Todo por dos pesos
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Obvio que la respuesta de jardín de infantes de Economía no se hizo esperar: escasez, desabastecimiento y encarecimiento, ya sea porque los precios suben explícitamente o porque sin subir, igualmente lo hacen cuando uno ve que el contenido de los envases se reduce de a poco al tamaño de un grano de arena.
Así llegamos a las multas decididas el martes por el gobierno con las petroleras, que no serán las últimas porque el boom de demanda no afloja a raíz de que los precios de nuestros «malditos» commodities de exportación siguen muy firme porque el mundo crece como pocas veces en su historia. Nada tiene que ver Kirchner en la recuperación de hoy. En realidad, a esta altura, ocurre a pesar de su gestión económica.
El motivo más mediato de la medida adoptada anteayer es la urgencia electoral de permitir que la siembra del trigo se desarrolle normalmente lo que evitaría también problemas de oferta con la harina y el pan en el futuro cercano y que la gente común no se quede de a pie por falta de gasoil. No habría que descartar tampoco que si el gobierno desea que empresarios amigos de la Casa Rosada tomen parte de YPF ante una salida parcial de la española Repsol, esto se haga para bajar el precio de la megacompañía y de esa manera proveer al desarrollo de un capitalismo nacional (poco serio en verdad).
El tercer objetivo de gobierno que Kirchner se ha planteado, un Estado grande (ya pesa 32% del PBI y los que lo mantienen pagan el equivalentea 45% del PBI de impuestos), es un problema en sí mismo porque la decadencia argentina que comienza con el estallido de la Primera Guerra Mundial hace casi ya 100 años, no tiene que ver con un Estado pequeño sino porque abrazamos las ideas equivocadas del proteccionismo industrial y del Estado socio del sector privado distribuyendo prebendas a troche y moche. Además, desde la segunda mitad del siglo pasado, fueron complementadas por la oleada populista de un fascismo que hasta el día de hoy encandila a parte de la élite gobernante.
Si el gobierno quiere estatizar todo, inclusive una parte del petróleo, como seguramente desea la mayoría de los ardientes espíritus setentistas que lo componen, lo que debería hacer es discutir con el privatizado el valor presente del flujo de beneficios futuros de la compañía sobre bases razonables y pagar por ellos.
Pero no, el camino que ha elegido y más aún cuando se acabó el superávit fiscal, consiste en romper contratos para que el privado no invierta, que escasee el bien que el privado proveía, acusarlo de que por no invertir genera escasez que perjudica al pueblo, aplicarle multas de una siniestra ley de hace 33 años (heredera de la ley contra el agio dictada por la Segunda Guerra Mundial) cuando en la Argentina se aplicaba un control de precios de tipo soviético y finalmente, por la simple acumulación de penalidades, reestatizar empresas de servicios por 2 pesos (recordar el caso Aguas Argentinas).
Si viéramos a un privado hacer esto para comprar una compañía, iría preso más rápido que un tren bala. Pero si lo hace el Estado argentino de 2007, en plena etapa de reivindicaciones setentistas, en realidad nos está redimiendo de las laceraciones del capitalismo salvaje de los 90. Disparate total.
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