Dicen que unas semanas atrás la economía argentina “zafó” de ser declarada en recesión, gracias a que la gente del INDEC ajustó la medición del EMAE, de manera que, en lugar de una baja, evidenció una ligera recuperación.
La pelea por "el sexo de los ángeles" o los economistas versus el INDEC
Mientras los economistas se pelean por los últimos datos oficiales y privados o festejan una emisión soberana -armada a medida-, con el gobierno mostrándose incapaz de bajar la inflación debajo del 25% anual y la recesión golpeando las puertas, quien asola los muros de nuestra economía es el monstruo más temido: la estanflación.
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La estanflación asola los muros de nuestra economía.
Esto disparó una serie de cuestionamientos contra el organismo -la mayoría en voz velada, la gran excepción: Analytica con “¿Por qué hay dudas sobre el crecimiento?, Foco, Nov 2025-, que de manera inusual salió a aclarar un poco la situación, explicando las modificaciones que había introducido al Estimador Mensual de la Actividad Económica.
La controversia de los economistas y consultores, que esperaban que se formalizara una recesión técnica, se asentaban en que poco antes, el Índice de Líder (I.L.) que elabora la UTdT y que es ampliamente seguido por los profesionales, a pesar de marcar un incremento (mejora) ese mes de casi 6%, computaba que la probabilidad de una recesión en el corto plazo había trepado durante octubre al 98.7%, un máximo desde julio del año pasado.
Uno de los problemas con el EMAE como indicador de la realidad económica es que se difunde unas siete/ocho semanas después de finalizado cada periodo, mientas la información sobre el PBI aparece a las once semanas de cerrado el trimestre y el I.L. a los 16-24 días de cerrado el mes.
La idea es un poco como que los números del I.L. adelantan al EMAE y el EMAE al PBI, en base al cual definiremos formalmente si el país transita un ciclo recesivo o uno expansivo. Esto se asienta en que históricamente la correlación mensual entre el EMAE desestacionalizado y el I.L. desestacionalizado es de casi 62% (56.4% la trimestral), un valor estadísticamente elevado.
Acá es importante entender que el objetivo del I.L no es predecir al EMAE, el que si pretende reflejar la realidad económica pasada de manera mensual y antes de que se conozcan los números trimestrales del PBI, sino prever la tendencia económica digamos a 1-6 y más posiblemente 3-6 meses vista. Si el I.L. “adelanta” al EMAE, podemos decir que es casi como un subproducto de su formulación, pero no es su objetivo.
Los que si pretenden adelantar los datos sobre el EMAE son una infinidad de modelos “Now Casating” (predecir hoy) que se han elaborado buscando reflejar la realidad casi en tiempo real. Si bien algunos parecieran ser más efectivos, ninguno de ellos ha sido capaz de desplazar al I.L. (Anticipar el EMAE para decidir mejor: modelos de Nowcasting para el pronóstico de la actividad económica mensual argentina”, por Gonzalo Carrera, 2024; Nowcasting de la actividad Económica en Argentina: una aproximación desde Machine Learning”, Tobias Pejkovich Balbiani, 2022; Nowcasting de PBI: Evaluando las condiciones cíclicas de la economía argentina”, Laura D´Amato et.al, 2016; etc)
Acá vale una advertencia con la interpretación de las relaciones y los números del I.L., EMAE y PBI. Los tres están sujetos a múltiples correcciones a medida que se conocen datos más fiables. En el caso particular del PBI, la primera difusión se conoce como” preliminar”, un año más tarde tenderemos la “provisoria”, y recién al otro “la definitiva”, que está lejos de serlo, porque se puede y se ha modificado más de una vez. De hecho, los últimos datos “definitivos” sobre el PBI argentino con los que contamos son los de 2022.
Esto no tiene nada que ver con la capacidad del INDEC, ya que en los EEUU los datos sobre del PBI se revisan a los 60 y 90 días de la primer publicación, sumando al menos tres revisiones anuales (en julio) y una revisión profunda cada 5/7 años (de hecho, las revisiones del PBI argentino parecerían “pocas”).
El EMAE por su parte suele revisarse al mes de la primer publicación, al cierre del trimestre, con la primer revisión trimestral del PBI, y luego dos veces más con las revisiones anuales del PBI. Esto sin tomar en cuenta otras revisiones generales que puede efectuar el INDEC. El objetivo es conciliar la serie del EMAE con la del PBI trimestral y el anual.
Aunque los datos que se emplean para elaborar el EMAE integran el grueso de los del PBI, no es tanto que el EMAE anticipe al PBI -que tenga un real poder predictivo- sino que se va ajustando en función de este, generando una coincidencia, digamos que, “artificial” (el INDEC solo difunde y publica las ultimas revisiones).
