28 de julio 2003 - 00:00

Buen acercamiento al mundo de Dostoievski

Buen acercamiento al mundo de Dostoievski
«El eterno marido», de F. Dostoievski. Dir. y Adapt.: R. Malié. Int.: M. Ballester, C. De Mattía y P. Mazza. Amb. y Vest.: A. Iglesias (La Scala de San Telmo).


L
as tramas de las novelas de Dostoievski poseen una dosis de suspenso que podría provocar la envidia de un autor policial (sin mencionar siquiera esa obra maestra que es «Crimen y Castigo»). ¿Quién no se siente atrapado por los complots y las traiciones que se suceden en «Los poseídos», o las intrigas que teje Teodoro en «Los hermanos Karamazov»? Pero a su maestría para manejar la intriga se suma una percepción psicológica que se inclina sobre las zonas más sombrías del alma humana. Nadie puede sustraerse a la fascinación que despiertan sus personajes. Torturados, complejos, siempre hay en ellos algo en lo que el lector puede reconocerse. Esto es lo que sucede en «El eterno marido», donde un hombre atormentado por una culpa cuyo origen ignora se enfrenta finalmente a su víctima, que termina a la postre siendo su victimario. Un antiguo romance revive de pronto en la mente del hombre que se ve acosado por el marido de su amante y viene a enterarse de que tiene una hija de cuya existencia no se había enterado.

El marido ha enviudado y vive con la niña, a la que maltrata. Velchaníkov, el amante, siente de pronto que la vida de la niña viene a justificar la suya. Se hace cargo de ella y crea con Trosotsky (el marido), un vínculo de amor y odio del que ya no puede liberarse.

Rolando Malié
afronta la tarea de transformar el texto del escritor ruso en material dramático y lo hace con rigor y respeto. Evidentemente ha penetrado el espíritu de los dos contrincantes, incluyendo en la narración la figura del doble, otro tema que parece obsesionar a Dostoievski.

Su puesta es interesante y tiene innegables hallazgos, sobre todo en la mecánica que imprime a la torturada relación y en el logro de potentes imágenes, como así también en la inclusión de un criado que marca la finalización de los diversos encuentros, como si se tratara de un match de box.

Las interpretaciones de Máximo Ballester como el amante y Claudio de Mattía en el excéntrico marido son enérgicas, pero la actuación peca de exacerbamiento, y mantener de manera permanente la violencia demasiado explícita termina por agotar. Una mayor síntesis y contención hubiera redundado en beneficio del resultado final.

La traducción resulta por momentos demasiado literaria: llevarla a una modalidad más coloquial, sin alterar su contenido, hubiera hecho más llevadera la densidad del texto. De todos modos, es un intento serio y respetuoso de acercar al público a uno de los más grandes novelistas de todos los tiempos.

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