Podríamos pensar que se trata de una enfermedad o epidemia, pero tenemos índices para todo, o mejor dicho para probar prácticamente todo lo que queramos. Dicho esto, conociendo las limitaciones (cómo se construyen, quién lo construye y qué se quiere demostrar) sin dudas son útiles en la comparación temporal para saber como van las cosas y donde estamos parados.
Argentina, un país que aporta poco al mundo
Los mitos son los mitos. Los números son los números. Futbol, literatura, ciencia, los argentinos nos enorgullecemos de haber contribuido y contribuir al bienestar del mundo como muy pocos países. La realidad es que esto puede haber ocurrido alguna vez, pero hoy estamos muy lejos de hacerlo.
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La posición de Javier Milei como “Rock Star” de la geopolítica, es indiscutible. El británico The Telegraph acaba de posicionarlo en el tercer puesto entre los líderes mundiales (Nota: la encuesta no escapa a la posibilidad de una campaña de Astroturfing).
Entre la miríada de índices globales encontramos el “Good Country Index”, que busca medir lo que 174 países aportan al mundo en términos de ciencia y tecnología, paz, cultura y salud. Un punto distintivo de este índice es que contrapesa por población, la cantidad de patentes otorgadas, investigaciones científicas, artículos académicos publicados, avances médicos y otros factores dentro de la misma línea. Así que lo que nos dice es cuánto aporta al mundo por ciudadano cada país. El índice se elabora bajo seis versiones y calcula cada dos años.
Nadie duda que hoy China es la máquina que está impulsando los avances tecnológicos en el mundo, lo que seguramente es cierto. Por ejemplo, los chinos están generando unos 740.000 artículos científicos al año, mientras los norteamericanos 680.000. Pero cuando tomamos en cuenta la población vemos que son 522 por millón para los orientales y 1,954 para los americanos (la población yanqui es de menos de un cuarto de la China). Puestas las cosas así, la diferencia no resulta tan escandalosa.
Claro que, en un sentido contrario, podemos llevarnos más de una sorpresa. El país con mayor número de avances científicos y tecnológicos per cápita es Hungría, seguido por Letonia y en tercer lugar el Reino Unido.
Argentina
Aún reconociendo una caída en la calidad educativa (unos se echan la culpa a los otros, pero en definitiva todos coinciden en esto) los argentinos nos enorgullecemos de nuestra capacidad innovadora y los aportes que hemos realizado al resto de la humanidad.
Los fríos números según la versión más reciente del índice, el 1,6 que corresponde a 2024 (la data recogida por lo general es de dos años antes, dada la demora en compilarla por los organismos multilaterales), no son tan halagüeños, como lo es nuestra inflada percepción.
En la general estamos en el puesto 68 (al final del 39% de los “mejores”), debajo de Republica Dominicana, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Uruguay y Chile que en el 35 es el país latinoamericano mejor ubicado.
En lo que tiene que ver con nuestra contribución en ciencia y tecnología caemos al 83, por lo que aportamos a la igualdad y prosperidad mundial en el 86, la contribución cultural que tan importante fuera en el pasado está aún más abajo, en el 96, los aportes a la paz y seguridad mundial incluso más abajo, en el 97 pasando lo peor por lo que contribuimos a la salud y el bienestar mundial, donde caemos al lugar 120.
Las mejores notas tienen que ver con lo que aportamos por el lado del cuidado del planeta y el clima, donde figuramos en el lugar 53 y nuestro aporte al orden mundial en el 54.
El problema es que mas allá de donde estamos, o mejor dicho estábamos, es que en 2014 Argentina se colocaba en el puesto 51 (de 163), en el 82 (de 163) en 2016, 81 (de 153) en 2018; 73 (de 149) en 2020 y 63 (de 169 en 2022).
Cuando afilamos el lápiz vemos que donde más retrocedimos los argentinos es en nuestro aporte a la paz y la seguridad mundial (67 puestos, tiene que ver con el envío y el apoyo a las fuerzas, la compra y exportación de armas y la Ciberseguridad), las contribuciones culturales (54 puestos, se refiere al número de eventos internacionales realizados, exportación de bienes culturales, libertad de prensa y de movimiento) y lo que se hizo en favor del orden mundial (refugiados, tratados internacionales, contribuciones a la caridad, tasa de crecimiento de la población -para el BM cuanto menor es mejor-).
No tan mal estuvimos con las contribuciones a la salud y el bienestar global (se retrocedió 20 puestos, Ayuda alimentaria al extranjero, exportaciones farmacéuticas, contribuciones humanitarias) y en ciencia y técnica (la caída es de 16 lugares, contempla la exportación de material científico, el número de estudiantes extranjeros, las patentes, premios Nobel y artículos científicos publicados).
Lo que se mejoró es lo relacionado al planeta y al clima (33 puestos, se vincula a la cantidad de tratados sobre elementos peligrosos y su cumplimiento, el uso de pesticidas, energía renovable, cuidado de la capa de ozono, y el impacto ecológico) y el aporte a la prosperidad e igualdad mundial (31 puestos, libre comercio internacional, riesgos de lavado y financiamiento del terrorismo, inversiones y voluntarios en el extranjero).
OK, los datos son viejos, pero nos sirven para ver dónde estábamos parados antes de que asumiera la actual administración, cómo llegamos allí y lo que es más importante, analizar en unos meses -cuando se publique la versión 1.7- qué se ha logrado desde entonces.
Puede que las cosas a nivel local hayan mejorado... o no (en lo inmediato siempre es discutible), pero además de la obligación para con sus ciudadanos, la Argentina tiene una obligación con el resto del mundo.
Así, solo cuando veamos una mejora real en las dos dimensiones (la interna y la externa), es que podremos realmente afirmar que el país ha vuelto a emprender la senda del crecimiento y comienza a ocupar en el mundo el lugar que alguna vez supo ocupar.






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