15 de junio 2004 - 00:00

Arte y política: revaloran el legado de Antonio Berni

Uno de los autorretratos de Antonio Berni, creador del arte político en la Argentina.
Uno de los autorretratos de Antonio Berni, creador del arte político en la Argentina.
Algunos intelectuales han olvidado su función de ciudadanos que, desde luego, va más allá de ejercer el voto en las elecciones, de ejercer un cargo público o participar en una manifestación política. El arte fue mítico en sus comienzos y luego religioso. Cumplía un servicio, y lo cumplió más tarde al volverse cortesano, esto es, político.

Bajo el Iluminismo, a fines del XVIII, empieza a emanciparse, a extinguir su dependencia frente a la Iglesia y la Monarquía, a perder su aura, en términos de Walter Benjamin. Los románticos completan la separación: Lord Byron participa de la lucha por la libertad de Grecia, y Victor Hugo asumirá una banca parlamentaria en Francia. Si el hombre alcanza sus derechos y se convierte en ciudadano, el pintor trasvasa estas conquistas al terreno de la creación estética, extrapola el principio de libertad desde el ámbito político al poético, para acometer una revolución artística.

Pero su adversario ya no es el eclesiástico ni el aristócrata: es el burgués, que viene a tomar el mando de las sociedades en medio del desarrollo industrial y científicotecnológico. El artista termina por creer que el mejor modo de abatir a la burguesía es encerrarse en su atelier. Son los impresionistas, hace ciento veinte años, quienes simbolizan esta discordancia: su arte está en las afueras del estudio y su pensamiento cívico en los adentros de un conservatismo vetusto.

Con las excepciones de rigor, las vanguardias históricas recorrieron el mismo camino: lo nuevo en pintura y escultura, lo viejo en cuestiones políticas y sociales. Los surrealistas, empeñados en su propia revolución estética, deciden ponerse «al servicio de la revolución» política y social. Pero su acercamiento al Partido Comunista y a la URSS termina con la división del movimiento: los políticos acabarán en propagandistas, más que de un sistema de ideas, de un sistema político.

Pero más allá de los Urales, la revolución que encarnan los pintores, escultores y arquitectos suprematistas y constructivistas es vedada por los supuestos revolucionarios políticos y sociales. En el extremo opuesto, hacen lo mismo las autoridades nazis de Alemania y los dirigentes fascistas de Italia, partido al cual se aproximan, Filippo Tommaso Marinetti y otros exponentes del Futurismo -una de las vanguardias iniciales del siglo XX-, y un creador como Giorgio de Chirico.

Arte y vida fueron términos indisolubles, sobre todo a partir de la década del 60, aunque no se trataba de una posición teórica, como en otros tiemenpos sino de un ejercicio práctico. Puede afirmarse que el arte se socializa definitivamente en el último medio siglo. Ya no se trata de reconciliar el arte y la vida, ni de identificarlos; se trata de que el arte sea un producto de la vida, una afirmación preconizada en la Argentina por
Antonio Berni, Carlos Gorriarena y León Ferrari.

• Berni

Berni es el creador del arte político en la Argentina. Pero el suyo no era un arte de la propaganda ni de la difusión partidista sino un arte de la ética política y de la solidaridad social. «La obra se realiza plenamente conviviendo con el drama del hombre en su totalidad política, social, en el infortunio y el sobresalto de cada día», dijo Berni. Y también: «Todo artista y todo arte es político. Si hay arte no hay pancarta -decía-. Si no hay arte, la pancarta es burda y no sirve para nada. Mejor dicho, llega a servir a lo contrario de lo que se proponía». Ahí están, para certificarlo, los vastos lienzos que ejecutó entre 1934 y 1959 y que, a la manera de una saga portentosa, dan cuenta de la Argentina de los desheredados, los sin techo y sin trabajo, los obreros del campo y la ciudad, los marginados, con un estilo pictórico postexpresionista, de estupenda calidad el dibujo y el color, y con una autónoma capacidad imaginativa.

En los años 60 y 70, en sus series de
Juanito Laguna y Ramona Montiel, Berni, sin abandonar el arte político, inició una fase en que no sólo la obra sino también la materia de la obra mostraban su inmersión en la realidad argentina y latinoamericana. Si Juanito Laguna representaba al chico del interior del país, radicado con su familia en una favela de los suburbios de Buenos AIres, Ramona Montiel tiene el mismo origen geográfico y la misma posición social, que la lleva a la prostitución. Las obras de estas dos series, la mayor de las cuales es la de Juanito Laguna, son enormes collages al óleo sobre tela, madera, cartón o arpillera.

Pero sus materiales están constituídos por despojos: latas,botones, clavos, espejos rotos,vidrios, restos de máquinas, pedazos de objetos, recipientes usados. Estos desechos aluden al residuo social que es Juanito Laguna, y al mísero ambiente socio-cultural en que sobrevive, donde, por otra parte, las casas son residuos y se adornan con desechos.

En estas obras de
Berni, que obtuvieron el Gran Premio Internacional de Dibujo y Grabado de la Bienal de Venecia, hay metáforas de metáforas: la marginación moral y la material, la periferia como parte marginal de la enorme ciudad y como corazón de la pobreza; el consumo como dispendio y privación, como abundancia y carencia; el habitat como seguridad y precariedad, como permanencia y transitoriedad; la vida, en fin, como normalidad y cambio, como rutina y sobresalto.

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