20 de abril 2007 - 00:00
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«Manzana», de Domingo Candia, un artista que merecería
una revisión con mirada contemporánea.
Es imposible referirse a la totalidad de las obras expuestas pero no puede soslayarse el surreal «Bife con cucarras» de Mildred Burton, el laconismo y a su vez la presencia de un vaso de Garabito, una sorpresa como «La mesa decorada con limones» de Héctor Nava (1875-1940), artista que estudió con Eduardo Sívori y residió muchos años en Roma y París. La sensualidad colorística de Luis Centurión de «Naranjas», «Naturaleza con frutas», «Damajuanas y Botellas», la humildad de la atmósfera interior en Juan Eichler y la de las tasas, frutas o damajuanas de Juan Otero, la alegoría de Guillermo Roux, la influencia europea en Graciano Mendilaharzu, la resolución frontal de una mesa de Antonio Seguí, obra monocroma y texturada de los 60.
Cómo no sonreír ante la ironía de «La cafetera» y «Le chat que regarde le poison», dos acuarelas excelentes de Fermín Eguía, deleitarse ante la levedad de José Luis Menghi, la densidad metafísica de Horacio March. Pintores de diversas corrientes y períodos de nuestra pintura, con características que los identifican ante un tema que trataron con austeridad, con respeto, sin la intención de sorprender, de manera quieta, que es así como llega al que las contempla así como al que las coleccionó a lo largo del tiempo. (Av. Alicia M. de Justo 1300. Martes a domingo de 11 a 19. Hasta el 13 de mayo.)
«La Vacanal» un conjunto con el tema de la vaca que Alejandro Raineri exhibe en Galería Rubbers disparó muchas ideas, por ejemplo, Ignacio Liprandi pensó en la Argentina agrícola, la pasividad o indiferencia ante el fracaso de nuestro proyecto colectivo, el Matadero, metáfora de la violencia política que nos acompaña desde nuestro origen como nación, la vaca y su resignación ante la impudicia del poder ejercido en forma autoritaria.
Karina El Azem sostiene que una primera lectura da paso a la creación de una angustia neuróticamente urbana en la que estos animales suplicantes y resignados preguntan si no nos parecemos. Aldo Sessa alaba la libertad creativa de Raineri sobre un tema de connotaciones mitológicas pero ya más prosaicamente, el argentino piensa en el aroma del asadito callejero que despierta tentaciones olfativas convertidas por el artista en alimento para el espíritu.
Para nosotros, las vacas de Alejandro Raineri establecen un contraste entre lo sugerido y la realidad más pura. Pintadas, fotografiadas, digitalizadas, fragmentadas, constituyen una visión contemporánea de un animal cotidiano que revela el paisaje en sus ojos melancólicos, quizás el paisaje rural al que el artista aspira, desea para su futuro. (Av. Alvear 1595. Clausura el 3 de mayo.)
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