Nostalgias de vuelos al Sur y Moreno con "cartel francés"
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Tal como se preveía, el Salón Blanco quedó chico para tanto empresario, político, funcionario y sindicalista que se invitó a la ceremonia, al punto que hubo que instalar plasmas en un salón aledaño para que una pequeña multitud de «no vip» pudiera seguirla al menos por TV.
De a poco fueron llegando Ernesto Gutiérrez (Aeropuertos Argentina 2000), Oscar Ghezzi (FEGHRA, empresarios gastronómicos), Gerardo Rosas (AAVyT, agencias de turismo), Hugo Bonnet (London Supply, aeropuertos de El Calafate y Ushuaia; zonas francas) y Damián Skokin (LAN Argentina).
Envuelto en un poncho (no rojo como en sus años mozos sino color «camel», más acorde a su edad) el diputado Carlos Kunkel atravesó el salón y se sentó junto a Hugo Yaski (CTA) y a Enrique Albistur. Entre ellos había una silla libre que parecieron reservar para un invitado especial.
Ese personaje se hizo esperar sólo un par de minutos: separado del resto del gabinete y de los gobernadores, el polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno, hizo un ingreso de «cartel francés», al margen del elenco, y saludó a varios de los presentes (Alak, el senador José María Díaz Bancalari, Juan Carlos Dante Gullo) para después sentarse entre Kunkel y Yaski.
La Presidente ingresó un rato más tarde, acompañada de los gobernadores K, Daniel Scioli (Buenos Aires), Mario Das Neves (Chubut), Sergio Urribarri (Entre Ríos), Gildo Insfrán (Formosa), Oscar Jorge (La Pampa), Maurice Closs (Misiones), Jorge Sapag (Neuquén), Miguel Saiz (Río Negro), Juan Manuel Urtubey (Salta), Gerardo Zamora ( Santiago del Estero) y José Alperovich ( Tucumán). También estaban el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, dos figuras clave (uno por el fracaso por impedirla, el otro por el éxito de la reestatización) en lo que estaba anunciando la Presidente. A un costado ya se habían ubicado los gremialistas, pero el «uno» del sector, Hugo Moyano, entró con los ministros y los gobernadores.
Sin embargo, ella eligió estar acompañadaen el estrado sólo por los ministros-Julio De Vido (Planificación) y Florencio Randazzo (Interior), el presidente provisorio del Senado José Pampuro y el titular de la Cámara baja Eduardo Fellner. De Vido habló primero, y dos veces confundió el nombre de la empresainstrumento del Grupo Marsans para entrar a Aerolíneas: en ambas ocasiones la nombró como Intervest (debió decir «Interinvest») y también dos veces habló del «Grupo Marshand».
De todos modos, lo que sobrevolaba el aire una vez asentado el polvo de las palabras, los cánticos de la barra de APA («APA, Cristina, Aerolíneas Argentinas») y los recuerdos melancólicos de cuando «éramos un orgullo para el mundo» fue una pregunta: quién se animará a alquilarle aviones a una empresa propiedad de un Estado que defaulteó su deuda, que todavía mantiene un conflicto con «hold outs» y que no arregló con el Club de París. Nadie ofrecía una respuesta, pero tampoco parecía importar. Después de todo, y tal como cerró su discurso Cristina de Kirchner, «Todos somos Aerolíneas». Léase: «Todos pagamos el déficit operativo de Aerolíneas, que es de u$s 30 millones mensuales; todos pagaremos el pasivo, que es de u$s 890 millones; todos nos haremos cargo de los u$s 300 a 400 millones que hacen falta para 'ponerla en valor'».
S.D.
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