21 de agosto 2003 - 00:00

Bella recreación de un amor mítico

Graciela Dufau y Hugo Urquijo
Graciela Dufau y Hugo Urquijo
«Mis manos en las tuyas» de C. Rocamora. Trad.: H. Urquijo. Dir.: H. Tritek. Int.: G. Dufau y H. Urquijo (Teatro Andamio 90.)

L a historia de amor de Anton Chéjov y Olga Knipper se extendió durante seis años, aunque la pareja vivió largos períodos de separación signados por la enfermedad del dramaturgo. Forzado a permanecer en lugares de clima benévolo, la mayor parte de las veces, Chéjov ni siquiera pudo asistir a los estrenos de sus obras, en las que su esposa representó muy a menudo personajes que fueron creados para ella.

La abundante correspondencia que mantuvieron ilustra sobre un vínculo, que en el caso del escritor, estuvo lleno de comprensión, pudor y ternura. Más joven que él y apasionada por el teatro, su esposa se muestra en las cartas insegura algunas veces y exultante otras. A pesar de que la soledad lo abrumaba, Chéjov nunca quiso que su esposa abandonara el teatro.

La historia de su mutuo amor es también la de los comienzos del Teatro de Arte de Moscú, fundado por Constantin Stanislavsky y Nemirovich Danchenko, que fue una revolución dentro del panorama de la escena rusa y, más tarde, una inspiración para todos los que se dedicaron a ese arte.

Con atinadísimo criterio, Helena Tritek dirigió «Mis manos en las tuyas» de Carol Rocamora como si fuera una partitura musical. Los tiempos son fundamentales en las obras del escritor, que abundan en pausas imprescindibles, llenas del significado del subtexto, que son producto de la pura bondad, ya que los personajes casi siempre se cuidan de no hacer daño al otro ni siquiera con la palabra (a excepción de aquellos que con toda claridad los avasallan, la crueldad suena como el hacha de Lopájin talando «El jardín de los cerezos»).

Es un placer escuchar el bellísimo texto que
Tritek ha respetado, recurriendo apenas a movimientos imprescindibles que no distraen la atención del espectador -quien puede sentir el fluir interior del alma de los personajes-, y a la sugerencia de una iluminación que resalta el contenido de la pieza.

Graciela Dufau
y Hugo Urquijo son los oficiantes de este rito amoroso basado en la ternura y cruzado a veces por ráfagas de celos, tristeza y soledad. Ambos están perfectos porque no parece que actuaran, sino que se inclinaran sobre la intimidad de esos dos seres cuya historia de amor se ha transformado en un hito. El espectáculo es un remanso de belleza es esta época signada por la fealdad y la vulgaridad.

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