrés Dellatorre. Chela asegura que la clave está en la planificación previa y que ambos coaches compartan la visión de trabajo.

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- ¿Cómo es la organización con dos entrenadores?

- A fin de año armamos el calendario de qué torneos va a hacer cada uno. Obviamente es flexible. La clave es que sigan la misma línea. Ale se incorporó cuando nosotros llevábamos muchos años y de un gran funcionamiento, entonces fue contarle cómo funciona todo, cómo nos gusta trabajar, los hábitos de Diego. Ale es muy profesional.

- No es tan frecuente en el tenis de hoy una relación tan duradera entre un jugador y un coach. ¿Ustedes salen de la norma?

- El no viajar full time ayuda. Yo hago mitad de calendario y Ale hace el resto. Nos llevamos muy bien en el día a día, somos bastante parecidos en cómo encaramos la carrera. Tratamos de hacer las cosas bien y de trabajar en el momento en que hay que hacerlo, con la misma visión del tenis de Diego y respeto mutuo.

- ¿También pasa por entender el momento vivido y seguir adelante a pesar de la frustración o el enojo?

- Pasás por todas las situaciones. En los partidos el jugador convive con una presión y una incomodidad constantes, todo el tiempo superando adversidades. Por eso se entiende desde afuera, mucho más frío, además de que las viví, un montón de situaciones por las que está pasando el jugador. Mientras no sea una falta de respeto muy grande, que pase un límite, algo que nunca nos pasó, está todo bien.

La vida de un tenista transcurre en una especie de soledad itinerante. Aquél que puede viajar con su equipo tiene la posibilidad de compartir tiempo; en caso contrario, está únicamente con sí mismo. Por eso Chela destaca aquellas situaciones fuera del court y los entrenamientos.

“Todo lo que se pueda descomprimir, por la presión y la competencia desgastante del circuito, si no lográs compensarlo con esos momentos, es muy asfixiante”, apunta con sapiencia.

Campeón de seis torneos ATP, el nacido en Ciudad Evita hace 43 años tiene un único requisito para entrenar a un jugador: “Que esté dispuesto a vivir para esto, es muy sacrificado y exigente y no me gustaría perder el tiempo”. Llamativamente, no estaba en sus planes ser coach, pero todo cambió hace cinco años.

Poco tiempo después de abandonar el tenis profesional, Chela se dedicó a hacer programas de televisión relacionados al tenis. “Lo hacía porque me divertía en el momento”, recuerda entre risas. Hasta que llegó el llamado de Schwartzman, a quien potenció y metió en la elite. Desde que comenzó la dupla, el “Peque” ganó tres títulos, llegó a semis de Roland Garros y se metió en el top ten.

“Estaba fuera del circuito hacía varios años, y no lo tenía en el foco. Enseguida empecé a viajar y en cuanto volví me di cuenta que me encantaba y que quería hacerlo”, confiesa quien dice estar a favor del coaching.

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- ¿Es difícil no verse a uno mismo cuando se entrena a alguien?

- Al principio es difícil, sí. Cuando volví al circuito me parecía todo raro, estaba acostumbrado a hacer todo, yo entraba en calor, movilizaba, iba al gimnasio, era el que jugaba, el que convivía con esos nervios. Ahora sentís adrenalina y nervios, pero es un abismo al lado de lo que sentís dentro de la cancha. Y también te dan ganas de entrar a jugar, ja. Con los torneos te vas acostumbrando y te vas ubicando bien en tu rol. Antes eras vos en lo bueno y en lo malo. Es correrse de ese protagonismo y que sea todo a través del jugador. Lo tengo muy aceptado y me encanta.

- ¿Cuál creés que es hoy el rol de un entrenador?

- Creo que es un poco de todo, contención, mantener cierto equilibrio, más allá de lo técnico o lo táctico, generar buenos hábitos. Abarca toda esa parte también.

- ¿Por qué los coaches argentinos tienen tanto éxito en el mundo?

- Tenemos buenos resultados, nos gusta mucho pasar horas en cancha. La mayoría fueron exjugadores, y desde la época de Guillermo Vilas venimos con esa formación de mucha carga de trabajo. Eso si lo hacés bien tenés tus resultados.

Chela vivió gran parte de la era de oro del Big 3. Fue testigo privilegiado del ascenso de Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic, a quienes ve como “súper héroes, cada uno con distintos poderes”. Pero también regresó al circuito, ya como coach, para ver a los nuevos tenistas que quieren pelear por un lugar en la historia.

La generación actual, reconoce, está atravesada por las redes sociales y el uso indiscriminado del celular. “Es la época”, asiente, aunque no ve todo en forma negativa.

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- ¿Cómo tomaste el retiro de Federer?

- Lloré, fue duro. Creo que es la primera vez que lloro por algo de tenis. Estaba en mi casa. Aunque no jugaba hacía un año, todos teníamos la esperanza de verlo alguna vez más. Él decía que se estaba preparando. Yo pensé: “bueno, es tan genio que quizás en algún momento vuelve y hace algo”. Fue una bomba la noticia, y todo lo de la Laver Cup, el retiro, con Rafa llorando, fue impresionante, muy emotivo.

- Los nuevos nombres del tenis tienen un uso muy frecuente de la tecnología. ¿Ves dispersos a los jugadores?

- Es otra época, hay que lidiar con eso también. Hoy el jugador salió de la cancha, no llegó al vestuario, y está viendo qué dicen las redes sociales. Eso no es algo bueno, porque la gente que está opinando muchas veces hasta lo hace con maldad, no tiene idea de lo que sentís, tu preparación, la exigencia, el esfuerzo que requiere estar en ese lugar. Entonces, ¿qué te importa lo que dice un tipo opinando desde algún lugar porque vio dos games de un partido?

- ¿Tiene un lado positivo la situación?

- La comunicación es mucho más fácil. Cuando yo empecé a jugar, estaba feliz si llegaba a la habitación y había un sobre con un fax. No puedo creer cómo hacíamos (se toma la cara). Para mí la contra de eso es que te acerca a los que están lejos pero te aleja de los que están cerca, porque estás en una cena cuatro personas y no hablamos porque estamos con el celular.

- ¿En parte la vigencia del Big 3 es porque los jóvenes no dan el último paso?

- Son demasiado buenos estos tipos. Hay jugadores muy buenos, pero lo que no pueden sostener es la regularidad, ya sea en un partido o todo un año. Le han ganado, sí, pero lo tienen que sostener tanto tiempo que tenemos que darle este tiempo. No sé si tienen este nivel de detalle, o de no descarrilarse en nada, porque si te descarrilás un poco, cae el nivel. Estos jugadores pasaron por todas las situaciones y no cambiaron. Convivieron con el favoritismo, jugaron todos los partidos siendo favoritos, la gente los ama y los quiere ver ganar, y en los mejores estadios. Hay cabezas que explotan con eso. Es admirable que convivan con eso y sigan ganando.

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