Si bien aquí nos vamos a focalizar en el EMAE desestacionalizado (el índice con base 100 en 2004, a precios constantes de aquel entonces, lo publica el INDEC, a los 50/60 días de finalizado el mes, en tres versiones, nominal, desestacionalizado y tendencial, junto a las variaciones correspondientes) la evidencia es que estos “ajustes” parecieran sesgar la serie, por lo que al menos con fines académicos (econométricos) lo mejor es utilizar las series sin revisar o con la menor cantidad de revisiones (“Sesgos de revisión en el Estimador Mensual de Actividad económica de Argentina”, Luis Frank). Por caso, en enero de 2017 la variación interanual del EMAE se corrigió respecto a la de Diciembre en un punto porcentual, pasando del 2% al 3%; y el reciente ajuste de noviembre, transformó lo que había sido una contracción del EMAE durante agosto, en una suba.
Esto último se asentó en el inusual ajuste que hiciera el INDEC al sector de la intermediación financiera, al que vio creciendo 11.9% -la mayor mensual desde al menos 2004, el récord previo había sido 5%- tras un mes en que el crédito al sector privado se redujo 1.8% y los balances de los bancos mostraron los peores números en mucho tiempo.
La anomalía surgió porque uno de los principales factores con los cuales el INDEC evalúa la evolución de este sector es el spread entre las tasas que, de la mano de la crisis financiera preelectoral, saltó a niveles pocas veces visto (que el INDEC debería de haber considerado esto como una “anomalía” y tomado las medidas correspondientes (es algo para discutir). De hecho, desagregando este sector deberíamos de haber hablado de una nueva contracción del EMAE.
El I.L de la UTdT no está sujeto a un cronograma regular de ajustes, si bien cuando se verifica un atraso en la información de alguna de las diez series que lo instrumentan, apela a imputaciones estadísticas, que corrige cuando se tienen los datos definitivos, lo que genera algunos ajustes menores.
En el último comentario vimos los problemas de definir una recesión apelando a la regla de los dos trimestres consecutivos de baja del PBI. Esto se vuelve más relevante al tomar en cuenta que la información oficial sobre el producto suele ser provisoria hasta pasados dos años, lo que es un problema que crece de manera exponencial -como acabamos de ver- si pretendemos emplear el EMAE para definir el ciclo económico por el que transitamos.
Si bien podría parecer que existe un comportamiento muy similar entre las tres series, la realidad es que la cosa no es tan así.
Existen múltiples maneras de medir el PBI (en pesos corrientes, ajustado a valores de mercado, deflactado por el índice que sea, ajustado a algún valor del dólar o canasta de monedas, etc.) e innumerables maneras de estimar cuando estamos frente a un proceso recesivo. En estas líneas seguimos a Juan M. Jorrat y Ana M. Cerro, reconocidos como los mayores especialistas argentinos en el estudio de los ciclos económicos locales.
Tomando como válida la regla de los dos trimestres de caída económica para definir una recesión, desde el primer trimestre de 2004 identificamos nueve parates en el caso del I.L. (el PBI paso por ocho procesos recesivos), de los cuales solo uno arranca y termina en coincidencia con la caída del PBI. Tenemos tres falsos positivos (se pronosticó una recesión que no se dio), dos falsos negativos (el I.L no previó la recesión), en dos casos ya estábamos en un proceso recesivo cuando el I.L. tomó cuenta de la caída económica, en uno anunció una recuperación económica antes que esta se produjera y en dos lo anuncio luego de que la recuperación se iniciará. La correlación entre las variaciones trimestrales del I.L. y el PBI es de 21.7%.
En el caso del EMAE, en su versión desestacionalizada que como señalamos se ajusta en función del PBI y por lo tanto debería ser significativamente coincidente con el mismo, desde 2024 computamos ocho recesiones, un solo caso coincidente, un falso negativo, un falso positivo, en tres casos disparó el alerta recesivo antes que esta llegara, en dos finalizó antes de que lo registrara el PBI, y en cuatro lo hizo después que el PBI entrara en una senda alcista. No sorprende entonces que la correlación entre las variaciones trimestrales del EMAE y el PBI apenas llegue al 31.2%.
Si bien, la evidencia histórica (hablar de 8 o 9 eventos en realidad no alcanza para sacar ninguna conclusión estadísticamente valida, es todo anecdótico) sugiere que ni el I.L. ni el EMAE sirven para predecir lo que sucederá con el PBI, distinto es el caso de la relación I.L./EMAE donde la correlación mensual trepa al 61,7% (56.4% la trimestral). En castellano, el I.L. podría anticipar al EMAE, pero ni el I.L. ni el EMAE son buenos predictores del PBI, lo que hace “más raro” lo vivido el mes pasado.
Para aquellos a quienes les cueste aceptar la idea que los profesionales económicos pueden basar sus opiniones en “supersticiones” y no la evidencia empírica, les recordamos la probada inutilidad del REM que elabora el BCRA, como predictor de la inflación, actividad y valor del dólar a corto plazo.
Dicen que el 29 de mayo de 1453, mientras Constantinopla caía en las manos de los otomanos, sus grandes mentes se entretenían discutiendo “el sexo de los ángeles”. Las nuestras hablan de PBI, EMAE, I.L, REM, reformas, colocaciones y otras yerbas, mientras... la estanflación golpea nuestras puertas.
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