11 de abril 2002 - 00:00

"ATANDO CABOS"

«Atando cabos» (The Shipping News, EE.UU., 2001, habl. en inglés). Dir.: L. Hallström. Guión: R.N. Jacobs, basado en novela de E. Annie Proulx. Int.: K. Spacey, J. Moore, J. Dench, P. Postlehwaite.

A diferencia de «Las reglas de la vida» y «Chocolate», este film del sueco Lasse Hallström no tuvo nominaciones al Oscar ni deslumbró a la crítica norteamericana. Como las dos películas citadas, «Atando cabos» tiene base literaria y el mayor reproche que se le hace a Hallström es haber simplificado la novela de E.Annie Proulx (Premio Pulitzer) en la que se basó esta vez.

Sin dicho best-seller a mano, lo que se le puede reprochar al director es la profundización de la brecha entre su obra presente y «El año del arco iris» o «¿Quién ama a Gilbert Grappe?», existente desde que trabaja a tiempo completo para estudios hollywoodenses.

Por lo demás, «Atando cabos» es otra fábula de personajes, situaciones y moraleja con los que el espectador termina simpatizando, dotada de algunas muy buenas actuaciones como la de Judi Dench en el papel de una vieja dama amargada por motivos valederos.

La razón de esa amargura es uno de los últimos cabos que ata Quoyle, el apocado protagonista ( Kevin Spacey), a lo largo del intenso viaje curativo que hace después de sufrir una serie de pérdidas. Teniendo en cuenta lo que viene después, conviene no apurarse a juzgar las cosas que le pasan antes de emprender ese viaje con su pequeña hija y una tía que le aparece de repente ( Dench). Es justamente la flamante tía quien lo invita a mudarse a la isla que habitaron sus antepasados, donde -le advierte-ocurren cosas ajenas a toda comprensión. Allí, en efecto, Quoyle debe codearse no sólo con una caterva de excéntricos sino también con recuerdos y fantasmas ancestrales (esto es literal).

Mientras asiste a eventos raros, aprende periodismo amarillo en el diarucho local y desafía miedos arrastrados desde la infancia con justa razón,
Quoyle comienza a enamorarse de una viuda (Julianne Moore) que encarna todo lo opuesto a su primera mujer (una irreconocible Kate Blanchett). Vale decir que el hombre gana confianza en sí mismo a medida que va desenterrando sus raíces, aunque eso lo enfrente a revelaciones fuertes: traiciones, crímenes e incesto, entre otras.

Siguiendo su costumbre,
Hallström confiere aquí carácter protagónico al paisaje e incluso a los objetos. La isla elegida se presta para ello y también a esa tendencia al esteticismo que el director ya mostró en obras anteriores. Como sea, si este cúmulo de elementos psicológicos, oníricos y hasta sobrenaturales resulta en un film entretenido se debe a que Hallström sabe combinarlos con naturalidad. Para eso, afortunadamente, no perdió la mano.

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